viernes, 22 de abril de 2011

EPITAFIOS




Para Mario Florián
Amigo generoso
Y muy querido.
IN MEMORIAM



Palabras Lapidarias
Desde niño sentí pasión por las biografías (con Alberto Valcárcel compartimos esa misma propensión). Tenía seis años cuando leí una breve biografía de Alexander Graham Bell; presentí que el conocimiento de la vida de los hombres nos abre cuantiosos caminos de vicio o de virtud y que cada quien debe depurar lo recibido según los cánones que rigen su moral. Hacer un epitafio es ponerse en la piel del muerto, o hacer que él mismo se levante de la tumba para que se lo escriba.

Creo que un epitafio resume la vida de un hombre que tuvo gran significación en su pasar por el mundo. Estos epitafios no obedecen a un criterio cronológico; la única cronología es el tiempo y el orden en que fueron escritos. La selección obedece a un gusto arbitrario del autor; lecturas interminables de libro de literatura, filosofía, historia, teología y otros han dado sus frutos que, aunque pequeños, sobran hacer germinar inagotables horas de reflexión en la mente del lector.
Guillermo Delgado
Wolffschanze, abril del 2006.

Índice
1)                   Francisco de Rioja
2)                  Antonio Cánovas
3)                  Joseph Stalin
4)                Francisco de Quevedo
5)                 Helena de Troya
6)                Enrique VIII
7)                Oscar Wilde
8)               Adriano VI
9)                 Manuel González Prada
10)             Turno
11)                Charles Darwin
12)               José María Vargas Vila
13)               Carlos Marx
14)               Narciso
15)               Miguel de Unamuno
16)               Napoleón Bonaparte
17)               Giordano Bruno
18)               Caín
19)               Judas Iscariote
20)             Galileo Galilei
21)               Alejandro el Grande
22)              George Gordon Byron
23)              Casio
24)              Homero
25)              Dante Alighieri
26)              Domingo Faustino  Sarmiento
27)              Percy Bysshe Shelley
28)              Ludwig van Beethoven
29)              Garcilaso de la Vega
30)              Moliere
31)               Rubens
32)              Mozart
33)               Giuseppe Verdi
34)              Friedrich Nietzsche
35)               Hernrik Ibsen
36)              Giossue Carducci
37)              Sören Kierkegaard
38)              Friedrich Schiller
39)              Áyax Telamón
40)             Andrómaca
41)               Martin Lutero
42)              Ernest Renan
43)              Leonardo da Vinci
44)             Ifigenia
45)              Simón Pedro
46)             Mahatma Gandhi
47)              Nerón
48)              Marco Tulio Cicerón
49)             Ricardo III
50)              Gioconda
51)               Patroclo
52)              Edipo
53)               Polinices
54)              Cristóbal Colón
55)               Afrodita
56)              Cicerón
57)              Epicteto
58)              Julio César
59)              Edith Piaf
60)             Héctor
61)               Ofelia
62)              Juan Gonzalo Rose
63)              Yago
64)             César Calvo
65)              Desdémona
66)             Walt Whitman
67)              Augusto B. Leguía
68)              Dido
69)             Chopin
70)             Virgilio
71)               Boscán
72)              Carlos Romero
73)              Herodes
74)              María de Magdala
75)              Juan Calvino
76)          Sócrates

77)         Diógenes de Sínope



EPITAFIO I

Francisco de Rioja
 
Y las flores del recuerdo
con que cubrirán mi tumba/
ahogadas de tristeza
no podrán florecer/
porque aquí en lo profundo
como prisión perpetua/
ausente está la llama
 y la incendiada rosa
con que llega el día.




EPITAFIO II
Antonio Cánovas
La muerte inscrita
en el corazón del hombre
como un epitafio póstumo/
como una postrera medalla
otorgada en vida por lo
que se obtiene muriendo. /
Así mi vida en el tiempo
fue pasando con la blancura
de una vida sin engaños/
como un insecto inocente
que cuando ve una llama
se arroja al fuego.


EPITAFIO III
Joseph Stalin
El responso con que adornan
la tumba del tirano
está lleno de andanadas/
porque saben que ya muerto
no los daña.


EPITAFIO IV
Francisco de Quevedo
Siempre queda algo del
pasado en los efluvios
que a su paso el fuego deja/
cenizas más no polvo/
que las brasas son más
dignas para un hombre
de coraje/ que el gusano
que corroe un cuerpo
ya sin vida.


EPITAFIO V
Helena de Troya
La tumba donde reposa
la ramera más libertina
como una dulce doncella/
cubierta está de mirtos,
laureles y claveles.


EPITAFIO VI
Enrique VIII
Que la feria de las vanidades
siga su curso/
mientras un copo de nieve
descienda desde las cumbres
para sepultar a mi espíritu
perverso en su blancura.



EPITAFIO VII
Oscar Wilde
Cuando la razón
termina doblegándose
a la vanidad/
más vale un traje de fieltro
que un corazón arrepentido.


EPITAFIO VIII
Adriano VI
Aquí descansa aún
rodeado de guirnaldas/
buscando el reposo
que no encuentra en la
paz de un reino
que no existe/
un hombre cuyo
espíritu infalible
fue revocado por sus dioses.


EPITAFIO IX
Manuel González Prada
Cuanto tirano asomó
sus garras contra
el erario nacional/
encontró el peor de
los castigos en mi voz
y en mi espíritu marcial. /
Quien nace con el alma encorvada/
jamás podrá sentir la dignidad
que implica caminar
con la frente en alto
y la columna enhiesta.


EPITAFIO X
Turno
Ya muerto he comprendido
que un espíritu fuerte
no puede subyugarse
a su enemigo aun al
borde de la muerte. /
En duelo ponderado
el troyano me venció
y a Lavinia hizo suya. /
La muerte generosa me libró
de la ofensa y del dolor. /
Mi espíritu abatido
descansa en paz.


EPITAFIO XI
Charles Darwin
Todos los seres que habitan
en la tierra luchan por la
vida llevados por su instinto
de supervivencia. /El hombre /
en cambio/ es arrastrado por
sus ambiciones, mezquindades,
rapiñas y su desquiciado afán
de poder y destrucción. /
Más especies salvajes encontraréis
entre los hombres/ que en todos
los animales que halléis en el
universo.


EPITAFIO XII
José María Vargas Vila
De todas las especies humanas
la mujer es el animal más bruto
de domesticar. / El hombre sabio
valora el tiempo más que el oro.


EPITAFIO XIII
Carlos Marx
En su idea de formar en el hombre
una conciencia de clase en un
mundo concreto/ un alemán conocido
como el moro lucho toda su vida
contra el hombre diviso. /
Ironía de la vida/
en el reino de la muerte/ yace aquí
en el sepulcro solo.


EPITAFIO XIV
Narciso
De tanto verme
en sus aguas
algo se borró
de mi memoria/
y sentí celos
de ella por tener
un rostro tan bello. /
Y tras mi muerte
grande fue su desconsuelo/
ausente yo de su ribera/
para verse en el espejo
de mis ojos.

EPITAFIO XV
Miguel de Unamuno
Ninguna hiel jamás
emponzoño mi pluma, /
mientras entre la duda
giraba mi vida atormentada:
cuando el corazón crucificado
decía sí, /
y la razón por la ciencia endurecida
decía no. /
Aún, entre las tinieblas y las
luces de este nuevo mundo, /
las eternas interrogantes
de dónde, adónde, para qué
y cómo que cargaron a la tumba
mis despojos, me persiguen.

  EPITAFIO XVI
Napoleón Bonaparte
Me hice de todas las
montañas y sus cumbres/
para ver pasar mi cuerpo
camino del destierro.

                               EPITAFIO XVII
Giordano Bruno
Aquí yace un nolano
que prefirió el martirio
de la hoguera/ antes que
postrarse al ignominia
de vivir con la lengua
mutilada por los santos.

EPITAFIO XVIII
Judas Iscariote
Sentado a mi puerta
al cantar el gallo
en mi casa de Kariot/
he de esperar a tu dios
para ofrendarle mi soga
cuando del cielo descienda.

 EPITAFIO XIX
Caín
Más culpable que yo
por la muerte de mi
hermano/ es aquel
que en arbitraria decisión
desprecio el fruto
de mi ofrenda.

 EPITAFIO XX
Galileo Galilei
Puse en peligro mi vida
por demostrar que la tierra
se movía/ perdí mi libertad
y marchité mi juventud
en causas semejantes, /
pero aun después de muerto
me quedan fuerzas para evitar
que me lleguen las indulgencias
de una cofradía de besaculos.

 EPITAFIO XXI
Alejandro de Macedonia
Toda la tierra no bastaría
para llenar una tumba
que guarde su grandeza.

EPITAFIO XXII
George Gordon Byron
Su vida y su obra
son dos líneas paralelas:
siempre viajando juntas
y condenadas a no encontrarse.



EPITAFIO XXIII
Casio
Su carne y sus huesos
serán bocado de gusanos, /
pero el hierro de su traición
sobrevivirá por siempre
 al tiempo y a la corrosión.

 EPITAFIO XXIV
Homero
Sepultado yace aquí,
quien con la venda
cubriéndole los ojos
camino junto al abismo.

 EPITAFIO XXV
Dante Alighieri
Tanto esfuerzo, tanto sufrir,
en infierno, purgatorio y cielo, /
para toparme al final del camino
con una luz que me devuelve a las tinieblas.



EPITAFIO XXVI
Domingo Faustino Sarmiento
La tierra no descansa
cuando acoge en sus entrañas, /
unos puños llenos de
verdades y de hombría.
  
EPITAFIO XXVII
Percy Bysshe Shelley
Esperando en el agua estaba su tumba
y su espíritu fuerte en el cielo brilló /
con incienso y con vino su cuerpo
hecho llamas/ en su pecho/ unos
versos de Keats/ inflamó./
convertido en cenizas
se volvió poesía/
y a la tierra que quiso
 a esa tierra volvió.


EPITAFIO XXVIII
Ludwig Van Beethoven
Su novena sinfonía/
nacida en un suspiro
que exhalaba el silencio
recogiendo la brisa
en sus tardes de estío/
eran briznas de hierba
sumergida en las sombras/
eran cisnes pequeños
donde el alma y oído
se besaban en sueños. 


                            EPITAFIO XXIX
Garcilaso de la Vega
Cuando pluma y espada
en el día y en la noche
se entrelazan/
de la mano de quien nada
es ya en el mundo/
brota tinta de la tierra
ensangrentada.

EPITAFIO XXX
Moliere
Su perfección en el dominio
de las tablas lo llevaba
a retrasar los desenlaces
de sus obras con una maestría
sin igual, / haciendo de éstas/
criaturas de perfección y de grandeza./
la muerte era algo impostergable
y así lo entendió él.
EPITAFIO XXXI
Rubens
Sus cuadros reflejaban
una memoria  privilegiada
como si en su ser
anidara la naturaleza entera;/
convirtió a ésta en arte
haciéndonos creer que su obra
era un reflejo de la natura.

EPITAFIO XXXII
Wolfgang Amadeus Mozart
Poquísimos son los músicos
que poseen una originalidad tal,
que al escuchar unos cuantos
compases en sus obras, nos
invade una riqueza de contrastes,
color y textura que nos lleve a
determinar quien los creó.
Aquí duerme uno de ellos.

EPITAFIO XXXIII
Giuseppe Verdi
A pesar de las flores perdidas,
del corazón quebrado por el llanto,
del desaliento que corroe el alma,
su genio llenó su espíritu
de virtuosismo lirico, gracia y ternura.
Su gloria se mueve
cual pluma al viento.


EPITAFIO XXXIV
Friedrich Nietzsche
Aquí reposa un hombre
a quien la prudencia
aconseja no despertar.



EPITAFIO XXXV
Henrik Ibsen
La beatífica y serena
llamada de la muerte/
coronó la frente de
quien supo en la adversidad
forjar un espíritu de hierro/
y en el sosiego de la espera
la hora de su obra.

EPITAFIO XXXVI
Giossue Carducci
Sumergido entre las sombras
de la muerte/ yace aquí
un espíritu radiante y desdeñoso
que encontró la fortaleza de la vida
en su estar solo.


EPITAFIO XXXVII
Sören Kierkegarrd
Quien amo la verdad sentida
y no la de la lógica/
quien vivió su vida como un
poema trágico de soledad heroica/
perdurará por siempre
aun cuando secano
sea la tierra que lo cubre.


EPITAFIO XXXVIII
Friedrich Schiller
Voló en sus pensamientos
A las cumbres más altas, /
dejando a ras de suelo
los vanos honores, la vulgar idolatría; /
desechemos de la tumba
los ramo de ornamente
y dejemos sobre ella
sus manzanas podridas.

EPITAFIO XXXIX
Ayax Telamón
Quien aspiro a alcanzar la gloria
sin ayuda de los dioses rebasó los limites, /
aunque cayera bajo el acero
de su propia mano
e hiciera de las tinieblas
la luz de su última batalla.


EPITAFIO XL
Andrómaca
Quien supo ser madre y esposa
no podía quebrar su entereza
ante la ignominia de la esclavitud, /
ni marchitar su belleza el dolor
de los trajines de la guerra.
Ningún consuelo apaciguó sus penas
ante la muerte del amado.


EPITAFIO XLI
Martin Lutero
Al pie del sepulcro
a su oído llegaron
sus proféticas palabras
camino a la Dieta de Worms:
Frailecillo, frailecillo, entras
Por un camino difícil.


EPITAFIO XLII
Ernest Renán
Quien inflamo polémicas virulíferas
y levanto odios tan profundos/
debió para sus enemigos y detractores
merecer el camino de la hoguera. /
la justicia y la verdad no permiten
ni que se encienda un cirio
sobre su tumba.


EPITAFIO XLIII
Leonardo Da Vinci
El esplendor de su semblante
azuzaba a todo ánimo abatido. /
Su memoria retentiva impregno
su fantasía de naturaleza toda; /
en arcilla, yeso, cera o mármol
modelaba; / esculpía, repujaba,
limaba y soldaba hasta encontrar
la perfección deseada. /
Rara vez brota en la tierra
un árbol de esa fuerza.


EPITAFIO XLIV
Ifigenia
 Grata fue para ti la luz del día, /
y más aún las caricias paternales
de quien llevado por su ambición, /
no vaciló en entregarte al capricho
sanguinario de los dioses.


EPITAFIO XLV
Simón Pedro
Reivindicación merece el ave
que a tu nombre unido
engalanó de cantos tu traición;
tu frente de mitra coronada
sabrá marcar con su plumaje
el estigma de tu deshonra.


EPITAFIO XLVI
Mohandas Gandhi
En mi búsqueda de Dios y en
mi lucha contra la injusticia /
puse en holocausto mi vida
y la de mi familia. Aún ahora
a pesar de las tinieblas de la fosa /
el Mahatma no detiene su camino.


EPITAFIO XLVII
Nerón
Porque los pecados cometidos en mi vida
se expían en ella y no en la muerte,
Epafrodio, sujetad el hierro en mi garganta
Que ya oigo el paso veloz de animosos corceles:
Que todo se abrase viviendo yo.



EPITAFIO XLVIII
Marco Tulio Cicerón
Cuando Catilina y Verres cayeron
fulminados por la furia de mi
lengua / comprendí que el
Imperio de la palabra me pertenecía /
y que la boca podía destruir
más hombres que el filo del
destral o de la espada.


EPITAFIO XLIX
Ricardo III
Cerdo gruñidor y contrahecho
marcado por el diablo /
uní mi fuerza persuasiva
y mi elocuencia en el camino
hacia el poder. / No hubo nadie
que me amara ni nadie a
quien yo diera  el calor del
corazón que me abrasaba. /
En la vida y en la muerte
soy yo solo.


EPITAFIO L
Gioconda
Madre, esposa, hermana, hija, /
misterio que se encierra
en ancha frente, en cejas depiladas, /
en una bella boca de sonrisa
que atrae o que repele. /
Humana y bella forma
que hechiza y que seduce /
cual madre engendradora
de Elena la Troyana
o de María, hija de Santa Ana.


EPITAFIO LI
Patroclo
Compartí la suerte y el dolor
con el Pelida / junte mis fuerzas
a las suyas en la cruenta guerra
que cante en la cítara./
Sentados y alejados
de nuestros compañeros queridos /
uní mi vida a la de él
en el ánfora perpetua
de cenizas y recuerdos.



EPITAFIO LII
Edipo
Traedme un Dios que no sea cruel
y resucitaré a Yocasta mostrándole
la belleza de mis ojos / de mis hijos
haré mansas ovejas / y a mis
hijas casaré con los dioses
del Olimpo.

EPITAFIO LIII
Polinices
Aun cuando el viento esparza
mis despojos / mi voz resonará
entre las olas / entre la bruma
de la niebla y el suelo cálido
 de brisa / en que mi estatuaria
hermana mostró el temple
de su holocausto.

 
EPITAFIO LIV
Cristóbal Colón
Una brisa salina cubre la tierra
donde con ánimo valiente /
un navegante genovés
empuñó el timón
de una carabela
y enrumbó su ruta
hacia Occidente. /
A sus pies cayó mundo ignorado /
más la envidia de los hombres
aferró los grillos a su gloria
devolviéndolo a su patria encadenado.


EPITAFIO LV
Afrodita
Suavemente recostada sobre el cuerpo
de hierro del brozno artesano /
hilvanó en tiernas caricias
sobre el lecho del espacio su traición.
Quien discordia provocó entre los
dioses por su belleza incitante,
fidelidad guardar no podía
al marido pero sí al amante.


EPITAFIO LVI
Cicerón
¿Se puede llamar reposo
a quien postrado en lo
húmedo de la huesa
ve el cuerpo que yace
sin manos y cabeza?


EPITAFIO LVII
Epicteto
Sin patria, sin casa,
ni familia, ni bienes, ni esclavos...
¿Quién ha de reparar en la tumba
de un lisiado que por todo patrimonio
posee sólo el cielo y esta tierra
que le sirve de manto para cubrir
su desnudez?
A pesar de los maltratos recibidos
Mi corazón a la humanidad ha de partir.


EPITAFIO LVIII
Julio César
Descubro la cabeza de la toga
y más dolor, que las arteras puñaladas,
siento al ver tu rostro, Junio Bruto.
¿Tu quoque fili mihi?
Estas fueron mis últimas palabras
 y hoy el polvo redentor a tu oído las repite.


EPITAFIO LIX
Edith Piaf
Dicha del alma es llegar a su reposo:
ni en la vida pude
ni en la muerte puedo
disfrutar de fruto tan preciado.
Morir en primavera,
y no en otoño es más penoso.


EPITAFIO LX
Héctor
No canten para mí tristes canciones
ni pongan junto a mí mis armaduras
ni llore el pueblo mi partida:
mojada está la tierra
por los llantos de mi padre.
Ya no veré los muros de mi patria
ni a los divinos dioses
jugando con los hombres a la guerra.
¡Dejadme descansar!,
que entre olvidar y recordar
está la muerte que nos nubla
el pensamiento.


EPITAFIO LXI

Ofelia
Cubierto por las lluvias y el rocío
está mi rostro, / sumido en la
tranquila soledad yacen mis restos.
Los divinos petirrojos continúan
trinando su alegría en el alfeizar
de mi tumba/ donde todas las mañanas
un príncipe inseguro asoma en mis recuerdos.


EPITAFIO LXII
Juan Gonzalo Rose
Yo soñé desde niño
que llegaría a soñar despierto,
a llorar recuerdos
y a sembrar olvidos.
Que sobre mi memoria
con ese río de vino
y alegría en que mi vida,
como un bajel perdido,
navegó libremente cual
pájaro alado que deja su  nido.



EPITAFIO LXIII
Yago
Aquellos que el destino puso
por encima mío injustamente
sucumbieron el veneno de mi credo:
“Si no hay gozo ni emociones
en la rutina diaria,
se puede disfrutar
destruyendo la dicha
 de los ingenuos
sin razón alguna”.


EPITAFIO LXIV
César Calvo
Mi vida fue una orilla
en cuyo río la muerte parpadeaba.



EPITAFIO LXV
Desdémona
¿De qué vale enamorarse
y ser fiel a un marido
que ante la duda
que algún ser maligno
siembra sobre su mente
sucumbe con ligereza
y da muerte a quien dice querer?


EPITAFIO LXVI
Walt Whitman
Del cosmos vine y al cosmos voy.
¿Por qué lloráis por el hombre
que regresa a la patria
dejando en la vuestra
su única riqueza?


EPITAFIO LXVII
Augusto B. Leguía
En la defensa de mis actos
sólo queda mi nombre y
los huesos que aquí buscan
reposar del odio de mis
enemigos; si ellos no logran
reivindicar mi vida y mis
acciones dadas en aras de
la patria, que el viento
del olvido arrastre mis cenizas
y que no haya gloria que corone
de laureles mi existencia.


EPITAFIO LXVIII
Dido
Aquí yaces,
reina dormida,
soñando complacida
en las promesas de amor
de un troyano traidor.


EPITAFIO LXIX
Frédéric Chopin
Tocad Mozart y acordaos
de mí,
que aunque la tierra
mi cuerpo cubra
y esta tos impertinente
se coagule en mi oído,
los acordes sublimes
de tu música eterna
penetrarán en ellos
como en la hierba el rocío.


EPITAFIO LXX
Virgilio
Cenizas, dirán,
es lo que aquí reposa
del mantuano.
Mas el canto brotado
de mi lira,
el fuego supremo con su ira
no ha logrado avasallar.


EPITAFIO LXXI
Juan Boscán Almogáver
Aquella amistad que tú me diste,
buen amigo, ni el poderoso
Aquiles con su fiera espada
el lazo que nos une podría magullar.
Juntos en la vida, juntos en la muerte,
nuestras almas de la mano siempre juntas,
como hojas desprendidas
que el viento ha de llevar.


EPITAFIO LXXII
Carlos Romero
Fui fiel a las enseñanzas de Cristo
y luché por la justicia de mi pueblo,
aun cuando los lobos en el trono romano
apoyados por las estrellas del Norte,
borraban mis pisadas y mi sombra.


EPITAFIO LXXIII
Herodes
Los gritos de los niños
de Belén de Efrata
desgarrarán la túnica
que envuelve tu podrido cuerpo,
y azuzarán a tus oídos
privándote por siempre
del sueño de los justos.


EPITAFIO LXXIV
María de Magdala
Yaces dormida en Tierra Santa
abrazada al hombre de la cruz /
aquel que te dejó purificada,
serena, perdida de amor
y sin edad.


EPITAFIO LXXV
Juan Calvino
Hablaste de un Dios verdadero, /
de un Dios que brindaba esperanza. /
Saturada tu alma de ayear
te quejaste ante tu rey, llamándolo
Señor. / Gimeaste por cadenas
que aherrojaban / por azotes que laceran /
por llamas que incineran. /
Que sea tu Dios / noyano / quien
carcoma tu lengua y mutile
la mano que juzgó inicuamente.





EPITAFIO LXXVI

Sócrates
Muerto está, este hombre,
por la voluntad de unos
hombres que sabían que
era superior a todos los hombres.



EPITAFIO LXXVII

Diógenes de Sinope
No esperé nada,
no ambicioné nada.
¿Hay algo más bello que
estar tumbado al sol,
y ver pasar el mundo
en su agitación cotidiana?
No espere nada,
no ambicione nada.
Ni siquiera esta tumba
con su húmeda tierra,
con sus mirtos, sus
gusanos y su paz eterna.