domingo, 24 de abril de 2011

CANTARES DE LA AUSENCIA





ESE ROSTRO QUE EL AGUA REFLEJABA

No era cierto eso de
ver  mi vanidad entre las
aguas todo el día,
dando de beber a mi
soberbia en cada flujo
que corría o se estancaba.

Es la soledad la que aplacaba
su angustia hablando con la sed
colmada de los hombres,
con el río cristalino,
con la quietud del lago
o el susurrante arroyo.

Porque de noche en sombras
entre las aguas frías,
 la silbante brisa
adormecía mis ensueños,
y entre los chopos
del trepidante río,
la luna cenicienta
bañaba con su plata
el dulce salmo
con que se arrulla un niño.



ESE DULCE QUERUBÍN DE ALBINO LIENZO

Otra mañana y tu sueño,
profundo, relajado,
sujeto a las alas
de un ángel pequeño
yace en las inmensidades
de un confín lejano.

¿A qué profundidades ha
llevado tu alma temblorosa
y deslumbrada ese dulce
querubín de albino lienzo?

En tus ojos cerrados
paz a mi consuelo.
Ante el calor de mi beso,
un gesto de recelo
llena tu rostro de vida;
asombrada sonríes
con el dulce sosiego
de una llama encendida.



OCASO

El horizonte ese
que nos mira
a través del sol.

 

SOLO, EN LA INMENSIDAD

Solo, en la inmensidad,
tu amor se solaza
en una esfera celeste.

Gira errabunda
mi vida solitaria,
frente a la noche oscura
de un bosque agreste.

Amanece y ya no hay plata,
ni luz, tan solo
la esperanza
de volver a verte.



¡OH!, DIVINA IGLESIA...

¡Oh!, divina Iglesia,

que guardas bajo la

escayola, tus santos

de oro y plata.




EN ESTA MAÑANA DE OTOÑO...

                 En esta mañana de otoño,

                 tu voz en cada hoja,

tu aliento en cada rama,

en cada rama tu voz

en cada hoja tu aliento.

Vienes en hojarasca

vienes en viento alado,

viene tu voz, viene tu aliento,

vienes verdeando el amor

a cada paso.





FINAL DEL JUEGO

Para Tatiana

I

Hay una edad en que el tiempo
es regresivo; vida aferrada
a una cuerda que se estira.
Esa edad en que los años
no se cuentan y las hojas
descuelgan calendarios
camino a rama seca.
Esa edad en que no sabemos
si los días van o vienen
celados de mirtos en sutil aroma.


II
Es la edad de la columna
que se encorva, de la pierna
cojitranca, del morado que
se pinta bajo cuencos, de la

niebla que se posa en las pupilas
como algas a las rocas, de la
frente que crece día a día, de
la nieve que deshiela en la
torre de los sueños, del dolor
que gotea gota a gota.
                 

III
Hubo una época en que Dios
guio mi vida, barco a la deriva
bajo un cielo sideral en que
mi fe se encandiló en el pan
de la palabra. Nubes negras
sobre el pecho en cruz; me
dejaron sin la luz y me quede en la niebla.


IV
Mamá duerme y un grano
de arena se desprende
entre conos invertidos;
hojas chamuscadas se
acumulan como esponjas.
Lo lúdico es la realidad
en cortos pantalones; en
aligero trompito cocinado; belígeras
rosetas enfrentadas cual soldados;
velívolos barquitos de hojas
arrancadas al cuaderno;
soplamocos de papel;
la piedra envuelta en el papel
que corta la tijera; el adoquín
y raspadilla; lucíferas bolitas
que ruedan en la tierra
en moro o zapatero, lo lúdico,
mamá, es la realidad del niño
que se asombra ante el lingo,
la canga o la rayuela.


V
Mamá despierta, sigilosa
observa al niño que juega
en soledad en casa ajena.
al niño que conversa con
Salgari, al que Dumas
seduce y Verne regocija.
Mis hermanos, tan lejanos a mis
juegos, miran sorprendidos.
Un velo marca los linderos
de una infancia sesgada
en corazones que se quiebran.
La realidad es lo lúdico
del hombre que regresa del
pasado en confortable gratitud
tras larga ausencia.


VI
Esa edad en que miramos
el fondo de una gruta
o las alturas de los montes
o el mar en su infinito,
no es más que un cúmulo
de tierra o una ola que va
y viene eternamente.
¿Qué importancia tiene el rio
que pasa o el curso
de los astros cuando el fuego
quema adentro?

Es la edad en que el amor
aflora como un botón de rosa
que se asfixia; como el humo
de una casa que se quema
aunque el fuego no se vea;
es la edad de las palabras
que se dicen como notas
de un violín desvencijado;
del bozo que se engrosa
en el filo de una hoja;
del estilo que penetra al corazón
sumido en la ceguera.


VII
Hay otra edad en que la embriaguez
de los deseos cuajan como el hielo.
la edad de los deshielos
donde los frutos comienzan
su caída; la edad de los
tropiezos, de las horas
perdidas en los bares,
de la energía, de la esperanza,
de los celos, de las equivocaciones,
de los desencantos que el amor
nos pone a cada paso.
La edad en que el doncel
ha madurado y la boca
embelesada disfruta el
dulce encanto de un beso
en primavera.
La edad en que la copa
agota sus placeres y la
desdicha es la hiel  en
que se escarán los placeres
mal habidos.


VIII
Ya no se espigaran las nieves
con sus cumbres escarchadas,
ni sentiré en mi boca
el viento helado
que corta el tiempo en frío;
la glacial garúa también
ha de ausentarse de las
hebras cristalinas que descienden
de las cimas como
sierpes que dan vida.


IX
Efélides sin luz
llenaran del cielo
sus cornisas
y los planetas
han de desprenderse
del racimo ya maduros;
y girarán y girarán
entre cometas
desquiciados en su órbita.


X
Y de Caos, vientre de todo
lo venido y por venir,
brotara la Tierra humeante,
El Tártaro fulgente,
el Eros infecundo,
la infernal Tiniebla
y la Nicte que fecunda.


XI
Lejanas oraciones
surgirán de la boca de la tierra
en una retahíla incoherente
de palabras desaladas
sin oriente.
Bendita sea
la cruz ennegrecida de los muertos,
la bauprés de los ahogados,
la cruz en que adelgazan los hambrientos,
la cruz de la justicia del que engorda
en demasía, la que duerme en el
circulo noveno, la cruz de la Sixtina
amarillada por el oro,
la cruz del niño que aun no nace,
la del que corre y se persigna,
la del cerro con cascajo y guijo
donde el hombre muere y resucita,
donde lázaro camina, el ciego mira
y las vírgenes lloran; la cruz toril
que besa el asesino en la plaza
que enrojece, la cruz del gallo
que niega y luego santifica con oro,
incienso y mirra; la cruz Judal
de aquel sacrificado por la cruz del
solideo, de la tiara y de la mitra
que gobierna con un ojo.



LLAMA EL AMOR, LLAMA DE FUEGO

PARA MILAGROS.

Es tu voz, la que me llama,
en olas de espuma y de plata;
son tus labios los que sonrojan,
la aurora que asoma y que pasa.

No es el viento entre las hojas
ni las sirenas que cantan,
eres tú, la que me llamas
fuego de amor, fuego de llama.

No es el rumor, ni el fru frú
agitado de tu ligera enagua,
es tu cuerpo el que me llama,
ser de fuego, flujo de agua.

Brasa que quema tu vientre,
la yesca seca, la esperanza tarde,
el agua clara que bañará tu frente,
en luz de luna, en que la noche aguarda.



               TÚ Y SÓLO TÚ

Para Jorge Bacacorzo
IN MEMORIAN

Eras tú y sólo tú
quien a mis labios llegabas
como una noche de luna
a bañarte en mis sueños
a dormir en silencio
en mi cuerpo desnudo.

Eras tú y sólo tú
como una fugaz primavera
cantando sobre una flor
como un espiral de humo
leve, tenue y fugitivo.

Eras tú, dulce y frágil
como suelen ser las horas
en las tristes despedidas.

Y eres tú, aún ahora
en que la muerte llora
por un ave moribunda
en cuyo vuelo
el aroma del romero
se bate entre sus alas
como un ángel de la muerte
en las tinieblas.

Tú y sólo tú,
entre la tierra, el agua,
el fuego y el cielo que enrojece.


               

               CASA NATAL
Allí la casa y sus ladrillos rojos,
sus líneas blancas como luces
enmarcando las ventanas.
Allí las voces, las de nanas,
las de llantos, las de adioses.

El nisperal de ramas que florecen
contando días y semanas
también ha de morir como las aves.

Allí la vida transcurría
como un largo rio presuroso
con un soñar de noche
en cosas buenas.

Allí la habitación de los fantasmas
en que papá me dijo que se iba,
y ahí mi llanto inconsolable
que nubló las ilusiones de mi infancia.



LOS ZAPATOS

Allí están, libres ya de mi presencia,
de mi andar trashumante por calles,
bares y mercados.

Ya no estarán libres sólo un tiempo
como solían estar. Nadie los verá
renacer, a nadie esperarán entre
la noche y el alba.

Ya no habrá prisas, ni lluvias,
ni barro, ni polvo, ni nada.

¿A dónde irán ahora?
sujetos al capricho de Dios,
incierto es su destino.
muertos están para el andar.

En tiempo revelarán su desnudez
existencial.

Como signos de interrogación han
de esperar una pregunta que
no llega.

También la muerte hará de ellos
un destino.


IDILIO DEL BLANCO Y LA NEGRITA

Para Milagros Mora.

-      Curumbara e curumburi
maní, maní e suriburi.
Vamo, vamo,
vamo neíta linda,
que la mula viene
que la mula va,
río que lleva la agüita
mojando la vecindá.

-      Tuno hablá así.
Tutá bulando e mí

-      No, no, no se enoje
neíta, yo solo quieo
sé como uté
neíto como el carbón
neíto como la noche
neíto como la brea
que sale del socavón.
múa, múa, en su bembita.

-      Tuno hablá así
Tutá bulando e mí.

-      Ni mucho, neíta mía.
Uté e común guindón,
dulce, neíto y bonito.
Suena la campana ¡guin – don!
múa, múa, en su bembita
múa, múa en su bembón.

-      Tuno hablá así
blanquito amao.
Ma no impota, ma no impota,
su neíta lo ama así,
blanquito como la leche
nieve de su neíta.

Múa, múa en su boquita
cocoliche de su neíta.

Curumbara e curumburi,
maní, maní e suriburi.
Vamo, vamo,
vamo neíta linda,
que la mula viene
que la mula va,
río que lleva la agüita
mojando la vecindá.

-      Vamo po el camino viejo,
vamo entre piedra y polvo,
yo caminando a su lao
voy arrastrando mi huesos
soy felí común pecao
que va naando soito
múa, múa en su hociquito
múa, múa en su morrón
venga quí neíta mía
venga quí mi coazón.

-      Uté no habla así
ya metoy amargando
poque uté noe de carbón
uté e un blanco desteñio
uté e un viejo remolón
ma no impota que no sea neo
igual lo ama el coazón.
Múa, múa a mi blanquito,
múa, múa en su bembón
quiaquietá su milaitos
su neíta e coazón.

ENVÍO
Oi me e comío un colao,
en la casa diun compaire,
y e pensao en Milagritos
y en el tuertito de Tarli.



     EL AMOR QUE NO SE VA

Lorenza da vueltas y vueltas
como buscando los caminos perdidos.

Sólo su olfato le sirve de guía
en ese mundo de tinieblas
en que el tiempo la ha sumido.

Buena compañera es esta vieja
labradora, enemiga del baño
y tendente al arrullo y arrumaco.

Camina por la casa, tumba cosas,
olisquea, refunfuña, ladra, gruñe,
rasca el piso y se acuesta.

Habituada a mis gustos y manías,
disfruta de Chopin, de Mozart, de Mörike
y de Mussogsky.

Come tres veces lo que yo como:
es como mantener a dos mujeres.

Su andar se ha hecho lento y
lento y más lento se vuelve cada día.

A veces bromeo, y pienso y digo
que está esperando que yo me muera
para morirse.

Pero ahí está Lorenza, anacrónica,
un espectro melancólico que se alimenta
de mi voz, sólida como una roca
desgastada poco a poco por el tiempo.

Las horas del día en su mundo de
nocturna neblina se rigen por su
estómago: desayuno,  guau, guau,...
almuerzo, guau, guau, guau,
cena, guau, guau, guau, guau.
agua, guau, guau, guau...

Es su lenguaje, es su amor hacia mí,
la compañera que me acompaña
desde hace quince años...

El amor que no se va.


   RESPLANDOR EN EL AGUA

“Aquí yace alguien cuyo nombre
fue escrito en el agua”.
John Keats.

Fascinado de luz y de belleza,
formo parte del paisaje donde
el sol ardiendo en rayos
caerá sobre la seca;
y las aguas, racimo ya cuajados,
tornarán al cielo; alisadas nubes,
en tupido aljófar, regresarán,
y, en serpenteante río,
descenderé de las montañas
con ímpetu salvaje;
serán mis aguas acantos espinosos,
de anteras borraré la tenue arcilla,
y no había flores ni abejas
ni foscos nidos de abejorros
entre piedras que anuncien primaveras;
brotadas a su suerte
quedarán las rosas,
la hierba chamuscada por el lodo
también ha de sufrir mi paso agreste.

                  _ . _

Inundaré los valles, los bosques,
los campos y las vegas,
y, convertido en mar
-desbordante de alegría-
como Jesús resucitado
dormitaré por las mañanas;
ya de noche mis ojos se abrirán
para llenarse de silencio, de estrellas
de negrura misteriosa sin palabras.





             ESTACIONES
Ella se fue como se va el verano,
como las hojas en otoño,
como las flores en invierno,
       como el amor, después
       de cada primavera.




      LUNA PLENA
La luna plena,
el croar de las ranas,
el cielo estrellado,
el bosque de sombras
de música lleno.

Blanqueado el collado,
deja correr la brisa,
que baja hacia el río.
El tiempo adormecido
susurra al oído
de las aguas mansas,
una tonada dulce,
donde mi alma descansa,
esperando las hojas

que caen de las ramas.





    SUEÑO
Yo soñaba de niño
entre blancas nubes
sin saber que yo soñaba
y ahora que sueños un sueño
que siempre me está mirando,
soy como un río pequeño
que sueña que está soñando.

La vida pasa y el sueño sigue
su destino interminable,
allá va con mi cuerpo
sin que se quiebre el espíritu,
sin que se rompa el alma.

¿Seré un río que sueña
ser un hombre que soñaba?




            TE EXTRAÑO


Para Rosa María Benitez Lefaure


1
Te extraño
en la eternidad del viento;
en la cresta de la ola
que llega y va, te extraño;
te extraño en la luz
y en la penumbra,
en la rosa que se arena
y en la piedra que se agruma.
Como extraña Dios
su eterno sueño, te extraño.

Te extraño
como el tiempo a los objetos
que roe y envejece,
como la flor que ve caer sus pétalos
o la rama que deshoja
en otoños y silencios;
como el sol a la montaña
que besa las mañanas,
te extraño.


2
Te quise humilde
con tu vestido rosa
y el corazón alegre.
El tiempo se dibujó
en tu cuerpo y en tu pecho
anidaron las palomas,
y la voz del viento
hizo eco en el mar.


3
Porque la vida pasa
sin quererlo,
y yo paso mi vida
repasando los días
perdidos sin saberlo.

Porque el tiempo pasa en la luna
como pasa en la vida mía,
con la nieve en la cima
cotidiano y silencioso.

Te extraño,
como se extraña
a esa arrogante dama,
la de la noche,
las horas y las estrellas.


4
En el espejo, el tiempo;
en el tiempo las imagines
donde antes sonreías.
Tu voz, el sol, la primavera
tierna en que tu alma
es grito iluminado
en cielo azul de día.

De risas y canciones
están hechos mis recuerdos.

5
¿Recuerdas ese susurro
en que te dije que me iba?

Lloraste, como una niña.
Recuerdo tus lágrimas, Rosa María,
tus ojos celestes en el cielo de la tarde,
tus cabellos de oro,
tu risa pequeña
en un funeral de muñecas.


6
Perdido en medio de la vida,
una luz irradió de un candil;
eras tú y tu alegre corazón
tendiendo un puente inmóvil
para verme.


7
Sueñas, viva y
fecunda en tu carne adolorida.

Te extraño en esa piel rosada
que palpita en un corazón
que sube a tu boca
como una burbuja.

Te extraño
en ese gemido que yace
entre tu cuerpo y tu lecho
abierto al cielo, al mar,
a la tierra,
a todo aquel que siembre
una flor en tu boca dormida.


8
Por extrañarte
quedé sin mis entrañas,
sin mis ojos, sin mis pies,
sin el alma, sin la voz
que tanto oías a tu lado.

Por extrañarte
respiro entre las sombras
como un extraño que cuenta
las paredes, busca sus pisadas,
y siente que la muerte
también muere.

… Y todo por extrañarte.


9
Silenciosa, llenas tu boca
de vacíos. Una ventana
se abre al mar y tu silencio
es la espuma, el sol,
la sal, las olas
los veleros y la arena
en que una gaviota
dibuja la soledad sombría.

Te extraño
en esas arenas raídas por el viento,
libres, hermosas, ilimitadas,
silenciosas de paz y de sosiego.


10
Te extraño
en ese atardecer
en que busco tu rostro
entre las aguas.


11
Recuerdo que era suave
aquella ola en que tú retozabas,
y cálida la arena
en que dibujaba tu nombre
como un niño jugando
a los castillos.

¿Cómo pudo el mar
llevarse en una tarde
las letras de tu nombre?

En la penumbra,
una pena de amor;
en los confines de un celaje
estrellado mi amor persiste
en la memoria.


12
Ni carne ni espíritu,
sólo el humano capricho
de extrañarte.

En la claridad matinal
de cada día, en la densa
penumbra de las noches,
en forma de barro, fuego,
aire o agua,
el extrañarte es una
queda y suave sensación
de amarte, de querer que
el filo de la hoja
penetre entre mis carnes
para sentir tu ausencia como una
puerta clara que se abre.


13
Yace en lo profundo
la tenue luz de tus ojos.
Ese azul de mar, de brillo, cielo y canto.
Ese azul donde mi rostro, cuajado
de inquietudes, cascaba
las nubes a su paso
como ramas quebradas
por pájaros o viento.

Canté a tus ojos
con mi verso adolescente.
Asomado a los abismos
de tu amor
mi llanto en la penumbra
se hizo grave.

Pasó el tiempo
y me quedé aferrado
en las lindes suaves
de tus labios.


14
La luz espiritual,
yace junto al palpitar de la carne,
virginal, temblorosa, tenue,
como un rayo de sol crepuscular.

Ahí te veo, tendida al sol
del mediodía, blanca tu piel,
blanca tu mano, blanca la luz
que la luna tiende
sobre tu rostro cuando yaces
dormida.

Ahí te extraño,
con furia, con amargura,
debajo del cielo, encadenado
a los recuerdos en negra soledad.


15
Tarde silenciosa,
tu mirada perdida
entre tus manos.

De un recuerdo a otro
la memoria es un vaivén
de soles y de lunas.

¡Qué extraña es la calma
del rumor del agua cuando
corre entre la hierba de mañana!

Ven a mi memoria, pequeña rosa,
ven con tu dolor y con tu aroma,
tú que duermes entre la hierba
y trinas como los grillos
por la noche en vela.


16
Te extraño
por esa promesa de amor
que vive en el olvido;
palabras, tumba de cenizas,
mirtos y hojas muertas.




   MARIPOSA

La belleza, más allá
de un simple vuelo.
Un hoja en el aire que flirtea
entre aromas de rosas
y azucenas.
La dulzura de tus alas
siembran en la tierra
la esperanza; pueblan
la mañana múltiples
colores: el gualda de la tarde,
el azul de la mañana,
el gris que anuncia un tormenta,
el hondo oscuro de la noche,
el cenit de una montaña.



LLAMARADA ES EL AMOR

El asombro de tus ojos,
tus pupilas, rocío del dolor
que a su paso va dejando el amor.

Tierno es tu silencio,
llamarada de añil la de tus labios,
un coro de voces solitarias
emerge de tu boca a mi llamado.

¿Qué soy yo? Una flor, un pájaro,
una rama del árbol que sembramos,
las huellas del amado
que como el viento en el follaje
anuncia su llegada.

Llamarada es el amor que aún
persiste en el recuerdo
del árbol que sembramos.






HUERTO DE MENTIRAS

A algunos que dudan, convencedlos.
JUDAS 22.



Miente el mendigo,
más aún el borracho,
el abuelo, la madre,
el padre y el hijo.
Miente el que promueve
educación, también
lo hace el director
el profesor miente
al alumno,
el alumno a su padre,
este a la madre,
la mujer a la vecina
y a todo el vecindario.
Miente el banquero,
el accionista,
el que hace política,
miente el Congreso,
lo hace el Presidente
y a coro los ministros.
Miente Judas, el Sanedrín,
miente el Papa y hasta
un Jesús moribundo.
Miente el negro, el judío,
el mongol, el ario, el criollo,
el indio y el mestizo.
Miente el militar
a su bandera,
el médico al paciente,
el juez al abogado
y éste a su cliente.
Miente María al carpintero,
miente Ana, miente la Biblia,
la Torá, el Talmud, el Corán
y el Gita.
Miente el cura en su sermón,
el pastor a sus ovejas,
mienten los de derecha
con el cinismo del que vende,
miente el de izquierda
con la soltura del que compra,
miente el que alquila
y el que arrienda,
miente el que mata,
pero más el que embalsama
al muerto que también
le miente a la muerte.
Miente la madre en su día,
miente el niño del pesebre,
miente la vaca, miente el burro.
Miente el que lloró
después que cantó el gallo,
miente el que besó
la mejilla de un incauto.
Miente la Tierra a la Luna, 
la Luna al astronauta,
miente el cielo, los cometas,
el sol y las estrellas.
Miente Dios a Lucifer
quién miente al hombre
por los siglos de los siglos
     amén. 






ESE ROSTRO QUE SE PIERDE
Veo tu nombre en las copas de los árboles 
y me asombro de que tu recuerdo pueda
llegar tan alto como una vieja nube.
Los pájaros anidan junto a ti,
entre las hojas inmóviles y las ramas
que verdean bajo la noche negra y las estrellas.

Aunque otras manos acaricien tus cabellos,
sigo siendo el viento que revolotea
entre las fibras, persistente y fiel a su destino.
Atesoro el fulgor de tus ojos
que no me pertenece, la risa infantil
de otro tiempos que roza otros oídos,
los besos prohibidos
que mojan otros labios.

Soy dueño de este sueño
aunque sea yo una sombra perdida
en ese río de tu vida donde
un jamás navega en las orillas.