domingo, 10 de abril de 2011

HOJAS SUELTAS




Para Francisco, Graciela y Adriana Bürkli, estas emociones que el tiempo ha guardado en cariño y vivencias compartidas.



PAISAJE INTERIOR

La lluvia ha mojado nuestros rostros.

Un enjambre de hojas amarillas
acarician una flor de primavera.

Donde el agua sosegada
yace dormida, salta una perca
y se asombra ante el fuego
que del cielo desciende
como una catarata bravía.

Donde los pájaros anidan
las ramas cobran vida,
y me siento invadido
por las nubes temerosas
que en el cielo se agolpan.

Miro la noche
llevarse a la luna.

Mi corazón, sosegado entre
el risco y la roca, sin
cadenas de amor,
pace tranquilo.

El sereno cielo que arriba
ceñido de estrellas,
semeja un collado
poblado de sauces.

En  la orilla de un arroyo
mis dedos humedezco,
y un hilo cristalino
cae sobre la tierra
como un copo de nieve
que desprenden las cumbres escarpadas.

ENVÍO
Cada vez que veo un paisaje hermoso
vuelvo mis ojos a las profundidades
oscuras donde mora la belleza,
la ternura, la paz de un niño
enamorado de la vida.


TU VOZ DORMIDA

Anoche se abrió el cielo.

Dormía, plácido, rendido
 a tus ojos en la brisa
de otros tiempos.

Vi el sol en el poniente:
suave, tenue, hialino.

Sentí tu voz inmóvil
en mi niñez pasada.

Eco de ternura
de natal talante
donde todo era luz...
en las manos que acarician,
en los labios que besan.



MONEDA

La poesía en un desangrarse
constantemente,
un arrojar lo que perturba el alma,
cilicio que doblega el espíritu,
la maldad que la realidad
enrostra al rostro
que a cada paso palidece.

La poesía es el azul
que se concentra entre las olas,
el amarillo de los cactus,
el aire que se aroma entre la hierba
y que se eleva como un globo
desprendido de una mano,
la paloma que zurea en una plaza,
el beso que se da a la amada
sin engaños; la poesía es
una moneda que se lanza
infinitamente.


REGRESIONES

Todos llevamos
un niño de la mano
que no es otro que nosotros;
espejo de una vida pasada
que como una vieja cascada
golpea la piedra en que
la memoria parece endurecida.

Todos llevamos
en la mano un crespón negro;
orfandad de paño ennegrecido,
recuerdo de un amigo perdido,
de una madre joven ahora envejecida,
de un aroma de flores
ya marchitas, un caballo
 de madera, un soldado emplomizado,
un lápiz, un cuaderno...
un no sé qué, ya borrado
en la memoria.


SUEÑO PRIMAVERAL

Un ruiseñor sobre una rosa
 está posado/.

En aleteo suave/
su mirar eleva al cielo
buscando en el cenit
respuesta a su cuidado.

Parece dudar…
desprenderse en rauda fuga
de aquel encaje purpurino
o seguir revoloteando
en éxtasis divino.

Mirífico soñar de rosa
entre los brezos.




LUCEROS SE DESPRENDEN...

Luceros se desprenden
de tu rostro
buscando lo posible
en lo imposible.

Que se abran los abismos
sin márgenes ni diques;
que fluya el tiempo,
el viento, el fuego, el mar
y la memoria
levándose las piezas
de un rompecabezas
que nunca has de acabar.




DESOLACIÓN

Quebrada para siempre
está la rama.
Marchitas las hojas,
también de trino
están de luto.

El sol ya no es tu rostro,
mis ojos oscurecen
más temprano y
la luna es una mueca
de la noche.

Navega en soledad
corazón abandonado,
barca solitaria
orillada en su naufragio.



¡TUS OJOS!

¡Tus ojos! Los he mirado
siempre, como una madre
a su hijo, entre el blancor
castizo de los pañales blancos.

¡Tus ojos! Los veo hoy,
en el ensueño más hermoso
que solaza mis sentidos,
luceros de la tarde
en que se esfuma el sol.

¡Tus ojos! Calma al agitar
del duro día; azul sosiego
en que se espuma el mar.

¡Tus ojos! Siempre, tus ojos.





ADULTO PRECOZ


Yo la espero

cada fin de semana

con el entusiasmo de un

adolescente en su primera vez;

aliso mis escasos cabellos canos,

cuento mis arrugas para ver

si durante la noche que precede

a nuestro encuentro no ha

surgido una nueva aguafiestas,

de esas que me van robando poco a poco

mi apariencia de adulto precoz.





LUNA BLANCA Y REDONDA...

Luna blanca y redonda
de noche revestida,
como tus ojos de amor
llenos de luz, llenos de vida.


La noche protege
a los amantes
de las miradas furtivas,
y el tenue esplendor sereno
luce sus luces perdidas.


¡Oh! divino amor,
dulce desvarío,
noche serena
de luna argentada.




VERDE
Para Silvana Meza Oviedo
Verde es la hierba que palpó rus manos,
verde el tiempo, el recuerdo verde
y doloroso.

De verde se llenó tu boca un
viernes santo y verde la rama
que se quebró en el árbol de mis sueños.

Verdes los ojos de mi madre
en su primera cita con el llanto.

Verde el agua en que se estancan
las promesas vanas, las cosas
 dichas y las otras.
Verdes las hojas que amarillan
muerte, verde el viento y el silencio.




       SENTADO EN LA ARENA...
Sentado en la arena
te espero,
la brisa en mi rostro,
en mi rostro tu recuerdo,
tu recuerdo que es fuego
en nuestros cuerpos.

Mis manos en la arena
contando tus besos,
el agua a la deriva,
la suave ventisca;
qué soledad,
qué tristeza,
la esperanza que se aleja
en la mar que se va.


                MAÑANA ES COMO UN RÍO
La tarde llega, tenue y gualda,
como un tigre calado en oro.

La hierba ríe
como tú reías.

(¿Por qué has dejado en
nuestro nido la negra
sombra de la duda?)

El sol ballado se tiende
sobre la mar brumosa.

El ave silba
como tú silbabas.

(¿Por qué has llorado
donde ayer reías?)

ya la noche, en sombra,
todo lo oscurece.

Las estrellas brillan
como tú brillabas.

(¿En dónde está tu risa,
el silbo de tus labios
y el bullo de tus ojos?)

Mañana es como un río
donde pasa el agua
como un sueño.


          REFRÁN
Ayer
me iré...

Hoy
me voy...

Mañana
me fui...

Después los años...
y regresas.

Del agua derramada
no se recoge nada.




    MOLERO, MOLERO

Amarillo trigo, que muelo y muelo,
hora a hora, día a día,
bajo esta luna que guía
con tenue dulzura su duelo.

Molero, molero,
tráeme una nueva moleña,
dura como el pedernal,
fuerte como el acero.

Andando en redondo
trazo el camino que anhelo,
dándole duro al molino
sigo mi blanco sendero.

Vamos, moleña, vamos...
que mal molinero ha de ser
aquel que no muele los granos
con sueños de espiga y placer.

Molero, molero,
tráeme una nueva moleña,
recia como la roca
que vence en firmeza al mortero.

Recia se pone la roca
polvo que brilla es el trigo,
bajo la piedra se seca,
pan de amor, pan de Dios,
pan divino.



EL LORO FILIBUSTERO

Ha recorrido muchos mares
entre el vaivén de las olas,
la albura de la espuma
y el sonido aterrador de
las tormentas. Ha escuchado
historias inverosímiles de
monstruos, fantasmas y sirenas.
Ha escuchado maldiciones en todos
los idiomas mientras la brisa
marina humedecía y salaba sus plumas.
De nada valen sus ¡buenos días!  ¡buenos
días! cuando la marinería  maldice
los malos tiempos y el alimento,
el ron y los botines mal habidos escasean.
Muchas noches ha soñado con el ojo
del capitán y ha sentido la tentación
de arrancárselo para que sus días
sean noches y sus noches sigan
siendo noches. Acostumbrado
al subibaja de la pata de palo
y al placer del garfio entre sus plumas,
ha fumado muchas pipas desde
que el viejo filibustero lo comprara
en un anticuario en el puerto
de Hamburgo.  


Ha salvado las plumas
en muchos combates donde
tenía que sobrevolar entre
gritos guerreros, fogonazos
de arcabuces y espadas y puñales
blandidos al viento. Poder volar
y no poder escapar a ese mundo
donde una bandera negra flamea
mostrando orgullosa sus tibias,
y el cráneo pelado de la Muerte.


Quizá ella sea una más de
esa caterva de mercenarios
que olvidan sus desavenencias
y desesperanzas con los vítores
guerreros cuando triunfan
sobre aquellos que osaron
cruzárseles en el camino.
Quizá lo intuye, quizá lo sepa
sólo ella lo sabe.




POESÍA, SÍ...

¿Poesía? Sí,
de sudor y de lágrimas,
de noches en desvelo,
de corazones quebrados
por la memoria
y el tiempo.

¿Poesía? Sí,
de llantos y quejidos
lastimeros, de cadáver
naufragando donde
la soledad es negra
y el cielo ácido,
huérfano de lunas y
 estrellas.

¿Poesía? Sí,
la que regresa de los labios
besados por las sombras,
la que perturba
el alma y ennegrece
las lentas horas del desvelo.

Volver sobre uno mismo
y ver el rostro que sufre,
la piel que se cuartea,
la nieve que cae
sobre los sueños,
el vello hecho ceniza,
la faz adormecida
como flor que se marchita.

¿Poesía? Sí,
la amante solícita
que nada pide y todo tiene.




   PEQUEÑA NIÑA

El tiempo en que la mañana
enciende de luces la montaña,
el tiempo en que las sombras
despertarán al transcurrir el día.

El tiempo en que mis pasos
me llevarán camino a mi rutina,
el tiempo en que de voces llenaré
la alforja de mi vida.

Y luego, el tiempo de la noche
ennegrecida y de calma llena,
el tiempo que ahogará mi voz
en la dicha plena de la mar serena,
el tiempo en que mi vida
se embriagó de ti, pequeña niña.






VOCES CONTÍNUAS



No quiero, triste espíritu, volver
por los lugares que cruzó mi llanto,…
LUIS CERNUDA




                 I
                     verde hierba

Has muerto, padre, has muerto.
¿Qué orfandad nos reservó
el destino? ¿Qué dura piedra
incrustada en la montaña?

Sin lunas, sin luceros, sin atardeceres,
lloraron los claveles,
la fragua del herrero,
los granos de las dunas
y la verde hierba que
pisaste tantas veces.

Has muerto, padre, has muerto.

Ni una tumba, ni una flor,
ni una gota de lluvia
mojará la tierra de tristeza.



                    II
                            la llamada

Un día caminaba entre los ficus
y creí escuchar la tenue voz del corazón.
La vida se detuvo, mi aliento cayó
sobre la hierba en una leve tristeza.
Mis ojos se turbaron y una extraña
fragancia aromó mi ser.
Esta dulce nostalgia que atraviesa
el corazón es un viejo ruiseñor
que canta la dulce melodía
de los tristes.



    III
            voces continuas

No se acaba el amor,
se va acabando la vida;
es más lo que se pierde amando
que lo que deja el amor
en aquello que va matando.

No se acaba el olvido,
se termina olvidando
en otros olvidos
que se van enlazando
mientras vamos amando.

Salir de un  río
para navegar en otro,
agua que fluye
en dos inmensidades
llevándose el candor
del amor que viene, del amor que huye.

Buscando fantasmas
nos pasamos la vida,
espejismos sin caminos
son los amores vividos.

En dulce copa
de sidra amarga,
de hiel que envenena
y cardo que atosiga,
llegan como alas
estas voces continuas,
arrastrando con ellas
sus lentas soledades.



      IV
           sueño vespertino

Duermo en la tibieza de la tarde
y mi corazón descansa.
El viento es suave, aromático
de flores y hierbajes; las mariposas
revolotean como niñas a los saltos,
fina cuerda en que la sangre se
sostiene entre nubes de sosiego
y sobresaltos.

Despierto, huelo el aire,
recuerdo mi sueño,
y como un niño,
corro, corro
entre los prados
persiguiendo mariposas,
oliendo flores,
mirando nubes
tumbado entre la hierba.



                  V
             mamá y sus fantasmas

Mis sueños de niño también
estuvieron plagados de fantasmas.
Los libros me hablaron de duendes
y hadas, del capitán de loro y
garfio, de monstruos fabulosos,
calamares gigantes brotados de los
mares como lava de volcan,
de la luna de Verne, de los
marino de Salgari, de las
gárgolas de Víctor Hugo y
Quasimodo, de los niños
Haraposos de Dickens por las
calles nebulosas del viejo Londres.

También mamá con sus historias
llenó mis espacios con una
leve nube vagamente sombreada.
Me contó que en una larga noche,
fresca de rocío y viento,
Dios dibujó en la luna
la sonrisa de los niños dormidos.

Mis sueños siguen llenos de Mamá
y sus historias de fantasmas.




          VI
                caótico mundo

La hormiga ociosa y la cigarra laboriosa;
el ágil perezoso que trisca entre ramas
y la gacela lerda y el león manso que
flirtean. La zorra honrada hace una
llamada; la veloz tortuga dejando
su zapallo supera al caracol
que corre como un rayo. El pequeño
elefante y el ratón gigante, en la
árida selva y el frugal desierto
corretean. La abeja agría sobre
la fea rosa, entre el dulce cardo
y el piar de urracas, lleva a
su panel el amargo polen
donde un canario grazna
en el florido otoño.




        VII
               ese pasar del tiempo

Has dejado huella en mi rostro,
en un aliento, en mi piel,
en mi palabras, en mi pensamientos
que tienden sus brazos
entre mar y aurora.
Yo recorro esas calles de antaño,
siempre de tu mano y presto a tus cuidados,
oliendo los geranios que sembrabas,
la luna que solíamos mirar
con ojos asombrados,
la luna que era nuestra,
y sólo nuestra,
secreto de luz
que las sombras guardaban con recelo




         VIII
                 imágenes

Esa luz perpetua
que traspasó mi vida.




       IX
            búsqueda

La primavera es flor que se abre,
ruiseñor que se acicala,
viento que silba.

La flor se sonroja,
el ruiseñor revuela,
el viento se sonríe
como una góndola
sobre las aguas tranquilas.

Por la tarde, curiosa,
la flor busca al pájaro
que duerme entre las hojas.




         X
              voces

Mi corazón vierte su amor
al punto que tú lo llamas.
Eco que resuena con la luz
que se derrama en el albor
de la mañana.

Tocaré puertas extrañas,
dormiré sobre la hierba,
andaré con pies desnudos
por senderos pedregosos
al llamado de tu voz.

Tu voz, tu voz, siempre tu voz,
tu voz, pálido Juno
que vibra como una flor
entre la brisa.




     XI
           son los días que pasan

Al pasar de los días
las manos se agrietan,
los cabellos blanquean
sobre la piel reseca.

Al pasar de los días
los pies se quejan
de una carga inevitable,
el corazón se agita
como una pelota
que rebota de bote a bote.

Y el tiempo pasa
como los días pasan
en las hojas y en las ramas,
como las horas que se caen
en las lluvias tempranas,
páginas de un libro viejo
que amarilla al sol.

Al pasar de los días
un niño se aleja
y un anciano canturrea
una canción de entonces.

El tiempo dormita
sobre una piedra gris,
pero no es tiempo la piedra
ni piedra el tiempo,
sólo es pasar de los días
que se alejan
como un roble triste
que regresa.




    XII
           máscaras

¡Oh! viejas máscaras,
agua que gotea
interminablemente.   

  





NO ESPERES EN LA NOCHE, ENTRE LA BRISA...

No esperes en la noche, entre la brisa.
Espera, sí, pero sin prisa.

Si tienes que esperar
ha de llegar el tiempo de la espera;
es mal sino, de aquel que desespera,
en risa de la muerte orlar camino.

La muerte, en tantos rostros, sin perfil
revela como una mueca que en las
puertas de un Infierno se consuela.

No esperes en la noche, entre la brisa;
espera, sí, pero sin prisa.

Esa risa que a tu oído llega, suave,
ligera, como una hoja que divide
el aire de la tierra, es el aura
en que la muerte viaja anunciando
su llegada, esa que aterra, que sacude
al alma de modorra.

Brisa que conmueve y que se espera
mientras el hombre sufre, llora, enloquece,

desespera.





ÁRBOLES SIN HOJAS,...

Y los hombres prefirieron
las tinieblas a la luz.
San Juan, III, 19.

Árboles sin hojas,
lagos turbulentos,
ríos que se anudan
desbordando sus aguas
cenagosas.
que
voz se pierde
entre mudas cumbres
como suelen disiparse
las gaviotas en el mar.

Entre años transcurridos
el mundo ha sido nada,
y el trino de los pájaros
una ópera de nada,
las lluvias del invierno
y el sol de los veranos
sólo nada;
muerta la esperanza
de encontrarte

sólo nada.






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