domingo, 10 de abril de 2011

DIARIO DE LOS HEREJES



Para Gabriela Aponte,
cuyo espíritu fuerte y juvenil,
libro mi vida de grandes tormentos.





Índice
·         Ocaso de los dioses
·         Girasoles
·         Sombra fiel
·         Paradoja
·         Friedrich Nietzsche: El crepúsculo de los ídolos
·              Epístola a los hombres de Jerusalén




OCASO DE LOS DIOSES

                              “Los dioses traman y cumplen la perdición de los mortales para que los venideros tengan algo que cantar”
“La Odisea”
Canto VIII, (579-580)
HOMERO



¿Dices que tu Dios
es la música que besa
el alma y el oído;
la noche que precede
al horizonte purpurino;
gozne divino que une
ciclo y tierra?

Un Dios que se atribuye
la justicia sólo puede
ser Dios de sí mismo
y monarca de un reino
de injusticia.

El reposo ha de llegar
con el ocaso de los dioses.





GIRASOLES

Es mejor la tristeza que la risa,
porque la tristeza purifica el alma.
Van Gogh



Perdido entre amapolas,
girasoles y manojos de trigo,
pataleas, ido,
como un loco perdido
en múltiples colores,
Quijote pintarrojo.

Testarudo cabezota,
ya tu oreja se ha ido
con los cuervos que
aterrabas entre brochas,
atriles, y tronantes pistolazos.

Deshechos está en la tierra
tu amoroso corazón,
junto a Tineo, el ángel
que llevaba tu grandeza
entre sus alas.

¡Cuánto dolor, cuánta esperanza
de pan ennegrecido!

Donde sólo la tristeza
abrigaba las campanas de tu alma
alboreó tu amor sublime
entre putas trasnochadas.

Trocado está el pincel
en negro luto,
ahora que las brasas
del amor apasionado
tiñen de la tarde
sus colajes gualdas.




SOMBRA FIEL

Contemplando
cómo se pasa la vida
como se viene la muerte.
MANRIQUE


La eterna y misteriosa
muerte que aburrida
va matando la vida.

Terminar con esta patraña
que llaman vida y
entrar en la dulce alegría
de yacer en un sueño eterno.

¿Por qué temer al silencio?
¿Por qué al placer de vivir?

Pobres aquellos que no sintieron
sus pasas cuando siempre
estuvo a nuestro lado.

¡Oh, muerte!

Rayo de esperanza
 que nos privas del sufrir
de este triste caminar
en el que andamos.





PARADOJA

Todo odio nace
del amor,
vive en él,
 en él se fortalece
y a falta de él
se desvanece.

Extraño sentimiento
el que cobijan
en secreto
el odio y el amor.








FRIEDRICH NIETZSCHE: EL CREPÚSCULO DE LOS ÍDOLOS

“Y sus ojos eran  como llama de
fuego, y habría en su cabeza
muchas diademas; tenía un
nombre escrito que ninguno
ha conocido sino el mismo.
(AP.19, 12)



Ya en mi adolescencia/
mi ansia de verdad/
mi amor por un mundo
respirable y transparente/
me arrastró – pese a los
peligros, riesgos y maldades
que encontré a mi paso –
a los abismos más tenebrosos
y profundos de las vicisitudes
humanas.

También una luz de esperanza
manaba de mi corazón/ como
un reguero de agua oxigenada
brotada de una fuente. 


Los cimientos que sostuvieron
las fuerzas de mis ideas/
salvaron los obstáculos
de los honores, los abrazos
y las prebendas de los filisteos.
En la cumbre de mi vida/
los amigos me rodearon como
un enjambre de abejorros
para deleitarse en la miel
de mi gloria. 


Vagando como un apestado
que no encontró hombres de
su altura con los cuales
entablar una justa/ Nietzsche supo 
sobrevivir con un bocado
de pan y un sorbo de agua
para aplacar el fuego de
mi boca.


Mientras refulgía mi pensamiento
y arrastraba mi cuerpo enfermizo
hacia hoteles de segunda por
las inmensas soledades de 
la Europa alpina y mediterránea/
comprendí que la  amistad era
algo majestuoso y digno de
unos pocos. 


Cuando me dejaron solo
y lo sublime desapareció
de mi vida como una
nube que se desploma/
mi corazón apesadumbrado
derramó sobre mi alma
la sangre que lo sostenía
humedeciendo mi carne
atormentada;/ la desazón
carcomió su ser hasta
sofocarlo por completo. 


Mi  grito se oyó entonces
como la voz de mi Zaratustra:
“¿Dónde estáis, amigos míos?
¡Venid! ¡Ahora es el momento!” 


El eco de mi voz atronadora/
último hálito de mi existencia/
buscó en vano orejas menos largas
y mejor instruidas. 


Desde mi muerte en Weimar/
en Agosto de 1900, la maldad de una recua
cristiana cazadora de brujos,
curanderos y zahoríes/ rebuznan
sus jaculatorias purgativas
a mi oído. 


El azufre romano transformado
en catolicismo/ persigue la
sombra de mi gloria para
quemarla en su hoguera inquisitiva;/
mi risa cadavérica esputa a
sus oídos en su lengua muerta:
Gloriae et virtutis invidia est comes”.


A esos corderos ensotanados
uncidos como bueyes por sus
mentiras y ambiciones/ sólo
me resta decirles que cuando
el hombre sabio señala el cielo/

sólo los imbéciles miran el dedo.





EPÍSTOLA A LOS HOMBRES DE JERUSALÉN

 
“Sé que la cruz será mi sepulcro.  Allí están colocados mis ascendientes, padre, abuelo, bisabuelo, tatarabuelo”

PLAUTO
“Miles Gloriosus”



Yo, Gestas, el malquistado “ladrón malo”, disperso entre el polvo de mi amada y odiada Judea, debo confesar que aun estando muerto, me cuesta, como me costó en vida, regresar a mi edad más olvidada, a la uva más dulce y tierna del racimo, o aquella en que mi inocencia me llevó a creer que existía un Dios justo que nos podía asegurar la paz y el pan diario sin escatimar diferencias entre los hombres de su reino.

Pero en ningún rincón de mi memoria encuentro un momento de paz a mi mísera existencia.  Sólo desprecio e indiferencia recibía cuando de niño deambulaba, hambriento y andrajoso, por las más despreciables calles de Judea, Samaria y Galilea.  Tras la decepción, mi vida se desprendió como una roca destinada a los abismos:

Fue entonces que sentí la inclinación de apoderarme de lo ajeno y así lo hice.  Quité a los cobardes que no sabían defender sus pertenencias porque tenían las agallas de los peces. Comprendí que los más débiles sucumben bajo el brazo de los fuertes.  Otros más poderosos que yo quisieron despojarme de lo mío, con fiereza y a costa de mi vida defendí mis pocas pertenencias:  un manto, una túnica, unas míseras sandalias.

Así los días y las noches fueron transcurriendo sin dobleces, dándole rostro y nombre a mi delito, sin las hipocresías del Sanhedrín con sus Sumos Sacerdotes, sus doctores de la ley y su grey de circuncisos pusilánimes.

Cuando llegó la hora de saldar mis cuentas y los malditos romanos me pusieron en la picota, no me deshice en lágrimas ni ruegos como el bastardo de Dimas que con su boca rodeada de pelos babeados buscó el perdón fingiendo un arrepentimiento que no sentía.  ¿Por qué no se retractó cuando con sus dedos maestros hurgaba en los bolsillos de los otros? ¿Se hubiera arrepentido si no hubiera estado en la cruz que le tocó en la Calavera?

Quizá no sea el más indicado para  juzgarlo, pero me arrogo el derecho a no creerle, como tampoco creí en las palabras de ese loco que andaba prometiendo Paraísos Celestiales mientras los romanos mancillaban a su pueblo


De ladrón malo he sido tildado por la misma Iglesia que a Dimas ha santificado.  Ladrones los levitas traficantes de ofrendas; los fariseos estafadores de viudas y los ricos usureros que exprimían a los necesitados hasta límites inimaginables.  Mi odio por esos malditos permanece inalterable aun después de mi muerte, porque aún cuando lo que fue mi rostro no se más que un vulgar cráneo hueco, aun este conserva la deformación que tenía la que aquellos que me insultaban cuando me hallaba torturado por la enclavadura.

No tengo nada contra ese Nazareno enclavado conmigo en aquel saliente rocoso a quien gritaban embustero, hijo de nadie y maldito.

Ahora sólo me consuelo pensando en el banquete indigesto que deben haber tenido los gusanos al dar cuenta de la carne de ese “ladrón bueno.





        YAGO
Yago._ Aunque lo oído [Otelo]
como a las penas del
infierno, las necesidades
de mi vida actual me
obligan, no obstante, a
izar el pabellón y la
insignia del afecto.
“OTELO”
Acto Primero – Escena I
Shakespeare


Agudiza tus oídos
y afila tu mirada.
Carcoma de las virtudes,
la envidia, es alma engangrenada
que se amarilla aun bajo la losa
que la cubre; florece en los
pantanos como ortiga
que finge ser tomillo que se escarda.

Amante de las sombras,
aborrece la luz que abrasa y brilla:
su talento apolillado aletea
en la carroña: es magra porque
muerde y no digiere; es llama
que ennegrece y no consume.

En la sangre del cobarde y del traidor,
asume la forma de babosa o de gusano
persiguiendo a la manzana
que se otorga al mérito y la gloria.

Son pocos los que llevan a tus pasos
sombras de ventaja.


  AVES DE MAL AGÜERO
Vosotros alertasteis al sanguinario
Herodes del nacimiento de un
Mesías.

Fuisteis vosotros, Reyes de Mal Agüero

Que la sangre inocente de los niños
de belén de Efrata llene vuestras
copas por los siglos de los siglos
en heces y en Amén.


DÍA DE LOS INOCENTES
Jesús se lavó las manos
y Judas fue crucificado;
Herodes se ahorcó arrepentido
de haber entregado a Judas.

El perro ladró tres veces
y Lázaro negó a Judas;
cuando éste resucitó y
se presentó a sus apóstoles
ahí estaba Barrabás.

Entonces Judas le dijo a Barrabás:
has hecho  bien en no creer, hijo mío,
toca mis manos y mi cuerpo agujereado;
ya los tiempos venideros
te darán la razón.


USUFRUCTO DE UN HOMBRE

Era un hombre que comía, se
bañaba, reía y se enamoraba
como cualquier ser humano.

Era fuerte, de voz viril, para
nada manso, menos un cordero
como lo desfiguran los evangelistas
a través de su fantasiosos escritos.

Si murió o no en una cruz
no interesa, está muerto y
esa es una certeza como lo
debe ser el lugar en que su
carne y sus huesos, como
los de cualquier mortal,
el tiempo debe haber corroído.

Dejémoslo descansar en paz
y bajemos el telón de la comedia.

Partiti sunt sibi vestimenta mea et super
vestem meam miserunt sortis.




             YA NO MÁS

Y al pie de la cruz lloró amargamente 
como llora un vientre estéril
donde el agua es un río que corre
entre huertos y secanos.

Ya no más ese cuerpo, se dijo.
Ese cuerpo flagelado hecho jirones
ya no más en mi lecho de agonía.
Ya no más sus labios quemándose
en los míos en sus juegos amorosos.

Ya no más su barba suave como
el mijo ni el calor de sus manos
en mi cuerpo desvestido sediento
de palabras y caricias.

Ya no más tú aroma junto al mío,
ni tu cuerpo en locas embestidas
ahogando mis suspiros con tu aliento
de pasos de Corinto.

Ni siquiera tu cuerpo he de velar
loco visionario, amante eterno.

Raboni, Raboni, Raboni.

He de envejecer con tu recuerdo
por las calles de Magdala.

Ya no más los demonios que en número
de siete arrebataste con tu magia
de mi mente.




   SUICIDIO

Con suma tristeza,
con una pena negra
te dejo,

¡Amor de mi invierno!

Amor pasajero, amor
que se destruye solo,
el tuyo.

Acostado estoy sobre
la hierba de mi sueño,
húmedo por el rocío,
yerto de frío y tiritando.





FRAILECILLO, FRAILECILLO...

Conocí hombres que no hablaban
en un año lo que yo hablaba
en un día.

Mi cráneo reluciente y cuadrado,
firme en sus convicciones,
alimentó de trigo
como a una rueda de molino,
a mi noble corazón.

Combatí al Papa y a su Iglesia
corrompida por el oro y el dinero,
alcé mi voz al cielo
como una ave en libre vuelo.

Si busqué refugio en Wartburg
no fue por cobardía; tan sólo
comprendí que dar batalla
a fanáticos irracionales,
engendros de un papado
 a quien las lágrimas del prójimo
incitaba más a la crueldad,
era causa perdida.

Con voz clara y firme,
confesé en mi lecho que moría en la
fe que había defendido con ardor.

Cerré los ojos, perdí el color,
y recordé mis palabras camino
a la Dieta de Worms: “Frailecillo,
frailecillo, entras por un camino
difícil.




   ROJO


Para Jorge Bacacorzo.


Rojo en el judío incinerado, en el
libro en que Mao instruía a sus
secuaces y en la esvástica del
cabo de Bohemia.

Rojo en los cuadros de Amedeo,
en la sangre vertida en la
República y en mi lápiz bicolor
que dibujó mi infancia.

Rojo en la penumbra gualda y roja
que mi madre miraba en actitud
contrita.

Roja en la bandera soñada que nada
representa, en el escudo en que se
escudan los cobardes y en la
oreja mutilada del pintor de cuadros
tristes.

Rojo en el mar de la tarde en
que se fue Silvana y en los ojos de mi
madre con sus lágrimas.

Rojo en las líneas del cuaderno
de un niño que a veces quisiera
no volver a casa.
Rojo en los pechos de los muertos
que pintó un sordo y rojo también
en la Heroica de oído.

Rojo en la saliva de Kafka, en
las rimas de Bécquer y en las
manos del polaco que toca
polonesas.

Rojo en las manos de los papas
y sus ostias.

Rojo el de ese loco, en su costado,
crucificado entre dos ladrones.

Rojo el disfraz con que Dios vistió
a un ángel para justificar sus
errores y también la sangre
que vierte el toro sobre la arena
para que aúllen los hipócritas.

Rojas las manos del Inquisidor
que dispara latigazos sobre un
Bruno de espalda lacerada.

Rojo en las voces de los dioses
que blasfeman.

Rojo, siempre; por los siglos
de los siglos, rojo, siempre.





QUE EL CIELO YA NO SEA…


Que el cielo ya no sea
refugio de los dioses,
y que el Universo,
calmo y sereno,
deje que los hombres
vivan de sus sueños.

Que la paz caiga
como lluvia y moje
la sangre del tirano,
del hombre que miente,
del hombre que trafica
con la fe del agua santa.

Que en los campos
florezcan las abejas
y los pájaros,
y la tierra generosa
rinda con sus frutos
por doquier.

Ya no el oro que envenene
la flor del amaranto;
ya no ríos de fuego
sino azul de cielo;
que en la tierra zigzaguee
el agua fresca y la esperanza.

Ya no el hombre fratricida
ni la mujer que peca,
ni páginas de embustes
ni la hierba funesta
ya no santos de escayola
ni dioses que nos mientan.

Ya  no  más de ya no más.




EL DIABLO Y DIOS

Fue en los primeros tiempos, cuando el hombre primitivo recién comenzaba a diferenciar el día de la noche y el sol de la luna, en que los seres más apacibles, dóciles y calmos, empezaron a ser mal vistos por aquellos que gustaban del bullicio, la aventura y la gresca. Entonces se dio la separación inevitable o, mejor dicho, los primeros buscaron alejarse de esos seres belicosos y viciosos. Así deambularon por la tierra durante miles de años, o quizás más, cada grupo blandiendo como un tesoro su propia esencia, su forma peculiar de ser. Los que podríamos llamar “los buenos” tuvieron que inventarse un guía, un adalid, alguien que los representara y los protegiera. Es así como, seguro que alrededor de una fogata surgió la idea de un creador bondadoso, sabio y justo: había nacido Dios.

El otro grupo, “los malos”, deben haber caído en la necesidad de hacerse representar también: el Diablo había nacido. El grupo de Dios hizo suyo un proceder que siglos después  Pablo de Tarso acuñaría en su Epístola a los efesios, Nolite locum dare diabolo. La lucha entre los buenos y los malos había comenzado. Ya después vendrían los doctos a darle forma y consistencia a estas ideas surgidas un poco al azar. Se fundaron iglesias y sectas secretas. De que el Mal le va ganando la partida al Bien no cabe en la posibilidad de las dudas. Ahí están las guerras, las armas sofisticadas y los hombres embebidos de poder para avalar esta aseveración. El Diablo parece ser más poderoso que Dios. Este parece, parece arrastrar un aire de duda.




APOSTILLAS

Ante la muerte se valora
el arrepentimiento. ¿Dimas?
AZORA IV, 22       


Según sus seguidores fue un Revelador; 
para Teófano, un epiléptico botando
espumarajos en una gruta; para
Johannes Damascenus, un falso
profeta; para Dante, un sembrador
de escándalos. La Revelación
le llegó a trozos por medio
de un Espiritu Santo. Una
aleya mediní sostiene claramente
que fue Gabriel. Sólo los perversos
ponen en duda este prodigio.
AZORA XXVI, 193 ss.


Hay seres alígeros de dos o cuatro
apéndices. ¿Por qué esa diferencia  
tan sustancial? Eso sólo lo sabe
el Revelador. El poder de Dios no
le está concedido a ningún hombre.
Nadie es depositario de su
misericordia. Con grandes diferencias
se acarrean más ovejas al redil.
AZORA XXXV, 1-2


Toma este libro sagrado, contiene
la verdad. No hay discrepancias
que valgan; Dios no acepta incrédulos
ni embusteros; eso sólo le
está dado a Él. Bajo su mirada
está el Sol y la Luna y las horas
de la noche en que ores con devoción.
AZORA XXXIX, 2-12


Imaginamos a Jadicha y a Abu Bakr
en el recinto privado de las sombras,
esperando el salario y la luz prometidos
por haberse jugado el honor a mano
de un asaltante de caravanas que
arremetió contra la idolatría; el
mismo que blandiendo un tizón
amenazaba a los hipócritas para
que buscaran su luz en otro sitio.
AZORA LVII, 13




   DARWIN

Todos tus desvelos hecho polvo
por una turbia genealogía que
va desde Abraham hasta David,
pasando por Aram y Ezequias.
El caballo de Leonardo, fundido
por los bárbaros, es un paradigma
de que el hombre es hombre
 y siempre ha sido hombre:
oficioso constructor de calamidades,
andamiaje de obscenidades y
fabulador de infamias y calumnias
todas tus reflexiones sobre el
Origen yacen en el cofre sagrado
de las supercherías, donde el
Hombre Infalible asienta su
venerable culo sobre los cálculos
de Galileo, los sermones incendiarios
de Savonarola y las dudas del mártir de Nola.




UN ASESINO

La armonía de la vida sucumbió
ante el capricho del Supremo. A
un hombre le fue dado el privilegio
de la Muerte. También la gracia
del desaire le fue otorgado con
desdén. Cúpole a Caín el papel
del hombre malo. Caín o Abel
daba lo mismo; la fábula
tenía que escribirse



LAS ETERNAS PREGUNTAS

¿Sobre qué espacios del pasado
quema el mismo sol de este verano?

¿Qué  mirabas, María, bajo la tenue
garua de una tarde fría?

¿Dónde está tu lanza ensangrentada,
fiel romano, ese duro y fuerte hierro
que desgarro la carne sagrada
del carismático judío?



PEDRUSCOS

La sangre es la misma, la de la muerte
que corre sobre el ara ansiosa de pecados.
El señor, sediento, espera la estocada
que convierte la matanza en Pan de vida.
Un Salmo apaga con el filo de la daga
el grito del animal sacrificado.
ÉXODO XII, 3-7


El Libro lleno de secretos que maravillan.
Ángeles del Señor pueblan la Tierra
llevando  los mensajes del Supremo.
El hombre acata la palabra divina
sin chistar, sin dudar. La boca
cerrada ni peca; los ojos ciegos
no asombran.
JUECES XIII, 8-25


De la mejor madera se hace el Templo.
El cantero labra la piedra, el brazo
del herrero el duro hierro funde.
Las puertas reforzadas de grapas y de clavos.
¿Dónde dormirá esta noche el desvalido?
¿Dónde el mendigo y el esclavo?
CRÓNICAS XXII, 2-4


La ropa hecha jirones, los cabellos
arrancados en un acto de locura.
El temor al Creador viene de ellos,
de los desterrados que por premura
se han cebado en las leyes de pureza.
ESDRAS IX, 1-5



Desde lejanos tiempos os condenan
vuestros velos y pulseras. Pagarán
en el infierno, donde las almas penan,
la osadía de burlarse del buen Dios.
EZEQUIEL XIII, 17-21


Antes fue Gaza y Ascalón.
¿Qué hay ante la furia de un Dios
que truena y ruge? ¡Oh Desolación!
Tierra estéril la que a su paso queda.
SOFONÍAS II, 4


Se topó el solitario Diablo
con el Señor de las evasivas,
en un desierto. Aburrido de
sus respuestas, el Ser dado a
la maldad se marchó dubitativo
en busca de algún sensato con quien dialogar.

LUCAS IV, 1-13







DIVERTIMENTO DE LOS HEREJES EN DIEZ MOVIMIENTOS



A la memoria de Giordano Bruno,
el bravío heresiarca de Nola.




“No debo ni quiero arrepentirme,
no tengo motivo para ello y no
sé por qué debo arrepentirme”.

“Tienen ustedes más miedo al
pronunciar la sentencia que
yo al escucharla”.


GIORDANO BRUNO.




PRIMER MOVIMIENTO
      (SALDANDO CUENTAS)


He luchado contigo, tantos años.
Enlutando estás mi corazón; de mi
alegría plena no queda sino una
sombra reclinada.

Tú, que fuiste mi salvador en la
mañana, en la vida que asoma
celeste, brillante, tentadora,
te alejas ahora como una hostia
candente que muere en el horizonte
donde adormece el mar.

Yo no tengo nada que reprocharte.
No eres mi padre ni mi guía;
no eres dueño de mi miedo
ni causa de mi angustia.
No me miro en el espejo de tu ara,
ni me inclino – a la luz del blandón
de la arandela – en la peana en que
mamá oraba, oraba, oraba.

Eres dueño de un misterio primigenio,
de una oración, del canto de un gallo
perdulero, de un hombre de barba
que busca castigo, de un canto
celestial, de un tributo de fe y
adoración ajeno a mi conciencia.




SEGUNDO MOVIMIENTO
        (SILBANTE Y LIGERO COMO EL VIENTO)


Muerte ha creado un canto para el hombre.
Silbante y ligero como el viento,
el barro asoma su rostro seducido
por la nube claroscura del crepúsculo.

Tú vienes, Muerte, a imponer tu esencia,
tu supremacía sobre el hombre que hundes
bajo tierra, sobre el que camina despreocupado,
sobre el que viene como un río
y el que tiene que venir,
sobre el que vino y el que no vendrá,
sobre el que vendrá y el que no vino.

Y ese Dios con su poder que seduce,
es la gloria del pobre, el maná del triste,
el gozo del amor, el que avala una promesa,
el horizonte que no dibuja nada,
la risa fingida de la hipocresía,
un espejismos sin agua ni verano,
un bonete, una teja, una capucha.

Todo eso eres y no eres,
todo eso y más y más y más.




TERCER MOVIMIENTO
          (YO SOY MI DESTINO Y MI DIOS)


Te arrogan, Dios, otros, el poder de
decidir el destino de los hombres.
Caridad, fe y esperanza hecha soberbia.

Sólo la Muerte determina cuándo muerde
la serpiente el cuello del viajero,
que duerme en sueño placentero
debajo de la higuera.

Simoniacos de alba y cíngulo
muerden como serpientes:
los monos caen en sus brazos y santifican;
los gusanos se arrastran y lamen
los pies santos.

¿En alguna ocasión ha muerto un dragón
por el veneno de una serpiente?
Así hablaba Zaratustra




CUARTO MOVIMIENTO
        (LA NIÑEZ, LA VIDA Y LA MUERTE)


El cielo en lo terreno
se cierra con la muerte.

Ella no es un cielo prometido; por eso
la acompaño sin temor,
acechando su paso furtivo,
el paso sin huella de un sayal que levita
en la eternidad con más fuerza que ese
árbol de la ciencia con sus frutos
podridos.

La muerte es la memoria de los muertos,
el sueño definitivo de un morir tranquilo
sin la ilusión malsana de resucitar
de entre los muertos; todo lo que de la
tierra viene a la tierra vuelve.

La Muerte es justicia, morada excelsa
donde llega el pobre y llega el rico;
tratados por igual, sin gloria y sin amor,
disfrutarán la eternidad de un rostro bello.




QUINTO MOVIMIENTO
              (LIBACIÓN DE SACRIFICIO)


Yo me atraganto de cordero, de hígado
de cerdo, de entrañas de palomas,
de sangre de animales que tiñen
de rojo el ara del Buen Dios.

A él le guardo una hostia rancia,
el cáliz con vino avinagrado.

El Ventrudo D’aquino, que en la tragazón
no respetaba Maitines ni Laudes,
ni Primas, ni Tercias, ni Sextas,
ni Nonas, ni Visperas, ni Completas,
quizá esconda en su despensa
un trozo de jamón, una hogaza de pan,
una jarra de buen vino, un acetre con olivo.

¿Sacrificará, el Doctor Angélico, su apetito
voraz en honra del Buen Dios?

Inopem me copia fecit, eructará
su babeante boca.




SEXTO MOVIMIENTO
 (LA TRAICIÓN NO ES UN BESO, ES UNA VOZ)


¿Quién soy yo, Judas, para librarte de
la ignominia que han echado sobre ti?
¿Quién soy yo para juzgarte?
Lloraste por los muertos que mataron los
romanos; tu corazón ardió de cólera
cuando el invasor se apoderaba de tu
tierra y, más aún, al ver el terror
que dominaba a tu pueblo; pero ninguna
voz ni ninguna mano se alzaba
contra el tirano.

A mis ojos y a mi entendimiento, Judas – bar –
Simón, quisiste liberan a tu gente del
Cordero de Dios, del que ponía las mejillas
a sus enemigos para que lo zurren como
se zurra al esclavo o al loco que ha
perdido el juicio.

Tú, Judas, el de espíritu rebelde,
el conspirador de noches estrelladas,
el que comandó ejércitos liberando
pueblos a costa de su vida, tú
no traicionaste.

- Necesitamos lobos que dirijan las
manadas, dijo Judas, no pastores
que lleven ovejas y carneros al matadero.
Al romano hay que darle dentelladas,
no discursos ni baladas.

Fue Pedro, el glotón que eructaba como
cerdo, el que negó tres veces, al
son de un gallo cantarín, a su maestro.

La cabeza del gallo, en la boca del traidor,
debería entonar las letanías al Buen Dios.




SÉPTIMO MOVIMIENTO
                     (LA HUIDA)


Ahí está la hembra, tumbada como una
gacela. Su celo es húmedo y su piel
tibia como la leche que el cordero
bebe matutino.

El nómada llega con los pies polvorientos
y se tumba en un petate al lado de ella.

La casera le advierte:
-         Ten cuidado, su boca es pecado.
Su piel tienta tanto como la
serpiente. Su nombre es María
y viene de Magdala.

Ella duerme plácida. Su cuerpo ha calmado
el furor de cinco hombres, todos peregrinos:
de Jericó, del Damasco, de Palmira, de
aquellos lugares donde todo se mercadea.

-         Ella lo hace para tener que comer, no
tolera que los hombres la marginen,
ni que la ninguneen, ni que la traten
mal; por eso lo hace, insiste la
casera mirando su candil.

El hombre venido de Nazaret observa sus
muslos desnudos y siente que sus manos
tiemblan, que sus piernas tiemblan,
que su cuerpo todo, tiembla.

- Sólo tengo palabras de consuelo para
ti y tú el fuego que yo quisiera
apagar, musita el hombre barbado
al ver que la casera se ha marchado.

El tiempo pasa y la luz del candil se hace
más tenue.

El hombre se levanta, abre la portezuela de
la barraca. Un viento fuerte y polvoriento
golpea su rostro. Mira por última vez
a esa mujer a quien volverá a encontrar
en su loco derrotero y se pierde entre
esos remolinos nocturnos de aire,
tierra, soledad y silencio.




OCTAVO MOVIMIENTO
                       (LA CALAVERA)


En ese cielo grisáceo que anuncia una tormenta
el centurión lo mira con desgano. El hombre
de la cruz parece hablar con fuerzas oscuras.

-         Cuatro, grita un soldado y coge el
sudario.

-         ¿Qué harás con él?, pregunta el
perdedor.

-         Hay una frigia que me enciende el cuerpo,
pienso dárselo, quizá así acceda a mis
deseos.

La roca de la colina por donde Longino camina
es dura, pedregosa, con guijarros
que cortan sandalias y coturnos con suma
facilidad. Uno de los ladrones no deja
de perorar a oídos de ese judío cuyo
cuerpo lacerado es la vergüenza de
Roma.

-         Me llevarás contigo, dime, judío. Cierto
que me llevarás al reino de tu padre.
Mira que te he dicho que estoy arrepentido.

Más que una petición la de Dimas es
una exigencia. El Nazareno lo mira
con indiferencia. Duda de ese hombre
pero él, que implora la credibilidad
de los hombres, él, ¿tiene derecho a
dudar?

Longino regresa.

-         Apúrate a morir, por favor, suplica.

Nunca ha estado él en batalla alguna. Nunca
la sangre de otro ha caído sobre sus manos.
¿Por qué ha de hundir esa lanza
en el cuerpo de ese hombre?, se lamenta.
Un centurión se acerca montando un
caballo. Lo mira inquisitivo. “No
demores”, le dice. Quiero marcharme
cuanto antes de este horrible lugar”.
Longino mira con curiosidad. Es un
enorme animal amarillo de ojos
sanguinolentos y boca rebosante de espuma.
Lleva freno en el hocico, pero aun
así a los esclavos que lo llevan de
las riendas les resulta difícil evitar
que se encabrite y hociquee.

El tiempo cambia como cambia el clima,
como cambia la vanguardia romana
en el campo de batalla.

Unas mujeres lloran; unos curiosos
disfrutan de la escena; unos soldados
beben en esa rutina que los aburre.
Matar ya no tiene la emoción de los
primeros muertos.

La lanza penetra por un costado y un
quejido quiebra el silencio.

Yo soy legionario, musita Longino al pie
de la cruz, y desde niño me han enseñado
que he de morir derecho, pero quisiera
arrodillarme, postrarme en este
calvario con tal de alcanzar a besar
la herida que sembré en tu pecho. Muere
como hombre, demuéstralo a los demás.

Sé que con tu dolor yo crezco y me
enaltezco con tu muerte. Si quieres
darme un castigo, hazte  a un lado
en el tablero y llévame contigo.




NOVENO MOVIMIENTO
                       (INOCENCIA)


Yo cree de niño un reino para ti,
con tus ángeles y tus santos de escayola,
con tus cirios encendidos, con sayales
y esclavinas, con bonetes, cíngulos y
altares.

Y de niño forje mis esperanzas
en las páginas de un libro que llenó
mis noches de alegría,
que hizo de mis días
el Pan Nuestro de tantas bendiciones.

Y tampoco entre mis juegos
faltaron oblaciones, palabras de
consuelo al desvalido,
el beso de mi madre: amoroso
y suave como lirio matutino.

Mis juguetes, compartidos con los
pobres, besaron el pan en jueves
santificados y viernes bendecidos.

Tu llegada fue un deseo donde mi
alma regocijada oró bajo tu Iglesia.

Hoy esos altares yacen bajo el polvo
que el tiempo ha consumido.
La esperanza es una vieja santurrona;
la caridad, una ramera;
la fe, tu voz que ya no suena.




DÉCIMO MOVIMIENTO
             (IMAGEN DE LA MUERTE)


En la mano de un niño un ramo de geranios,
narcisos, lirios y claveles.

La muerte que será mi infancia
en camino diariamente recorrido.

Cargando su guadaña, a paso lento,
hosca y cadavérica la veré venir.

Con ella renaceré en otras lindes,
con ella transitaré la eternidad.

Con ella vine y con ella partiré.
Será como Cyrano la quería:
al caer de una tarde, con garúa
invernal, con un celaje gris.


¡Feliz él, que murió con ilusión!






VIRGINIA WOOLF

Buscó librarse de sus pesares
sumergiéndose en el silencio.


En la claridad de las aguas
quedaron los malos tiempos.


Escapó de la jauría para
escupir sus descontentos.


Aguas grises y salvajes
pobladas de hojas muertas.


La tierra ha esculpido
su nombre con ribetes púrpuras.


Sólo nos queda su voz,
su carne y sus huesos
pertenecen al tiempo y a la tierra.





FUEGO Y TERROR

No sólo los millones de judíos, víctimas del holocausto, cayeron como dóciles ovejas en manos de los nazis, quienes lograron un dominio completo sobre ellos. Muchos pueblos, verbigracia los Incas, fueron víctimas del terror absoluto, de un miedo por una agresión incomprensible e injustificada, de un pánico que hiere sin previo aviso. La tortura ha funcionado y funcionará siempre.

Esa banda de asesinos intolerantes que conforman el Tribunal de la Santa Inquisición, fueron tan expertos como los nazis en el “arte” de torturar y quemar gente inocente. Los nazis usaban hornos para incinerar, la iglesia Católica sólo maderos; pero los sacerdotes aventajaron a los secuaces de Hitler en sadismo, ellos los quemaban vivos. 






ORACIÓN DEL ESPÍA

Duro oficio el mío,
traicionar, abjurar
en nombre de la patria.
Beber en los lugares más
abominables; dormir
a la intemperie contando
las estrellas que los generales,
sin haber ganado una batalla,
lucen en sus pechos.

Comer, sí, a las volandas
en un tranvía, en el bosque,
en un nido desolado.
Duro oficio el mío,
sin cartas de los padres,
sin fotografías de los hijos
para consolarse. Hasta la
lealtad de Dios me es compartida.
Resignado estoy a la soledad
y al abandono.



LAS NUBES

Jugando entre el celaje
vespertino, dos nubes
viajan al compás
de un viento gondolero.

La noche asoma
sigilosamente un
sol que se adormece,
y Dios, enfurecido,
anuncia nuevas tempestades,
rabietas de un viejo solitario.

Como dos amantes
las nubes arden de pasión;
una llora, otra solloza,
la lluvia corta el aire,
la tierra se ennegrece
en grama, piedra y lodo.
Y Dios, sarcástico, ríe
a carcajadas, bebiendo
la hiel acumulada
en música de bilis.






EGO SUM LUX MUNDI

Cuando leo sobre los cuantiosos casos de pedofilia cometidos por curas de la Iglesia Católica en todos los continentes, se me viene a la mente la incendiaria, ambigua y fatal frase de San Agustín que dice: “Ama y haz lo que quieras porque nada de lo que hagas por amor será pecado”. Este hecho nefando seguirá sucediendo mientras en el vaticano no se discuta sobre la soltería obligada que llevan sus sacerdotes. El celibato, establecido en un concilio anacrónico, no es más que una tortura, un escupitajo al sentido común. Para los jerarcas de la Iglesia, incluido el “hombre infalible”, los casos de pedofilia no son más que pecados y, que como tales, deben ser perdonados. Lo que para cualquiera eso no es más que un delito execrable, para los cardenales y obispos no pasa de ser un pecadillo. La Iglesia Católica, ese ente parasitario que predica el amoral prójimo; que goza de la complacencia de muchos Estados para imponer sus “Jueves y Viernes santos” sin admitir discusión alguna; que se atribuye al derecho de estar por encima de las leyes civiles; que recibe subvenciones del Estado, debería comenzar a hablar de delito y no de pecado se quiere seguir conservando la clientela que año a año va desertando de sus Iglesias. Charles Scicluna, el promotor de justicia de la Congregación para la Doctrina de la Fe, dijo muy suelto de huesos al referirse a las denuncias de pedofilia. “El secreto sirve para proteger la buena fama de las personas involucradas; en primer lugar, de las víctimas; y después de los clérigos acusados”. Y luego añadió: A la Iglesia no le gusta la justicia concebida como un espectáculo”.

L’Osservatore Romano, el órgano oficial de la iglesia, algo así como el diario El Peruano, pues, ahí se propalan los documentos oficiales de la Iglesia, sus bulas, encíclicas, etc. Bueno a raíz de la muerte del escritor portugués José Saramago, dicho diario pontificio lanzó una serie denuestos de todo calibre contra el autor de “Caín” y “El Evangelio según Jesucristo”, por el solo hecho de haber escrito un libro sobre Jesús y otro reivindicando a Caín.

Ironizar sobre dogmas que la Iglesia considera indiscutibles, ventilar temas que son tabú, cuestionar a la religión que mandó a la hoguera y encerró en cárceles inadmisibles a millones de personas inocentes que se atrevieron a cuestionar su fe, es exponerse  a su catalogado como apóstata, esperpento, sacrílego, demoniaco, libertario, extremista y otros ucases de grueso calibre.

¡Qué fácil es envalentonarse ante un cadáver que ya no puede replicar!

Eso es típico de la recalcitrante y obsoleta Iglesia Católica. Intolerancia a la mejor manera papal. Las agresiones demoniacas contra los niños por parte de los curas seguirá dándose mientras la iglesia siga pensando como San Jerónimo para quien el casamiento era la reafirmación del pecado original, que el verdadero estado de gracia se correspondía con la virginidad y la castidad, tal como era la existencia paradisiaca anterior al pecado.

Pablo de Tarso, ese hacedor de fantochadas y sandeces, dice en su carta a los Corintios a los que osaban fornicar:


“Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios; no absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los idolatras; pues en tal caso os sería necesario salir del mundo. Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis”.

(1 Corintios, 5 (9 – 11))



Luego agrega, con su típico tono moralista, machista y homofóbico:


“¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones (…) Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. (…) Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; más el que fornica, contra su propio cuerpo peca. (…) En cuanto a las cosas de que me escribisteis, bueno le sería al hombre no tocar mujer”.

(1 Corintios, 6 (5 – 18) y 7 (1))


Con tales predicadores que se puede esperar de la iglesia Católica. Lejos de erradicar de lleno el problema de la pedofilia, la iglesia, con su estricta jerarquía y sus inquebrantables dogmas y su utópico sistema que aspira a un pensamiento único, ha sido capaz de beatificar al principal encubridor del más grave escándalo que ha estercolado a la Iglesia Católica,  en toda su larga historia. Juan Pablo II, santo de qué. Este señor, con ínfulas de paloma pacificadora, amparó y ocultó el comportamiento delincuente de sus curas pedófilos redestinándolos para que pudieran evadir la justicia. Fue Wojtyla quien protegió a Bernard Law, cardenal de Boston, y a Marcial Maciel, el sacerdote mejicano fundador de la Legión de Cristo, ex adicto a la morfina, pedófilo empedernido y padre biológico de varios niños. Juan Pablo II, el nuevo Santo de la Iglesia, tuvo la desfachatez de llamarlo públicamente “modelo de la juventud”.

Después vino Benedicto XVI, otro Papa que se equivocó de siglo confundiendo el siglo XXI con la Edad Media; sólo así se explica su integrismo adocenado, medieval e intransigente. En su estadía en Méjico se negó a recibir a las víctimas de Marcial Maciel. Nada se podía esperar de es pobre esguízaro que cuando fue investido de Papa anunció a los cuatro vientos: “Rogad por mí para que, por miedo, no huya ante los lobos”. Y los lobos se lo almorzaron con babuchas y todo.

No fue capaz de detener ese carrusel que fue la fuga de papeles secretos, las emboscadas y zancadillas de Angelo Sodano o las sordideces del conflictivo Tarcisio Bertone. Hasta el L’ Osservatore Romano publicó una vez un título por lo demás sugerente: “un pastor rodeado por lobos”. Todo ello lo llevó a su renuncia, cuyo pregón es de lo más patético: “…para gobernar la barca de San Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado”. Una buena manera de sacarle el cuerpo al problema: a la pedofilia galopante de curas babeantes y sibilinos, y a esa mafia de traficantes que se haya enquistada en el corazón de la llamada Santa Sede. “De la cruz no se baja”, le espetó al cura alemán el arzobispo de Cracovia, Stanislaw Dziwisz, compañero de andanzas de Juan Pablo II en otros tiempos no lejanos. ¿Qué destino le espera a la Iglesia Católica en el futuro?

No muy bueno que digamos, aunque aún siga confiando en la ignorancia de sus feligreses, ahora que tienen un Papa argentino que más parece un choricero de la Calle Corrientes, el futuro no se presenta muy provisorio. Bergoglio no es un Papa revolucionario. En su diálogo con la prensa, a su regreso de Brasil, declaró que no habrá cambios frente a temas como la abolición del celibato sacerdotal, el matrimonio gay, sobre la ordenación de mujeres sacerdotes o sobre el aborto. Este es un Papa populista y campechano que cree que con su cara bonachona y tranquila va a recuperar a las cuantiosas ovejas que ya abandonaron su redil.





REFLEXIONES EN SEMANA SANTA


Abro la Biblia al azar y me encuentro con Jeremías 6 (11 – 15).


Dios me dijo:
“Da rienda suelta a tu enojo
sobre las pandillas de jóvenes,
sobre los hombres y sus esposas,
y aun sobre los ancianos.
¡Todos ellos serán capturados!

“Yo voy a castigar a todos
los que viven en Judá.
Sus casas, campos y mujeres
pasarán a manos de otros.
Les juró que así será.

“Todos desean lo que no es suyo,
desde el más chico hasta el más grande.
Ya no se puede confiar
ni en el profeta ni en el sacerdote.
Con pañitos de agua tibia
pretenden curar las heridas de mi pueblo.
Insisten en que todo está bien,
cuando en realidad todo está mal.
Han cometido los pecados más
asquerosos,
pero ni vergüenza les da,
pues ya no saben lo que es tener vergüenza
por eso, voy a castigarlos,
y todos serán destruidos.
Les juro que así será.



¿Quién es este Jeremías? Echo mano a mis cuantiosas Biblias y saco la siguiente conclusión. Este hombre nació en un pequeño pueblo cerca de Jerusalén, Ananot.

El padre era sacerdote, Hilcías, e influyó en la formación del hijo. Según la tradición, Jeremías recibió la palabra de Dios siendo muy joven y lo envió a proclamar su mensaje a los israelitas. Escuchemos al profeta hablarnos de este prodigio:  

Dios me dijo:
“Yo te elegí antes de que nacieras;
te aparté para que hablaras en mi nombre
a todas las naciones del mundo”.
Le contesté:

-          Dios todopoderoso, yo no sé hablar
en público, y todavía soy muy joven.

Pero Dios me toco los labios y me dijo:

-          No digas que eres muy joven. A partir
de este momento tú hablaras por
mí. Irás a donde yo te mande, y
dirás todo lo que yo te diga. No
tengas miedo, que yo estaré a
tu lado para cuidarte. Desde
hoy tendrás poder sobre reinos
y naciones, para destruir o derribar,
pero también para levantar
y reconstruir.

Luego Dios me hizo dos preguntas:

-          Jeremías, dime, ¿qué ves?

Yo le respondí:

-          Veo la rama de un almendro. Sus
frutos son los primeros en madurar.

Entonces me dijo:

-          Tienes razón. Yo soy el primero en
hacer cumplir mis palabras. Pero,
¿qué más ves?

Le respondí:

-          Veo en el norte una olla hirviendo,
que está por volcarse hacia el sur.



Y así sigue nuestro profetita divagando durante 52 versículos cargados de palabras gaseosas y flotantes. Lo cierto es que nuestro afortunado Jeremías, según la tradición bíblica, anunció el mensaje de Dios en el reino de Judá, cuya capital era  Jerusalén. En esa ciudad se encontraba el templo de Dios. El reino de Judá estaba en la parte sur de Palestina, y durante muchos años estuvo separado del reino de Israel que estaba en la parte norte.
Jeremías, siempre siguiendo la tradición bíblica, anuncio el mensaje de su Dios entre los 626 y 586 antes de Cristo.

Durante estos años, cuentan los historiadores de la Biblia, el reino de Judá estuvo amenazado por grandes naciones como Egipto y Babilonia. Estos dos países siempre buscaron derrotar a Judá y esclavizar al pueblo de Dios. Sucedió que el pueblo de Dios en Judá no estaba viviendo de acuerdo a lo que su Dios ordenaba, sino que adoraba a dioses de otras naciones, desobedecía a Dios, y se mostraba muy rebelde.

Por esta razón, es que Dios le pide a Jeremías que ayude a su pueblo a darse cuenta de que estaba yendo por mal camino, y que tarde o temprano Dios los iba a castigar. Concluimos diciendo que el pueblo de Judá no hizo caso a Jeremías por lo cual Dios terminó destruyendo a su pueblo.

Luego de esta amplia introducción y embebido de santidad me pregunto por qué Dios no se me aparece a mí. Si me preguntara que ves, le respondería:


-          Veo unas iglesias traficando con tu nombre. Todas ellas tienen una meta en común, hacer dinero. Pero podría sorprenderte esto a ti que todo lo sabes y todo lo ves. También veo a unos malandrines llamados Papas que son unos verdaderos alcahuetes y delincuentes. Ahí veo a uno parado en un balcón al lado de un militar asesino; en otra foto se le ve al sujetos de manas impartiéndole la bendición a un sacerdote libidinoso y pedófilo.

¿Qué más veo, señor Dios?

Pues todo lo que tú también verías si existieras en alguna parte de este infinito universo. Pero veo que todos los libros sagrados no hacen más que contar historias cojudas para lectores más cojudos aún.



Cierro mi reflexión por Semana Santa citando a Lenin cuando habla en “El Socialismo y la religión”


“La religión es uno de los tipos de opresión espiritual que cae en todas partes sobre las masas populares, aplastadas por el trabajo eterno para otros, por la pobreza y la soledad. La impotencia de las clases explotadas en la lucha contra los explotadores da origen también inevitablemente a la fe en una mejor vida de ultratumba, del mismo modo que la impotencia de los salvajes en la lucha contras la Naturaleza hace nacer la fe en los dioses, demonios, milagros, etc. La religión enseña resignación y paciencia en la vida terrenal a quienes trabajan y pasan necesidades toda la vida, consolándolos con la esperanza de recibir recompensa en el cielo. Y a quienes viven del trabajo ajeno, les enseña caridad en la vida terrenal, ofreciéndoles una absolución muy barata de su existencia de explotadores y vendiéndoles a precios módicos pasajes al bienestar celestial. La religión es el opio del pueblo. La religión es una especie de aguardiente espiritual de mala calidad en el que los esclavos del capital ahogan su fisonomía humana, hunden sus reivindicaciones de una vida digna del hombre”.

(Lenin, Obras escogidas, Tomo III)




No profeso religión alguna, no soy ateo, ni estoy con ningún tipo de sistema político, pero qué precisas me resultan las palabras de este hombre.





     SOLIDARIDAD
Después de tu partida irreverente,
sumido en triste desconsuelo,
me queda la sonrisa maldiciente,
de que aun después de todo lo vivido
compartiremos las llamas del infierno.





      ESFINGE

¡Oh generaciones humanas!
Cómo en mi cálculo,
aunque reboséis de vida,
sois lo mismo que la nada.


Cansada ya de los caminos,
de los viajeros de pies encallecidos
y respuestas insensatas,
del polvo de las grandes turbulencias
-  herida de amor, amarga y fuerte -
abandoné el voto de los dioses
y abrí mi corazón a mejor suerte.

¿El amor?...

Triste camino el de los hombres
con el destino a cuestas,
y en la memoria plena,

triviales sueños propio de mortales.





DEL BREVIARIO DE LOS HEREJES


herejía 1

El hombre que quiere liberarse de la estupidez, debe abrir su corazón al arte y a las ciencias. Comenzar dejando de lado esas memez con que nuestros padres nos formaron presentándonos a un hombre hecho de barro y a su mujer surgiendo de su costilla como Ave Fénix, Lázaros de mil resurrecciones y las triquiñuelas de un pobre infeliz con ínfulas de mago capaz de multiplicar panes y peces mientras caminó sobre el agua.


herejía 2

Toda religión naciente se nos presenta como abanderada de la libertad y dueña de idea progresistas. Una vez triunfante, se vuelven dogmáticos y conservadores, traicionando los postulados con los cuales emergieron. No hablo de ese Cristianismo incipiente que supo dar batalla al cesarismo romano. Hablo del Catolicismo parasítico, esa comunidad de curas reaccionarios, protectores de nazis en fuga, aquellos que se convirtieron en lameculos de Francisco Franco y su cohorte de asesinos.


herejía 3

La Iglesia no quiere voces que se rebelen contra la injusticia, sino una grey que balen como carneros y chillen como cabras; no hombres de pensamiento y reflexión, sino conformistas y obtusos; no hombres blandiendo espadas de combate, sino ovejas que batan palmas al son de canticos divinos y rancias jaculatorias.


herejía 4

el tirano siempre lleva en la mano la fusta para enrojecer las nalgas de los oprimidos; el cura, su rosario para nublarles la mente con antífonas y ofertorios.


herejía 5

hombres de genio como Miguel Ángel, Leonardo, Rafael, Calderón o Cervantes le habrían dado más a la Humanidad sino hubieran caído en las aguas fangosas de los dogmas religiosos.


herejía 6

Marcelino Menéndez y Pelayo, a pesar de su trágica muerte a los 56 años, es considerado uno de los grandes críticos y eruditos que ha dado España. Dotado de una formación estética propia de un humanista – Horacio, Píndaro, Dante, Virgilio, Shakespeare, Cervantes –, tuvo el pecado mortal de ser un fanático católico. De ahí que su “Historia de los heterodoxos españoles” sea tan polémica y parcializada. Sus opiniones religiosas se filtran sutilmente en sus juicios literarios, al punto de convertirse muchas veces en un apologista del catolicismo.
No es difícil imaginar a don Marcelino frente a un escritorio lleno de libros, manuales, manuscritos y mamotretos, sin prescindir de vinajeras para humedecer sus labios en vinos castellanos y cornijales para enjugar sus dedos de tinta.


herejía 7


En la Historia del Hombre, quien debiera sentarse en el banquillo de los acusados seria Dios. La acusación del fiscal sería clara y rotunda: crímenes de lesa humanidad.




MI VOZ QUE TRUENA
Protegido por una Fuga de Bach,
un cuadro de Kandinsky,
una frase de Leibniz
o un verso del Rey Lear,
miro derrumbarse al mundo
con desdén.

Los glaciares de otrora
enlutan mis pupilas
allende los injustos,
de los sátrapas de hoy,
del vulgo repugnante.

Hermanado a las estrellas
la vida reconforta
mi vivir.

El sol sonriente ante la
estupidez humana;
un ejército de rocas
vela mis sueños en la
aurora y el ocaso,
con la férrea fidelidad
de un perro en duermevela.



PAPÁ
A la memoria
de Guillermo Delgado Quinteros.

Papá era un hombre solitario y taciturno,
para él, nosotros éramos, los otros,
el fruto de pasiones fugaces
doblegadas al destino.

Siempre solo,
como un lobo estepario
que buscaba entre la nieve
respuestas a preguntas,
piedras indescifrables
arañadas de tormento.

Papá era un misterio
de infinitos rostros
que el tiempo desfiguraba
como una imagen borrosa
que yace bajo el agua.

Un hombre sin huellas,
un extraño que duerme.

Era difícil llegar a él;
un muro infranqueable
no dejaba traslucir
sus sentimientos.

¿Puede el pedernal
hacer fisuras sobre el hierro
o el diamante roer
el duro acero?

Así vivió papá sus días
y sus noches,
solo y triste a la luz
de un candil
se soledad infinita.

Ahora yace bajo tierra,
solo con su historia
cubierto de laureles
y amargos olvidos.

Que descanse en paz.



FUGA
Protegido por una fuga de Bach,
un cuadro de Kandinsky,
una reflexión de Leibniz
o un verso del Rey Lear,
miro derrumbarse al mundo
con desdén.
Los glaciares de otrora
enfrían mis pupilas
lejos de los Injustos,
de los sátrapas, del vulgo
repugnante.
Hermanado a las estrellas
siento armonizarme
con la vida, con el aire,
con el agua, con todo aquello
que derrama luz.
El sol sonríe
ante la estupidez humana,
un ejército de rocas
marchan entre mis sueños
con la ingenua fidelidad
de un perro en duermevela.


MEA CULPA
La vida,
esa vieja puta
que se cargó mi infancia,
dejándome en la alforja
amarillados huesos
que tritura el tiempo.
  
Vieja pacata y pendeja
la vida,
insaciable, devoras días,
como una ardilla
su bellota.

Aun así,
yo te amo vieja vida,
vieja puta
vieja pacata
y pendeja vida.

  

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