Para Gabriela Aponte,
cuyo espíritu fuerte y juvenil,
libro mi vida de grandes tormentos.
Índice
· Ocaso de los dioses
· Girasoles
· Sombra fiel
· Paradoja
· Friedrich Nietzsche: El crepúsculo de los ídolos
· Epístola a los hombres de Jerusalén
· Epístola a los hombres de Jerusalén
OCASO DE LOS DIOSES
“Los dioses traman y cumplen la perdición de los mortales para que los venideros tengan algo que cantar”
“La Odisea”
Canto VIII, (579-580)
HOMERO
¿Dices que tu Dios
es la música que besa
el alma y el oído;
la noche que precede
al horizonte purpurino;
gozne divino que une
ciclo y tierra?
Un Dios que se atribuye
la justicia sólo puede
ser Dios de sí mismo
y monarca de un reino
de injusticia.
El reposo ha de llegar
con el ocaso de los dioses.
GIRASOLES
Es mejor la tristeza que la risa,
porque la tristeza purifica el alma.
Van Gogh
Perdido entre amapolas,
girasoles y manojos de trigo,
pataleas, ido,
como un loco perdido
en múltiples colores,
Quijote pintarrojo.
Testarudo cabezota,
ya tu oreja se ha ido
con los cuervos que
aterrabas entre brochas,
atriles, y tronantes pistolazos.
Deshechos está en la tierra
tu amoroso corazón,
junto a Tineo, el ángel
que llevaba tu grandeza
entre sus alas.
¡Cuánto dolor, cuánta esperanza
de pan ennegrecido!
Donde sólo la tristeza
abrigaba las campanas de tu alma
alboreó tu amor sublime
entre putas trasnochadas.
Trocado está el pincel
en negro luto,
ahora que las brasas
del amor apasionado
tiñen de la tarde
sus colajes gualdas.
SOMBRA FIEL
Contemplando
cómo se pasa la vida
como se viene la muerte.
MANRIQUE
La eterna y misteriosa
muerte que aburrida
va matando la vida.
Terminar con esta patraña
que llaman vida y
entrar en la dulce alegría
de yacer en un sueño eterno.
¿Por qué temer al silencio?
¿Por qué al placer de vivir?
Pobres aquellos que no sintieron
sus pasas cuando siempre
estuvo a nuestro lado.
¡Oh, muerte!
Rayo de esperanza
que nos privas del sufrir
de este triste caminar
en el que andamos.
PARADOJA
Todo odio nace
del amor,
vive en él,
en él se fortalece
y a falta de él
se desvanece.
Extraño sentimiento
el que cobijan
en secreto
el odio y el amor.
FRIEDRICH NIETZSCHE: EL CREPÚSCULO DE LOS ÍDOLOS
“Y sus ojos
eran como llama de
fuego, y habría en
su cabeza
muchas diademas;
tenía un
nombre escrito que
ninguno
ha conocido sino
el mismo.
(AP.19, 12)
Ya en mi
adolescencia/
mi ansia de
verdad/
mi amor por un
mundo
respirable y
transparente/
me arrastró – pese
a los
peligros, riesgos
y maldades
que encontré a mi
paso –
a los abismos más
tenebrosos
y profundos de las
vicisitudes
humanas.
También una luz de
esperanza
manaba de mi
corazón/ como
un reguero de agua
oxigenada
brotada de una
fuente.
Los cimientos que
sostuvieron
las fuerzas de mis
ideas/
salvaron los
obstáculos
de los honores,
los abrazos
y las prebendas de
los filisteos.
En la cumbre de mi
vida/
los amigos me
rodearon como
un enjambre de
abejorros
para deleitarse en
la miel
de mi
gloria.
Vagando como un
apestado
que no encontró
hombres de
su altura con los
cuales
entablar una justa/ Nietzsche supo
sobrevivir con un
bocado
de pan y un sorbo
de agua
para aplacar el
fuego de
mi boca.
Mientras refulgía
mi pensamiento
y arrastraba mi
cuerpo enfermizo
hacia hoteles de
segunda por
las inmensas
soledades de
la Europa alpina
y mediterránea/
comprendí que
la amistad era
algo majestuoso y
digno de
unos pocos.
Cuando me dejaron
solo
y lo sublime
desapareció
de mi vida como
una
nube que se
desploma/
mi corazón
apesadumbrado
derramó sobre mi
alma
la sangre que lo
sostenía
humedeciendo mi
carne
atormentada;/ la
desazón
carcomió su ser
hasta
sofocarlo por
completo.
Mi grito
se oyó entonces
como la voz de mi
Zaratustra:
“¿Dónde estáis,
amigos míos?
¡Venid! ¡Ahora es
el momento!”
El eco de mi voz
atronadora/
último hálito de
mi existencia/
buscó en vano
orejas menos largas
y mejor instruidas.
Desde mi muerte en
Weimar/
en Agosto de 1900,
la maldad de una recua
cristiana cazadora
de brujos,
curanderos y
zahoríes/ rebuznan
sus jaculatorias
purgativas
a mi oído.
El azufre romano
transformado
en catolicismo/
persigue la
sombra de mi gloria
para
quemarla en su
hoguera inquisitiva;/
mi risa cadavérica
esputa a
sus oídos en su
lengua muerta:
“Gloriae et
virtutis invidia est comes”.
A esos corderos
ensotanados
uncidos como
bueyes por sus
mentiras y
ambiciones/ sólo
me resta decirles
que cuando
el hombre sabio
señala el cielo/
sólo los imbéciles
miran el dedo.
EPÍSTOLA A LOS HOMBRES DE JERUSALÉN
“Sé que la cruz será mi sepulcro. Allí están colocados mis ascendientes, padre, abuelo, bisabuelo, tatarabuelo”
PLAUTO
“Miles Gloriosus”
Yo, Gestas, el malquistado “ladrón malo”, disperso entre el polvo de mi amada y odiada Judea, debo confesar que aun estando muerto, me cuesta, como me costó en vida, regresar a mi edad más olvidada, a la uva más dulce y tierna del racimo, o aquella en que mi inocencia me llevó a creer que existía un Dios justo que nos podía asegurar la paz y el pan diario sin escatimar diferencias entre los hombres de su reino.
Pero en ningún rincón de mi memoria encuentro un momento de paz a mi mísera existencia. Sólo desprecio e indiferencia recibía cuando de niño deambulaba, hambriento y andrajoso, por las más despreciables calles de Judea, Samaria y Galilea. Tras la decepción, mi vida se desprendió como una roca destinada a los abismos:
Fue entonces que sentí la inclinación de apoderarme de lo ajeno y así lo hice. Quité a los cobardes que no sabían defender sus pertenencias porque tenían las agallas de los peces. Comprendí que los más débiles sucumben bajo el brazo de los fuertes. Otros más poderosos que yo quisieron despojarme de lo mío, con fiereza y a costa de mi vida defendí mis pocas pertenencias: un manto, una túnica, unas míseras sandalias.
Así los días y las noches fueron transcurriendo sin dobleces, dándole rostro y nombre a mi delito, sin las hipocresías del Sanhedrín con sus Sumos Sacerdotes, sus doctores de la ley y su grey de circuncisos pusilánimes.
Cuando llegó la hora de saldar mis cuentas y los malditos romanos me pusieron en la picota, no me deshice en lágrimas ni ruegos como el bastardo de Dimas que con su boca rodeada de pelos babeados buscó el perdón fingiendo un arrepentimiento que no sentía. ¿Por qué no se retractó cuando con sus dedos maestros hurgaba en los bolsillos de los otros? ¿Se hubiera arrepentido si no hubiera estado en la cruz que le tocó en la Calavera ?
Quizá no sea el más indicado para juzgarlo, pero me arrogo el derecho a no creerle, como tampoco creí en las palabras de ese loco que andaba prometiendo Paraísos Celestiales mientras los romanos mancillaban a su pueblo
De ladrón malo he sido tildado por la misma Iglesia que a Dimas ha santificado. Ladrones los levitas traficantes de ofrendas; los fariseos estafadores de viudas y los ricos usureros que exprimían a los necesitados hasta límites inimaginables. Mi odio por esos malditos permanece inalterable aun después de mi muerte, porque aún cuando lo que fue mi rostro no se más que un vulgar cráneo hueco, aun este conserva la deformación que tenía la que aquellos que me insultaban cuando me hallaba torturado por la enclavadura.
No tengo nada contra ese Nazareno enclavado conmigo en aquel saliente rocoso a quien gritaban embustero, hijo de nadie y maldito.
Ahora sólo me consuelo pensando en el banquete indigesto que deben haber tenido los gusanos al dar cuenta de la carne de ese “ladrón bueno.
YAGO
Yago._ Aunque lo oído [Otelo]
como a las penas del
infierno, las necesidades
de mi vida actual me
obligan, no obstante, a
izar el pabellón y la
insignia del afecto.
“OTELO”
Acto Primero – Escena I
Shakespeare
Agudiza tus oídos
y afila tu mirada.
Carcoma de las virtudes,
la envidia, es alma engangrenada
que se amarilla aun bajo la losa
que la cubre; florece en los
pantanos como ortiga
que finge ser tomillo que se escarda.
Amante de las sombras,
aborrece la luz que abrasa y brilla:
su talento apolillado aletea
en la carroña: es magra porque
muerde y no digiere; es llama
que ennegrece y no consume.
En la sangre del cobarde y del traidor,
asume la forma de babosa o de gusano
persiguiendo a la manzana
que se otorga al mérito y la gloria.
Son pocos los que llevan a tus pasos
sombras de ventaja.
AVES DE MAL AGÜERO
Vosotros alertasteis al sanguinario
Herodes del nacimiento de un
Mesías.
Fuisteis vosotros, Reyes de Mal Agüero
Que la sangre inocente de los niños
de belén de Efrata llene vuestras
copas por los siglos de los siglos
en heces y en Amén.
DÍA DE LOS INOCENTES
Jesús se lavó las manos
y Judas fue crucificado;
Herodes se ahorcó arrepentido
de haber entregado a Judas.
El perro ladró tres veces
y Lázaro negó a Judas;
cuando éste resucitó y
se presentó a sus apóstoles
ahí estaba Barrabás.
Entonces Judas le dijo a Barrabás:
has hecho bien en no creer, hijo mío,
toca mis manos y mi cuerpo agujereado;
ya los tiempos venideros
te darán la razón.
Era un hombre que comía, se
bañaba, reía y se enamoraba
como cualquier ser humano.
Era fuerte, de voz viril, para
nada manso, menos un cordero
como lo desfiguran los evangelistas
a través de su fantasiosos escritos.
Si murió o no en una cruz
no interesa, está muerto y
esa es una certeza como lo
debe ser el lugar en que su
carne y sus huesos, como
los de cualquier mortal,
el tiempo debe haber corroído.
Dejémoslo descansar en paz
y bajemos el telón de la comedia.
Partiti sunt sibi vestimenta mea et super
vestem meam miserunt sortis.
YA NO MÁS
Y al pie de la cruz lloró amargamente
como llora un vientre estéril
donde el agua es un río que corre
entre huertos y secanos.
Ya no más ese cuerpo, se dijo.
Ese cuerpo flagelado hecho jirones
ya no más en mi lecho de agonía.
Ya no más sus labios quemándose
en los míos en sus juegos amorosos.
Ya no más su barba suave como
el mijo ni el calor de sus manos
en mi cuerpo desvestido sediento
de palabras y caricias.
Ya no más tú aroma junto al mío,
ni tu cuerpo en locas embestidas
ahogando mis suspiros con tu aliento
de pasos de Corinto.
Ni siquiera tu cuerpo he de velar
loco visionario, amante eterno.
Raboni, Raboni, Raboni.
He de envejecer con tu recuerdo
por las calles de Magdala.
Ya no más los demonios que en número
de siete arrebataste con tu magia
de mi mente.
SUICIDIO
Con suma tristeza,
con una pena negra
te dejo,
¡Amor de mi invierno!
Amor pasajero, amor
que se destruye solo,
el tuyo.
Acostado estoy sobre
la hierba de mi sueño,
húmedo por el rocío,
yerto de frío y tiritando.
FRAILECILLO, FRAILECILLO...
Conocí hombres que no
hablaban
en un año lo que yo
hablaba
en un
día.
Mi cráneo reluciente
y cuadrado,
firme en sus
convicciones,
alimentó de trigo
como a una rueda de
molino,
a mi noble corazón.
Combatí al Papa y a
su Iglesia
corrompida por el oro
y el dinero,
alcé mi voz al cielo
como una ave en libre
vuelo.
Si busqué refugio en
Wartburg
no fue por cobardía;
tan sólo
comprendí que dar
batalla
a fanáticos
irracionales,
engendros de un
papado
a quien las lágrimas del prójimo
incitaba más a la
crueldad,
era causa perdida.
Con voz clara y
firme,
confesé en mi lecho
que moría en la
fe que había
defendido con ardor.
Cerré los ojos, perdí
el color,
y recordé mis
palabras camino
a la Dieta de Worms:
“Frailecillo,
frailecillo, entras
por un camino
difícil.
ROJO
Para Jorge Bacacorzo.
Rojo en el judío incinerado, en el
libro en que Mao instruía a sus
secuaces y en la esvástica del
cabo de Bohemia.
Rojo en los cuadros de Amedeo,
en la sangre vertida en la
República y en mi lápiz bicolor
que dibujó mi infancia.
Rojo en la penumbra gualda y roja
que mi madre miraba en actitud
contrita.
Roja en la bandera soñada que nada
representa, en el escudo en que se
escudan los cobardes y en la
oreja mutilada del pintor de cuadros
tristes.
Rojo en el mar de la tarde en
que se fue Silvana y en los ojos de mi
madre con sus lágrimas.
Rojo en las líneas del cuaderno
de un niño que a veces quisiera
no volver a casa.
Rojo en los pechos de los muertos
que pintó un sordo y rojo también
en la Heroica de oído.
Rojo en la saliva de Kafka, en
las rimas de Bécquer y en las
manos del polaco que toca
polonesas.
Rojo en las manos de los papas
y sus ostias.
Rojo el de ese loco, en su costado,
crucificado entre dos ladrones.
Rojo el disfraz con que Dios vistió
a un ángel para justificar sus
errores y también la sangre
que vierte el toro sobre la arena
para que aúllen los hipócritas.
Rojas las manos del Inquisidor
que dispara latigazos sobre un
Bruno de espalda lacerada.
Rojo en las voces de los dioses
que blasfeman.
Rojo, siempre; por los siglos
de los siglos, rojo, siempre.
QUE EL CIELO YA NO SEA…
Que el cielo ya no sea
refugio de los dioses,
y que el Universo,
calmo y sereno,
deje que los hombres
vivan de sus sueños.
Que la paz caiga
como lluvia y moje
la sangre del tirano,
del hombre que miente,
del hombre que trafica
con la fe del agua santa.
Que en los campos
florezcan las abejas
y los pájaros,
y la tierra generosa
rinda con sus frutos
por doquier.
Ya no el oro que envenene
la flor del amaranto;
ya no ríos de fuego
sino azul de cielo;
que en la tierra zigzaguee
el agua fresca y la esperanza.
Ya no el hombre fratricida
ni la mujer que peca,
ni páginas de embustes
ni la hierba funesta
ya no santos de escayola
ni dioses que nos mientan.
Ya no más de ya no más.
EL DIABLO Y DIOS
Fue en los primeros tiempos, cuando el
hombre primitivo recién comenzaba a diferenciar el día de la noche y el sol de
la luna, en que los seres más apacibles, dóciles y calmos, empezaron a ser mal
vistos por aquellos que gustaban del bullicio, la aventura y la gresca.
Entonces se dio la separación inevitable o, mejor dicho, los primeros buscaron
alejarse de esos seres belicosos y viciosos. Así deambularon por la tierra
durante miles de años, o quizás más, cada grupo blandiendo como un tesoro su
propia esencia, su forma peculiar de ser. Los que podríamos llamar “los buenos” tuvieron que inventarse un
guía, un adalid, alguien que los representara y los protegiera. Es así como,
seguro que alrededor de una fogata surgió la idea de un creador bondadoso,
sabio y justo: había nacido Dios.
El otro grupo, “los malos”, deben haber caído en la necesidad de hacerse
representar también: el Diablo había nacido. El grupo de Dios hizo suyo un
proceder que siglos después Pablo de
Tarso acuñaría en su Epístola a los
efesios, Nolite locum dare diabolo.
La lucha entre los buenos y los malos había comenzado. Ya después vendrían los
doctos a darle forma y consistencia a estas ideas surgidas un poco al azar. Se
fundaron iglesias y sectas secretas. De que el Mal le va ganando la partida al
Bien no cabe en la posibilidad de las dudas. Ahí están las guerras, las armas
sofisticadas y los hombres embebidos de poder para avalar esta aseveración. El
Diablo parece ser más poderoso que Dios. Este parece, parece arrastrar un aire de duda.
APOSTILLAS
Ante la muerte se valora
el arrepentimiento. ¿Dimas?
AZORA IV, 22
Según sus seguidores fue un Revelador;
para Teófano, un epiléptico botando
espumarajos en una gruta; para
Johannes Damascenus, un falso
profeta; para Dante, un sembrador
de escándalos. La Revelación
le llegó a trozos por medio
de un Espiritu Santo. Una
aleya mediní sostiene claramente
que fue Gabriel. Sólo los perversos
ponen en duda este prodigio.
AZORA XXVI, 193 ss.
Hay seres alígeros de dos o cuatro
apéndices. ¿Por qué esa diferencia
tan sustancial? Eso sólo lo sabe
el Revelador.
El poder de Dios no
le está concedido a ningún hombre.
Nadie es depositario de su
misericordia. Con grandes diferencias
se acarrean más ovejas al redil.
AZORA XXXV, 1-2
Toma este libro sagrado, contiene
la verdad. No hay discrepancias
que valgan; Dios no acepta incrédulos
ni embusteros; eso sólo le
está dado a Él. Bajo su mirada
está el Sol y la Luna y las horas
de la noche en que ores con devoción.
AZORA XXXIX, 2-12
Imaginamos a Jadicha y a Abu Bakr
en el recinto privado de las sombras,
esperando el salario y la luz
prometidos
por haberse jugado el honor a mano
de un asaltante de caravanas que
arremetió contra la idolatría; el
mismo que blandiendo un tizón
amenazaba a los hipócritas para
que buscaran su luz en otro sitio.
AZORA LVII, 13
DARWIN
Todos
tus desvelos hecho polvo
por
una turbia genealogía que
va
desde Abraham hasta David,
pasando
por Aram y Ezequias.
El
caballo de Leonardo, fundido
por
los bárbaros, es un paradigma
de
que el hombre es hombre
y siempre ha sido hombre:
oficioso
constructor de calamidades,
andamiaje
de obscenidades y
fabulador
de infamias y calumnias
todas
tus reflexiones sobre el
Origen
yacen en el cofre sagrado
de
las supercherías, donde el
Hombre
Infalible asienta su
venerable
culo sobre los cálculos
de
Galileo, los sermones incendiarios
de
Savonarola y las dudas del mártir de Nola.
UN ASESINO
La
armonía de la vida sucumbió
ante
el capricho del Supremo. A
un
hombre le fue dado el privilegio
de
la Muerte. También la gracia
del
desaire le fue otorgado con
desdén.
Cúpole a Caín el papel
del
hombre malo. Caín o Abel
daba
lo mismo; la fábula
tenía
que escribirse
LAS ETERNAS PREGUNTAS
¿Sobre qué espacios del pasado
quema el mismo sol de este verano?
¿Qué
mirabas, María, bajo la tenue
garua de una tarde fría?
¿Dónde está tu lanza ensangrentada,
fiel romano, ese duro y fuerte hierro
que desgarro la carne sagrada
del carismático judío?
PEDRUSCOS
La sangre es la misma, la de la muerte
que corre sobre el ara ansiosa de
pecados.
El señor, sediento, espera la estocada
que convierte la matanza en Pan de
vida.
Un Salmo apaga con el filo de la daga
el grito del animal sacrificado.
ÉXODO XII, 3-7
El Libro lleno de secretos que
maravillan.
Ángeles del Señor pueblan la Tierra
llevando los mensajes del Supremo.
El hombre acata la palabra divina
sin chistar, sin dudar. La boca
cerrada ni peca; los ojos ciegos
no asombran.
JUECES XIII, 8-25
De la mejor madera se hace el Templo.
El cantero labra la piedra, el brazo
del herrero el duro hierro funde.
Las puertas reforzadas de grapas y de
clavos.
¿Dónde dormirá esta noche el desvalido?
¿Dónde el mendigo y el esclavo?
CRÓNICAS XXII, 2-4
La ropa hecha jirones, los cabellos
arrancados en un acto de locura.
El temor al Creador viene de ellos,
de los desterrados que por premura
se han cebado en las leyes de pureza.
ESDRAS IX, 1-5
Desde lejanos tiempos os condenan
vuestros velos y pulseras. Pagarán
en el infierno, donde las almas penan,
la osadía de burlarse del buen Dios.
EZEQUIEL XIII, 17-21
Antes fue Gaza y Ascalón.
¿Qué hay ante la furia de un Dios
que truena y ruge? ¡Oh Desolación!
Tierra estéril la que a su paso queda.
SOFONÍAS II, 4
Se topó el solitario Diablo
con el Señor de las evasivas,
en un desierto. Aburrido de
sus respuestas, el Ser dado a
la maldad se marchó dubitativo
en busca de algún sensato con quien
dialogar.
LUCAS IV, 1-13
DIVERTIMENTO DE LOS HEREJES EN DIEZ
MOVIMIENTOS
A la memoria de Giordano Bruno,
el bravío heresiarca de Nola.
“No debo ni quiero arrepentirme,
no tengo motivo para ello y no
sé por qué debo arrepentirme”.
“Tienen ustedes más miedo al
pronunciar la sentencia que
yo al escucharla”.
GIORDANO BRUNO.
PRIMER MOVIMIENTO
(SALDANDO CUENTAS)
He luchado contigo,
tantos años.
Enlutando estás mi
corazón; de mi
alegría plena no
queda sino una
sombra reclinada.
Tú, que fuiste mi
salvador en la
mañana, en la vida
que asoma
celeste, brillante,
tentadora,
te alejas ahora como
una hostia
candente que muere en
el horizonte
donde adormece el
mar.
Yo no tengo nada que
reprocharte.
No eres mi padre ni
mi guía;
no eres dueño de mi
miedo
ni causa de mi
angustia.
No me miro en el
espejo de tu ara,
ni me inclino – a la
luz del blandón
de la arandela – en
la peana en que
mamá oraba, oraba,
oraba.
Eres dueño de un
misterio primigenio,
de una oración, del
canto de un gallo
perdulero, de un
hombre de barba
que busca castigo, de
un canto
celestial, de un
tributo de fe y
adoración ajeno a mi
conciencia.
SEGUNDO MOVIMIENTO
(SILBANTE
Y LIGERO COMO EL VIENTO)
Muerte ha creado un
canto para el hombre.
Silbante y ligero
como el viento,
el barro asoma su
rostro seducido
por la nube
claroscura del crepúsculo.
Tú vienes, Muerte, a
imponer tu esencia,
tu supremacía sobre
el hombre que hundes
bajo tierra, sobre el
que camina despreocupado,
sobre el que viene
como un río
y el que tiene que
venir,
sobre el que vino y
el que no vendrá,
sobre el que vendrá y
el que no vino.
Y ese Dios con su
poder que seduce,
es la gloria del
pobre, el maná del triste,
el gozo del amor, el
que avala una promesa,
el horizonte que no
dibuja nada,
la risa fingida de la
hipocresía,
un espejismos sin
agua ni verano,
un bonete, una teja,
una capucha.
Todo eso eres y no
eres,
todo eso y más y más
y más.
TERCER MOVIMIENTO
(YO
SOY MI DESTINO Y MI DIOS)
Te arrogan, Dios,
otros, el poder de
decidir el destino de
los hombres.
Caridad, fe y
esperanza hecha soberbia.
Sólo la Muerte
determina cuándo muerde
la serpiente el
cuello del viajero,
que duerme en sueño
placentero
debajo de la higuera.
Simoniacos de alba y
cíngulo
muerden como
serpientes:
los monos caen en sus
brazos y santifican;
los gusanos se
arrastran y lamen
los pies santos.
¿En alguna ocasión ha muerto un dragón
por el veneno de una serpiente?
Así hablaba Zaratustra
CUARTO MOVIMIENTO
(LA
NIÑEZ, LA VIDA Y LA MUERTE)
El cielo en lo
terreno
se cierra con la
muerte.
Ella no es un cielo
prometido; por eso
la acompaño sin
temor,
acechando su paso
furtivo,
el paso sin huella de
un sayal que levita
en la eternidad con
más fuerza que ese
árbol de la ciencia
con sus frutos
podridos.
La muerte es la
memoria de los muertos,
el sueño definitivo
de un morir tranquilo
sin la ilusión
malsana de resucitar
de entre los muertos;
todo lo que de la
tierra viene a la tierra vuelve.
La Muerte es
justicia, morada excelsa
donde llega el pobre
y llega el rico;
tratados por igual,
sin gloria y sin amor,
disfrutarán la
eternidad de un rostro bello.
QUINTO MOVIMIENTO
(LIBACIÓN DE SACRIFICIO)
Yo me atraganto de
cordero, de hígado
de cerdo, de entrañas
de palomas,
de sangre de animales
que tiñen
de rojo el ara del
Buen Dios.
A él le guardo una
hostia rancia,
el cáliz con vino
avinagrado.
El Ventrudo D’aquino,
que en la tragazón
no respetaba Maitines
ni Laudes,
ni Primas, ni
Tercias, ni Sextas,
ni Nonas, ni
Visperas, ni Completas,
quizá esconda en su
despensa
un trozo de jamón,
una hogaza de pan,
una jarra de buen
vino, un acetre con olivo.
¿Sacrificará, el
Doctor Angélico, su apetito
voraz en honra del
Buen Dios?
Inopem me copia fecit, eructará
su babeante boca.
SEXTO MOVIMIENTO
(LA TRAICIÓN
NO ES UN BESO, ES UNA VOZ)
¿Quién soy yo, Judas,
para librarte de
la ignominia que han
echado sobre ti?
¿Quién soy yo para
juzgarte?
Lloraste por los
muertos que mataron los
romanos; tu corazón
ardió de cólera
cuando el invasor se
apoderaba de tu
tierra y, más aún, al
ver el terror
que dominaba a tu
pueblo; pero ninguna
voz ni ninguna mano
se alzaba
contra el tirano.
A mis ojos y a mi
entendimiento, Judas – bar –
Simón, quisiste
liberan a tu gente del
Cordero de Dios, del que ponía las mejillas
a sus enemigos para
que lo zurren como
se zurra al esclavo o
al loco que ha
perdido el juicio.
Tú, Judas, el de
espíritu rebelde,
el conspirador de
noches estrelladas,
el que comandó
ejércitos liberando
pueblos a costa de su
vida, tú
no traicionaste.
- Necesitamos lobos que dirijan las
manadas, dijo Judas, no pastores
que lleven ovejas y carneros al matadero.
Al romano hay que darle dentelladas,
no discursos ni baladas.
Fue Pedro, el glotón
que eructaba como
cerdo, el que negó
tres veces, al
son de un gallo
cantarín, a su maestro.
La cabeza del gallo,
en la boca del traidor,
debería entonar las letanías
al Buen Dios.
SÉPTIMO MOVIMIENTO
(LA HUIDA)
Ahí está la hembra,
tumbada como una
gacela. Su celo es
húmedo y su piel
tibia como la leche
que el cordero
bebe matutino.
El nómada llega con
los pies polvorientos
y se tumba en un
petate al lado de ella.
La casera le
advierte:
-
Ten cuidado, su boca
es pecado.
Su piel tienta tanto como la
serpiente. Su nombre es María
y viene de Magdala.
Ella duerme plácida.
Su cuerpo ha calmado
el furor de cinco
hombres, todos peregrinos:
de Jericó, del
Damasco, de Palmira, de
aquellos lugares
donde todo se mercadea.
-
Ella lo hace para
tener que comer, no
tolera que los hombres la marginen,
ni que la ninguneen, ni que la traten
mal; por eso lo hace, insiste la
casera mirando su
candil.
El hombre venido de
Nazaret observa sus
muslos desnudos y
siente que sus manos
tiemblan, que sus
piernas tiemblan,
que su cuerpo todo,
tiembla.
- Sólo tengo palabras de consuelo para
ti y tú el fuego que yo quisiera
apagar, musita el hombre barbado
al ver que la casera
se ha marchado.
El tiempo pasa y la
luz del candil se hace
más tenue.
El hombre se levanta,
abre la portezuela de
la barraca. Un viento
fuerte y polvoriento
golpea su rostro.
Mira por última vez
a esa mujer a quien
volverá a encontrar
en su loco derrotero
y se pierde entre
esos remolinos
nocturnos de aire,
tierra, soledad y
silencio.
OCTAVO MOVIMIENTO
(LA CALAVERA)
En ese cielo grisáceo
que anuncia una tormenta
el centurión lo mira
con desgano. El hombre
de la cruz parece
hablar con fuerzas oscuras.
-
Cuatro, grita un soldado y
coge el
sudario.
-
¿Qué harás con él?, pregunta el
perdedor.
-
Hay una frigia que me
enciende el cuerpo,
pienso dárselo, quizá así acceda a mis
deseos.
La roca de la colina
por donde Longino camina
es dura, pedregosa,
con guijarros
que cortan sandalias
y coturnos con suma
facilidad. Uno de los
ladrones no deja
de perorar a oídos de
ese judío cuyo
cuerpo lacerado es la
vergüenza de
Roma.
-
Me llevarás contigo,
dime, judío. Cierto
que me llevarás al reino de tu padre.
Mira que te he dicho que estoy arrepentido.
Más que una petición
la de Dimas es
una exigencia. El
Nazareno lo mira
con indiferencia.
Duda de ese hombre
pero él, que implora
la credibilidad
de los hombres, él,
¿tiene derecho a
dudar?
Longino regresa.
-
Apúrate a morir, por
favor,
suplica.
Nunca ha estado él en
batalla alguna. Nunca
la sangre de otro ha
caído sobre sus manos.
¿Por qué ha de hundir esa lanza
en el cuerpo de ese hombre?, se lamenta.
Un centurión se
acerca montando un
caballo. Lo mira
inquisitivo. “No
demores”, le dice. Quiero marcharme
cuanto antes de este
horrible lugar”.
Longino mira con
curiosidad. Es un
enorme animal
amarillo de ojos
sanguinolentos y boca
rebosante de espuma.
Lleva freno en el
hocico, pero aun
así a los esclavos
que lo llevan de
las riendas les
resulta difícil evitar
que se encabrite y
hociquee.
El tiempo cambia como
cambia el clima,
como cambia la
vanguardia romana
en el campo de
batalla.
Unas mujeres lloran;
unos curiosos
disfrutan de la
escena; unos soldados
beben en esa rutina
que los aburre.
Matar ya no tiene la emoción
de los
primeros muertos.
La lanza penetra por
un costado y un
quejido quiebra el
silencio.
Yo soy legionario, musita Longino al pie
de la cruz, y desde niño me han enseñado
que he de morir derecho, pero quisiera
arrodillarme, postrarme en este
calvario con tal de alcanzar a besar
la herida que sembré en tu pecho. Muere
como hombre, demuéstralo a los demás.
Sé que con tu dolor yo crezco y me
enaltezco con tu muerte. Si quieres
darme un castigo, hazte
a un lado
en el tablero y llévame contigo.
NOVENO MOVIMIENTO
(INOCENCIA)
Yo cree de niño un
reino para ti,
con tus ángeles y tus
santos de escayola,
con tus cirios
encendidos, con sayales
y esclavinas, con
bonetes, cíngulos y
altares.
Y de niño forje mis
esperanzas
en las páginas de un
libro que llenó
mis noches de alegría,
que hizo de mis días
el Pan Nuestro de
tantas bendiciones.
Y tampoco entre mis
juegos
faltaron oblaciones,
palabras de
consuelo al desvalido,
el beso de mi madre:
amoroso
y suave como lirio
matutino.
Mis juguetes,
compartidos con los
pobres, besaron el
pan en jueves
santificados y
viernes bendecidos.
Tu llegada fue un
deseo donde mi
alma regocijada oró bajo
tu Iglesia.
Hoy esos altares
yacen bajo el polvo
que el tiempo ha
consumido.
La esperanza es una
vieja santurrona;
la caridad, una
ramera;
la fe, tu voz que ya
no suena.
DÉCIMO MOVIMIENTO
(IMAGEN DE LA MUERTE)
En la mano de un niño
un ramo de geranios,
narcisos, lirios y claveles.
La muerte que será mi
infancia
en camino diariamente
recorrido.
Cargando su guadaña,
a paso lento,
hosca y cadavérica la
veré venir.
Con ella renaceré en
otras lindes,
con ella transitaré
la eternidad.
Con ella vine y con
ella partiré.
Será como Cyrano la quería:
al caer de una tarde,
con garúa
invernal, con un
celaje gris.
¡Feliz él, que murió con ilusión!
VIRGINIA WOOLF
Buscó librarse de sus
pesares
sumergiéndose en el
silencio.
En la claridad de las
aguas
quedaron los malos
tiempos.
Escapó de la jauría
para
escupir sus
descontentos.
Aguas grises y
salvajes
pobladas de hojas
muertas.
La tierra ha
esculpido
su nombre con ribetes
púrpuras.
Sólo nos queda su
voz,
su carne y sus huesos
pertenecen al tiempo y a la
tierra.
FUEGO Y TERROR
No
sólo los millones de judíos, víctimas del holocausto, cayeron como dóciles
ovejas en manos de los nazis, quienes lograron un dominio completo sobre ellos.
Muchos pueblos, verbigracia los Incas, fueron víctimas del terror absoluto, de
un miedo por una agresión incomprensible e injustificada, de un pánico que
hiere sin previo aviso. La tortura ha funcionado y funcionará siempre.
Esa
banda de asesinos intolerantes que conforman el Tribunal de la Santa
Inquisición, fueron tan expertos como los nazis en el “arte” de torturar y
quemar gente inocente. Los nazis usaban hornos para incinerar, la iglesia Católica
sólo maderos; pero los sacerdotes aventajaron a los secuaces de Hitler en
sadismo, ellos los quemaban vivos.
ORACIÓN DEL ESPÍA
Duro oficio el mío,
traicionar, abjurar
en nombre de la
patria.
Beber en los lugares
más
abominables; dormir
a la intemperie
contando
las estrellas que los
generales,
sin haber ganado una
batalla,
lucen en sus pechos.
Comer, sí, a las
volandas
en un tranvía, en el
bosque,
en un nido desolado.
Duro oficio el mío,
sin cartas de los
padres,
sin fotografías de
los hijos
para consolarse. Hasta
la
lealtad de Dios me es
compartida.
Resignado estoy a la
soledad
y al abandono.
LAS NUBES
Jugando entre el
celaje
vespertino, dos nubes
viajan al compás
de un viento
gondolero.
La noche asoma
sigilosamente un
sol que se adormece,
y Dios, enfurecido,
anuncia nuevas
tempestades,
rabietas de un viejo
solitario.
Como dos amantes
las nubes arden de pasión;
una llora, otra
solloza,
la lluvia corta el
aire,
la tierra se ennegrece
en grama, piedra y
lodo.
Y Dios, sarcástico,
ríe
a carcajadas,
bebiendo
la hiel acumulada
en música de bilis.
en música de bilis.
EGO SUM LUX MUNDI
Cuando
leo sobre los cuantiosos casos de pedofilia cometidos por curas de la Iglesia
Católica en todos los continentes, se me viene a la mente la incendiaria,
ambigua y fatal frase de San Agustín que dice: “Ama y haz lo que quieras porque nada de lo que hagas por amor será
pecado”. Este hecho nefando seguirá sucediendo mientras en el vaticano no
se discuta sobre la soltería obligada que llevan sus sacerdotes. El celibato,
establecido en un concilio anacrónico, no es más que una tortura, un escupitajo
al sentido común. Para los jerarcas de la Iglesia, incluido el “hombre infalible”, los casos de
pedofilia no son más que pecados y, que como tales, deben ser perdonados. Lo
que para cualquiera eso no es más que un delito execrable, para los cardenales
y obispos no pasa de ser un pecadillo. La Iglesia Católica, ese ente
parasitario que predica el amoral prójimo; que goza de la complacencia de
muchos Estados para imponer sus “Jueves y
Viernes santos” sin admitir discusión alguna; que se atribuye al derecho de
estar por encima de las leyes civiles; que recibe subvenciones del Estado,
debería comenzar a hablar de delito y
no de pecado se quiere seguir
conservando la clientela que año a año va desertando de sus Iglesias. Charles Scicluna,
el promotor de justicia de la Congregación para la Doctrina de la Fe, dijo muy
suelto de huesos al referirse a las denuncias de pedofilia. “El secreto sirve para proteger la buena
fama de las personas involucradas; en primer lugar, de las víctimas; y después
de los clérigos acusados”. Y luego añadió: A la Iglesia no le gusta la justicia
concebida como un espectáculo”.
L’Osservatore Romano, el
órgano oficial de la iglesia, algo así como el diario El Peruano, pues, ahí se propalan los documentos oficiales de la
Iglesia, sus bulas, encíclicas, etc. Bueno a raíz de la muerte del escritor
portugués José Saramago, dicho diario pontificio lanzó una serie denuestos de
todo calibre contra el autor de “Caín”
y “El Evangelio según Jesucristo”,
por el solo hecho de haber escrito un libro sobre Jesús y otro reivindicando a
Caín.
Ironizar
sobre dogmas que la Iglesia considera indiscutibles, ventilar temas que son
tabú, cuestionar a la religión que mandó a la hoguera y encerró en cárceles
inadmisibles a millones de personas inocentes que se atrevieron a cuestionar su
fe, es exponerse a su catalogado como
apóstata, esperpento, sacrílego, demoniaco, libertario, extremista y otros
ucases de grueso calibre.
¡Qué
fácil es envalentonarse ante un cadáver que ya no puede replicar!
Eso
es típico de la recalcitrante y obsoleta Iglesia Católica. Intolerancia a la
mejor manera papal. Las agresiones demoniacas contra los niños por parte de los
curas seguirá dándose mientras la iglesia siga pensando como San Jerónimo para
quien el casamiento era la reafirmación del pecado original, que el verdadero
estado de gracia se correspondía con la virginidad y la castidad, tal como era
la existencia paradisiaca anterior al pecado.
Pablo
de Tarso, ese hacedor de fantochadas y sandeces, dice en su carta a los
Corintios a los que osaban fornicar:
“Os
he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios; no absolutamente
con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con
los idolatras; pues en tal caso os sería necesario salir del mundo. Más bien os
escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose idólatra, o maldiciente,
o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis”.
(1
Corintios, 5 (9 – 11))
Luego
agrega, con su típico tono moralista, machista y homofóbico:
“¿No
sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los
fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que
se echan con varones (…) Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el
Señor, y el Señor para el cuerpo. (…) Huid de la fornicación. Cualquier otro
pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; más el que fornica, contra
su propio cuerpo peca. (…) En cuanto a las cosas de que me escribisteis, bueno
le sería al hombre no tocar mujer”.
(1
Corintios, 6 (5 – 18) y 7 (1))
Con
tales predicadores que se puede esperar de la iglesia Católica. Lejos de
erradicar de lleno el problema de la pedofilia, la iglesia, con su estricta jerarquía
y sus inquebrantables dogmas y su utópico sistema que aspira a un pensamiento
único, ha sido capaz de beatificar al principal encubridor del más grave
escándalo que ha estercolado a la Iglesia Católica, en toda su larga historia. Juan Pablo II,
santo de qué. Este señor, con ínfulas de paloma pacificadora, amparó y ocultó
el comportamiento delincuente de sus curas pedófilos redestinándolos para que
pudieran evadir la justicia. Fue Wojtyla quien protegió a Bernard Law, cardenal
de Boston, y a Marcial Maciel, el sacerdote mejicano fundador de la Legión de
Cristo, ex adicto a la morfina, pedófilo empedernido y padre biológico de
varios niños. Juan Pablo II, el nuevo Santo de la Iglesia, tuvo la desfachatez
de llamarlo públicamente “modelo de la juventud”.
Después
vino Benedicto XVI, otro Papa que se equivocó de siglo confundiendo el siglo
XXI con la Edad Media; sólo así se explica su integrismo adocenado, medieval e
intransigente. En su estadía en Méjico se negó a recibir a las víctimas de
Marcial Maciel. Nada se podía esperar de es pobre esguízaro que cuando fue
investido de Papa anunció a los cuatro vientos: “Rogad por mí para que, por miedo, no huya ante los lobos”. Y los
lobos se lo almorzaron con babuchas y todo.
No
fue capaz de detener ese carrusel que fue la fuga de papeles secretos, las
emboscadas y zancadillas de Angelo Sodano o las sordideces del conflictivo
Tarcisio Bertone. Hasta el L’ Osservatore
Romano publicó una vez un título por lo demás sugerente: “un pastor rodeado por lobos”. Todo ello
lo llevó a su renuncia, cuyo pregón es de lo más patético: “…para gobernar la barca de San Pedro y anunciar el Evangelio, es
necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en
los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad
para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado”. Una buena manera
de sacarle el cuerpo al problema: a la pedofilia galopante de curas babeantes y
sibilinos, y a esa mafia de traficantes que se haya enquistada en el corazón de
la llamada Santa Sede. “De la cruz no se
baja”, le espetó al cura alemán el arzobispo de Cracovia, Stanislaw
Dziwisz, compañero de andanzas de Juan Pablo II en otros tiempos no lejanos.
¿Qué destino le espera a la Iglesia Católica en el futuro?
No
muy bueno que digamos, aunque aún siga confiando en la ignorancia de sus
feligreses, ahora que tienen un Papa argentino que más parece un choricero de
la Calle Corrientes, el futuro no se presenta muy provisorio. Bergoglio no es
un Papa revolucionario. En su diálogo con la prensa, a su regreso de Brasil,
declaró que no habrá cambios frente a temas como la abolición del celibato
sacerdotal, el matrimonio gay, sobre la ordenación de mujeres sacerdotes o
sobre el aborto. Este es un Papa populista y campechano que cree que con su
cara bonachona y tranquila va a recuperar a las cuantiosas ovejas que ya
abandonaron su redil.
REFLEXIONES EN SEMANA SANTA
Abro la Biblia al
azar y me encuentro con Jeremías 6 (11 –
15).
Dios me dijo:
“Da rienda suelta a tu enojo
sobre las pandillas de jóvenes,
sobre los hombres y sus esposas,
y aun sobre los ancianos.
¡Todos ellos serán capturados!
“Yo voy a castigar a todos
los que viven en Judá.
Sus casas, campos y mujeres
pasarán a manos de otros.
Les juró que así será.
“Todos desean lo que no es suyo,
desde el más chico hasta el más grande.
Ya no se puede confiar
ni en el profeta ni en el sacerdote.
Con pañitos de agua tibia
pretenden curar las heridas de mi
pueblo.
Insisten en que todo está bien,
cuando en realidad todo está mal.
Han cometido los pecados más
asquerosos,
pero ni vergüenza les da,
pues ya no saben lo que es tener
vergüenza
por eso, voy a castigarlos,
y todos serán destruidos.
Les juro que así será.
¿Quién es este Jeremías?
Echo mano a mis cuantiosas Biblias y saco la siguiente conclusión. Este hombre
nació en un pequeño pueblo cerca de Jerusalén, Ananot.
El padre era sacerdote,
Hilcías, e influyó en la formación del hijo. Según la tradición, Jeremías
recibió la palabra de Dios siendo muy joven y lo envió a proclamar su mensaje a
los israelitas. Escuchemos al profeta hablarnos de este prodigio:
Dios me dijo:
“Yo te elegí antes de que nacieras;
te aparté para que hablaras en mi nombre
a todas las naciones del mundo”.
Le contesté:
-
Dios todopoderoso, yo no sé hablar
en
público, y todavía soy muy joven.
Pero Dios me toco los labios y me dijo:
-
No digas que eres muy joven. A partir
de
este momento tú hablaras por
mí.
Irás a donde yo te mande, y
dirás
todo lo que yo te diga. No
tengas
miedo, que yo estaré a
tu
lado para cuidarte. Desde
hoy
tendrás poder sobre reinos
y
naciones, para destruir o derribar,
pero
también para levantar
y
reconstruir.
Luego Dios me hizo dos preguntas:
-
Jeremías, dime, ¿qué ves?
Yo le respondí:
-
Veo la rama de un almendro. Sus
frutos
son los primeros en madurar.
Entonces me dijo:
-
Tienes razón. Yo soy el primero en
hacer
cumplir mis palabras. Pero,
¿qué
más ves?
Le respondí:
-
Veo en el norte una olla hirviendo,
que
está por volcarse hacia el sur.
Y así sigue nuestro
profetita divagando durante 52 versículos cargados de palabras gaseosas y
flotantes. Lo cierto es que nuestro afortunado Jeremías, según la tradición
bíblica, anunció el mensaje de Dios en el reino de Judá, cuya capital era Jerusalén. En esa ciudad se encontraba el
templo de Dios. El reino de Judá estaba en la parte sur de Palestina, y durante
muchos años estuvo separado del reino de Israel que estaba en la parte norte.
Jeremías, siempre siguiendo
la tradición bíblica, anuncio el mensaje de su Dios entre los 626 y 586 antes
de Cristo.
Durante estos años, cuentan
los historiadores de la Biblia, el reino de Judá estuvo amenazado por grandes
naciones como Egipto y Babilonia. Estos dos países siempre buscaron derrotar a
Judá y esclavizar al pueblo de Dios. Sucedió que el pueblo de Dios en Judá no
estaba viviendo de acuerdo a lo que su Dios ordenaba, sino que adoraba a dioses
de otras naciones, desobedecía a Dios, y se mostraba muy rebelde.
Por esta razón, es que Dios
le pide a Jeremías que ayude a su pueblo a darse cuenta de que estaba yendo por
mal camino, y que tarde o temprano Dios los iba a castigar. Concluimos diciendo
que el pueblo de Judá no hizo caso a Jeremías por lo cual Dios terminó
destruyendo a su pueblo.
Luego de esta amplia
introducción y embebido de santidad me pregunto por qué Dios no se me aparece a
mí. Si me preguntara que ves, le respondería:
-
Veo unas iglesias traficando con tu nombre. Todas ellas
tienen una meta en común, hacer dinero. Pero podría sorprenderte esto a ti que
todo lo sabes y todo lo ves. También veo a unos malandrines llamados Papas que
son unos verdaderos alcahuetes y delincuentes. Ahí veo a uno parado en un
balcón al lado de un militar asesino; en otra foto se le ve al sujetos de manas
impartiéndole la bendición a un sacerdote libidinoso y pedófilo.
¿Qué más veo, señor Dios?
Pues todo lo que tú también verías si existieras en
alguna parte de este infinito universo. Pero veo que todos los libros sagrados
no hacen más que contar historias cojudas para lectores más cojudos aún.
Cierro mi reflexión por
Semana Santa citando a Lenin cuando habla en “El Socialismo y la religión”
“La religión es uno
de los tipos de opresión espiritual que cae en todas partes sobre las masas
populares, aplastadas por el trabajo eterno para otros, por la pobreza y la
soledad. La impotencia de las clases explotadas en la lucha contra los
explotadores da origen también inevitablemente a la fe en una mejor vida de
ultratumba, del mismo modo que la impotencia de los salvajes en la lucha
contras la Naturaleza hace nacer la fe en los dioses, demonios, milagros, etc.
La religión enseña resignación y paciencia en la vida terrenal a quienes
trabajan y pasan necesidades toda la vida, consolándolos con la esperanza de
recibir recompensa en el cielo. Y a quienes viven del trabajo ajeno, les enseña
caridad en la vida terrenal, ofreciéndoles una absolución muy barata de su
existencia de explotadores y vendiéndoles a precios módicos pasajes al
bienestar celestial. La religión es el opio del pueblo. La religión es una
especie de aguardiente espiritual de mala calidad en el que los esclavos del
capital ahogan su fisonomía humana, hunden sus reivindicaciones de una vida
digna del hombre”.
(Lenin,
Obras
escogidas, Tomo III)
No profeso religión alguna,
no soy ateo, ni estoy con ningún tipo de sistema político, pero qué precisas me
resultan las palabras de este hombre.
SOLIDARIDAD
Después
de tu partida irreverente,
sumido
en triste desconsuelo,
me
queda la sonrisa maldiciente,
de que
aun después de todo lo vivido
compartiremos
las llamas del infierno.
ESFINGE
¡Oh generaciones humanas!
Cómo en mi cálculo,
aunque reboséis de vida,
sois lo mismo que la nada.
Cansada
ya de los caminos,
de los
viajeros de pies encallecidos
y
respuestas insensatas,
del
polvo de las grandes turbulencias
- herida de amor,
amarga y fuerte -
abandoné
el voto de los dioses
y abrí mi
corazón a mejor suerte.
¿El
amor?...
Triste camino
el de los hombres
con el
destino a cuestas,
y en la
memoria plena,
triviales
sueños propio de mortales.
DEL
BREVIARIO DE LOS HEREJES
herejía
1
El
hombre que quiere liberarse de la estupidez, debe abrir su corazón al arte y a
las ciencias. Comenzar dejando de lado esas memez con que nuestros padres nos
formaron presentándonos a un hombre hecho de barro y a su mujer surgiendo de su
costilla como Ave Fénix, Lázaros de mil resurrecciones y las triquiñuelas de un
pobre infeliz con ínfulas de mago capaz de multiplicar panes y peces mientras
caminó sobre el agua.
herejía
2
Toda
religión naciente se nos presenta como abanderada de la libertad y dueña de
idea progresistas. Una vez triunfante, se vuelven dogmáticos y conservadores,
traicionando los postulados con los cuales emergieron. No hablo de ese
Cristianismo incipiente que supo dar batalla al cesarismo romano. Hablo del
Catolicismo parasítico, esa comunidad de curas reaccionarios, protectores de
nazis en fuga, aquellos que se convirtieron en lameculos de Francisco Franco y
su cohorte de asesinos.
herejía
3
La
Iglesia no quiere voces que se rebelen contra la injusticia, sino una grey que
balen como carneros y chillen como cabras; no hombres de pensamiento y
reflexión, sino conformistas y obtusos; no hombres blandiendo espadas de
combate, sino ovejas que batan palmas al son de canticos divinos y rancias
jaculatorias.
herejía
4
el
tirano siempre lleva en la mano la fusta para enrojecer las nalgas de los
oprimidos; el cura, su rosario para nublarles la mente con antífonas y
ofertorios.
herejía
5
hombres
de genio como Miguel Ángel, Leonardo, Rafael, Calderón o Cervantes le habrían
dado más a la Humanidad sino hubieran caído en las aguas fangosas de los dogmas
religiosos.
herejía
6
Marcelino
Menéndez y Pelayo, a pesar de su trágica muerte a los 56 años, es considerado
uno de los grandes críticos y eruditos que ha dado España. Dotado de una formación
estética propia de un humanista – Horacio, Píndaro, Dante, Virgilio, Shakespeare,
Cervantes –, tuvo el pecado mortal de ser un fanático católico. De ahí que su “Historia
de los heterodoxos españoles” sea tan polémica y parcializada. Sus opiniones
religiosas se filtran sutilmente en sus juicios literarios, al punto de
convertirse muchas veces en un apologista del catolicismo.
No es difícil
imaginar a don Marcelino frente a un escritorio lleno de libros, manuales,
manuscritos y mamotretos, sin prescindir de vinajeras para humedecer sus labios
en vinos castellanos y cornijales para enjugar sus dedos de tinta.
herejía
7
En la Historia
del Hombre, quien debiera sentarse en el banquillo de los acusados seria Dios. La
acusación del fiscal sería clara y rotunda: crímenes de lesa humanidad.
MI VOZ QUE TRUENA
Protegido
por una Fuga de Bach,
un
cuadro de Kandinsky,
una
frase de Leibniz
o un
verso del Rey Lear,
miro
derrumbarse al mundo
con
desdén.
Los
glaciares de otrora
enlutan
mis pupilas
allende
los injustos,
de los
sátrapas de hoy,
del
vulgo repugnante.
Hermanado
a las estrellas
la vida
reconforta
mi
vivir.
El sol
sonriente ante la
estupidez
humana;
un
ejército de rocas
vela
mis sueños en la
aurora
y el ocaso,
con la
férrea fidelidad
de un
perro en duermevela.
PAPÁ
A la memoria
de Guillermo Delgado Quinteros.
Papá
era un hombre solitario y taciturno,
para
él, nosotros éramos, los otros,
el
fruto de pasiones fugaces
doblegadas
al destino.
Siempre
solo,
como un
lobo estepario
que
buscaba entre la nieve
respuestas
a preguntas,
piedras
indescifrables
arañadas
de tormento.
Papá
era un misterio
de
infinitos rostros
que el
tiempo desfiguraba
como
una imagen borrosa
que
yace bajo el agua.
Un
hombre sin huellas,
un
extraño que duerme.
Era
difícil llegar a él;
un muro
infranqueable
no
dejaba traslucir
sus
sentimientos.
¿Puede
el pedernal
hacer
fisuras sobre el hierro
o el
diamante roer
el duro
acero?
Así
vivió papá sus días
y sus
noches,
solo y
triste a la luz
de un
candil
se
soledad infinita.
Ahora
yace bajo tierra,
solo
con su historia
cubierto
de laureles
y
amargos olvidos.
Que
descanse en paz.
FUGA
Protegido por una fuga de Bach,
un cuadro de
Kandinsky,
una reflexión de Leibniz
o un verso del Rey Lear,
miro derrumbarse al
mundo
con desdén.
Los glaciares de
otrora
enfrían mis pupilas
lejos de los
Injustos,
de los sátrapas, del
vulgo
repugnante.
Hermanado a las
estrellas
siento armonizarme
con la vida, con el
aire,
con el agua, con todo
aquello
que derrama luz.
El sol sonríe
ante la estupidez
humana,
un ejército de rocas
marchan entre mis
sueños
con la ingenua
fidelidad
de un perro en
duermevela.
MEA CULPA
La vida,
esa vieja puta
que se cargó mi
infancia,
dejándome en la
alforja
amarillados huesos
que tritura el
tiempo.
Vieja pacata y
pendeja
la vida,
insaciable, devoras días,
como una ardilla
su bellota.
Aun así,
yo te amo vieja vida,
vieja puta
vieja pacata
y pendeja vida.
g