domingo, 17 de octubre de 2010

Segunda Parte: CANTO AL AMOR

Amor a la Madre, al Padre,

Hermanos, Hijos, Amigos,

Amistad, Solidaridad, al Maestro



                                               Bien dice quien dice es
un hijo muchos pesares.

                  Pedro Calderón de la Barca

Para ti debo ser, pequeña hermana,
el hombre malo que hace llorar a mamá.

               Juan Gonzalo Rose

A ti, madre,
te entregué mis primeras palabras...

                       Augusto Tamayo Vargas

Duérmete, mi niño.
duérmete sonriendo,
que es Dios en la sombra
el que va meciendo.

               Gabriela Mistral            

EL BRINDIS DEL BOHEMIO

Guillermo Aguirre y Fierro
Mexicano

En torno de una mesa de cantina,
una noche de invierno,
regocijadamente departían
seis alegres bohemios.

Los ecos de sus risas escapaban
y de aquel barrio quieto
iban a interrumpir el imponente
y profundo silencio.

El humo de olorosos cigarrillos
en espirales se elevaba al cielo,
simbolizando al revolverse en nada
la vida de los sueños.

Pero en todos los labios había risas,
inspiración en todos los cerebros,
y repartidas en la mesa, copas
pletóricas de ron, Wiskhy o ajenjo.

Era curioso ver aquel conjunto
de aquel grupo bohemio
del que brotaba la palabra chusca,
la que vierte veneno,
lo mismo que, melosa y delicada,
la música de un verso.

A cada nueva libación, las penas
hallábanse más lejos
del grupo y nueva inspiración llegaba
a todos los cerebros
con el idilio roto que venía
con alas del recuerdo.

Olvidaba  decir que aquella noche,
aquel grupo de bohemios
celebraba entre risas y libaciones,
chascarrillos y versos,
la agonía de un año que amarguras
dejó en todos los pechos,
y la llegada. Consecuencia lógica,
del feliz año nuevo...

Una voz varonil dijo de pronto:
- ¡Las doce, compañeros!
Digamos el  “requiescat” por el año
que ha pasado a formar entre los muertos.
¡Brindemos por el año que comienza!,
porque nos traiga ensueño;
porque no sea su equipaje un cúmulo
de amargos desconsuelos.

...Brindo, dijo otra voz, por la esperanza
que a la vida nos lanza,,
de vencer los rigores del destino,
por la esperanza, nuestra dulce amiga
que las penas mitiga
y  convierte en vergel nuestro camino.
Brindo porque ya hubiese a mi existencia
puesto fin con violencia
esgrimiendo en mi frente mi venganza,
si en mi cielo de tul, limpio y divino
no alumbrara mi sino
una pálida estrella : ¡Mi esperanza!

...¡Bravo!, dijeron todos, inspirado
esta noche has estado
y hablaste breve, bueno y sustancioso.
El turno es de Raúl, alce su copa
y brinde por... Europa,
ya que su extranjerismo es delicioso...

...Bebo y brindo; clamó el interpelado
brindo por mi pasado,
que fue de luz, de amor y de alegría;
y en el que hubo mujeres seductoras
y frentes soñadoras
que se juntaron con la frente mía...
Brindo por el ayer que en la amargura
que hoy cubre de negrura
mi corazón, esparce sin consuelos
trayendo hasta mi mente las dulzuras
de goces, de deliquios, de desvelos.

...Yo brindo, dijo Juan, porque en mi mente
brote un torrente
de inspiración divina, seductora,
porque vibre en las cuerdas de mi lira
el verso que suspira,
que sonríe, que canta y que enamora.

Brindo porque mis versos cual saetas
lleguen hasta las grutas,
formadas de metal y de granito,
del corazón de la mujer ingrata
que a desdenes me mata,
¡pero que tiene un cuerpo muy bonito!

Porque a su corazón llegue mi canto.
Porque enjuguen mi llanto
sus manos  que me causan embelesos,
porque con creces mi pasión me pague...
¡vamos!, porque me embriague
con el divino néctar de sus besos.

Siguió la tempestad de frases vanas,
de aquellas tan humanas
que hallan en todas partes acomodo,
y en  cada frase de entusiasmo ardiente,
hubo ovación creciente,
y libaciones y reír y todo.

Se brindó por la Patria, por las flores,
por los castos amores
que hacen  un valladar de una ventana,
y por esas pasiones voluptuosas
que el fango del placer llenan de rosas
y hacen de la mujer la cortesana.

Sólo faltaba un brindis, el de Arturo,
el del bohemio puro, de noble corazón
y gran cabeza; aquel que sin ambages
declaraba que sólo ambicionaba
robarle inspiración a la tristeza.

Por todos estrechado alzó la copa
frente a la alegre tropa
desbordante de risa y de contento.
Los inundó la luz de una mirada,
sacudió su melena alborotada
y dijo así, con inspirado acento:
- Brindo por la mujer, mas no por esa
en la que halláis consuelo en la tristeza,
rescoldo del placer, ¡desventurados!;
no por esa  que os brinda sus hechizos
cuando besáis sus rizos
artificiosamente perfumados.

Yo no brindo por ella, compañeros;
brindo por  la mujer, pero por una,
por la que me brindó sus embelesos
y me envolvió en sus besos;
por la mujer que me arrulló en la cuna.

Por la mujer que me enseño de niño
lo que vale el cariño
exquisito, profundo y verdadero;
por la mujer que me arrulló en sus brazos
y que me dio en pedazos,
uno por uno, el corazón entero.

¡Por mi madre! Bohemios; por la anciana
que piensa en el mañana
como en algo muy dulce y deseado,
porque sueña, tal vez, que mi destino
me señala el camino
por el que volveré pronto a su lado.

Por la anciana adorada y bendecida,
por la que con su sangre me dio la vida,
y ternura y cariño;
por la que fue la luz del alma mía,
y lloró de alegría sintiendo mi cabeza
en su corpiño.

Por ésa brindo yo;
dejad que llore, y en lágrimas desflore
esta pena letal que me asesina;
dejad que brinde por mi madre ausente,
por la que llora y siente
que mi ausencia es un fuego que calcina.

Por la anciana infeliz que gime y llora
y que del cielo implora
que vuelva yo muy pronto a estar con ella.
¡Por mi madre!, bohemios,
que es dulzura vertida en mi amargura
y en esta noche de mi vida, estrella...

El bohemio calló; ningún acento
profanó el  sentimiento
nacido del dolor y la ternura,
y pareció que sobre aquel ambiente
flotaba inmensamente
un poema de amor y de amargura..



EL CONSEJO MATERNO

Olegario Andrade

Argentino

        Ven para acá, me dijo dulcemente
mi madre cierto día,
aún parece que escucho en el ambiente
de su voz la celeste melodía.

         Ven y dime qué causas tan extrañas
te arranca esa lágrima hijo mío,
que cuelga de tus trémulas pestañas
como gota cuajada de rocío.

         Tú tienes una pena y me la ocultas:
¿no sabes que la madre más sencilla
sabe leer en el alma de sus hijos
como tú en la cartilla?

         ¿Quieres que te adivine lo que sientes?
ven  para acá, pilluelo,
que con un par de besos en la frente
disiparé las nubes de tu cielo.

          Yo prorrumpí a llorar. Nada le dije,
la causa de mis lágrimas ignoro;
pero de vez en cuando se me oprime
el corazón y ¡lloro!...

         Ella inclinó la frente pensativa,
se turbó su pupila,
y enjugando sus ojos y los míos,
me dijo más tranquila:

         Llama siempre a tu madre cuando sufras;
que vendrá muerta o viva;
si está en el mundo a compartir tus penas,
y si no,  ¡a consolarte desde arriba!

         Y lo hago así cuando la suerte airada
como hoy perturba de mi hogar la calma;
¡invoco el nombre de mi madre amada,
y entonces, siento que se  ensancha mi alma!



A MI PADRE
Juan de Arona
Peruano

En su cumpleaños
Soneto acróstico

         Padre, a quien quiero con el alma mía.
En quien cifro mi dicha y mi contento,
Deja también que mi fiel acento
Resuene alegre en tu dichoso día.

         ¡Oh, qué grande e inefable es mi alegría!
Poseído de júbilo me siento,
Al contemplar que en tan feliz momento
Zozobras no hay, ni desventura impía.

         Si el señor bondadoso y compasivo
Oyese desde el cielo con dulzura
Los tiernos votos de mi afecto vivo,

         De su vida aparatar la amargura:
¡Ah! El dolor en tu dichoso seno
nunca vertiera su letal veneno.



A MI  HERMANA PAQUITA

Juan de Arona
Peruano

Durante su sueño

         ¡Cuánto envidio tu calma, niña hermosa,
que a los pies de tu madre reclinada,
en un sueño tranquilo sepultada
duermes con la quietud de un serafín!
Elevada, tal vez, a otras regiones,
Soñarás con los ángeles del cielo,
Sin que pueda causarte algún desvelo
La ruidosa algazara del festín.

         Con tus tiernas manitas, cariñosa,
Oprimes de tu madre las rodillas,
Y encendidas tus mórbidas mejillas
Semejan a una rosa cada cual.
Cuando el hombre a un arcángel de los cielos
Contemplar en la tierra se figura,
Es cuando a una inocente criatura
Ve dormida en el seno maternal.

  No se por qué cuando miro
Cerrados tus ojos bellos,
Mientras tus rubios cabellos
Encubren tu blanca sien,
Me parece que en tu mente
Tal vez la idea se encierra
De alejarte de la tierra
Para subir al Edén.

  ¿O acaso en tierna plegaria,
Con lenguaje cariñoso,
Del Dios justo y bondadoso
Imploras el perdón
Para tus amantes padres,
Que en esta mísera vida
Sólo en ti, niña querida,
Cifran su única ilusión?



CERRARON SUS OJOS
Gustavo Adolfo Bécquer
Español

         Cerraron sus ojos,
que aún tenía abiertos;
taparon su cara
con un blanco lienzo,
y unos sollozando,
y otros en silencio,
de la triste alcoba
todos se salieron.

         La luz que en un vaso
ardía en el suelo,
al muro arrojaba
la sombra del lecho,
y entre aquella sombra
veíase a intervalos
dibujarse, rígida,
la forma del cuerpo.

         Despertaba el día,
y , a su albor primero,
con sus mil ruidos
despertaba el pueblo.
Ante aquel contraste
de vida y misterios,
de luz y tinieblas,
medité un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!

         De la casa en hombros
lleváronla al templo,
y en una capilla
dejaron el féretro.
Allí rodearon
sus pálidos restos
de amarillas velas
y de paños negros.

         Al dar de las ánimas
el toque postrero,
acabó una vieja
sus últimos rezos:
cruzó la ancha nave,
las puertas gimieron,
y el santo recinto
quedóse desierto.

         De un reloj se oía
compasado el péndulo,
y de algunos cirios
el chisporroteo.
Tan medroso y triste
tan oscuro y yerto
todo se encontraba,
que pensé un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!

         De la alta campana
la lengua de hierro
le dio, volteando,
su adiós lastimero.
El luto en las ropas,
amigos y deudos
cruzaron en fila
formando el cortejo.

         Del último asilo,
oscuro y estrecho,
abrió la piqueta
el nicho a un extremo.
Allí la acostaron,
tapiáronla luego,
y con un saludo
despidióse el duelo.

         La piqueta al hombro,
el sepulturero,
cantando entre dientes
se perdió a lo lejos.
La noche se entraba,
Reinaba el silencio:
Perdido en las sombras,
Medité un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!



EL HIJO DEL SUEÑO
José Ángel Buesa
Cubano

Un hijo... ¿Tú sabes, tú sientes qué es eso?
Ver nacer la vida del fondo de un beso,
por un inefable milagro de amor;
un beso que llena la cuna vacía,
y que ingenuamente nos mire y sonría:
         un beso hecho flor...

Un hijo... ¡Un fragante, fuerte y dulce lazo!
Me parece verlo sobre tu regazo
         palpitando ya;
 y miro moverse con pueril empeño
las pequeñas manos de nuestro pequeño,
como si quisieran sujetar un sueño
         que llega y se va.

En el agua frescas de nuestras ternuras
mojará las alas de sus travesuras,
como una paloma que aprende a volar;
y será violento, loco y peregrino,
y amará igualmente la mujer y el vino,
         el cielo y el mar...


Con la sed amarga de la adolescencia,
beberá en la fuente turbia de la ciencia,
         y, tierno cantor,
irá por el mundo, con su lira al hombro,
dejando un reguero de rosas de asombro
         y un áureo fulgor...

Cruzará al galope la árida llanura,
pálido de ensueño, loco de aventura
         y ebrio de ideal;
y, en su desvarío de viajes remotos,
volverá algún día con los remos rotos
trayendo en los labios un sabor de sal.

Caminante absurdo de caminos muertos
pasará  su sombra sobre los desiertos,
en una infinita peregrinación;
y una alucinada pupila inconforme
verá en su destino grabada una enorme
         interrogación.

Pero será inútil su tenaz andanza,
persiguiendo un sueño que jamás se alcanza...
         Y ha de ser así.
pues no hallará nunca, como yo, la meta
de todas sus ansias de hombre y de poeta;
porque en las mujeres de su vida inquieta
no hallará ninguna parecida a ti...

Que tú eres la rosa de una sola vida,
la rosa que nadie verá repetida,
porque al deshojarse secará el rosal;
y, como en el mundo ya no habrá esa rosa,
¡ él irá en su larga búsqueda infructuosa,
         en pos de una igual!



SINFONÍA

José Cánepa Honores

Peruano

Cuando te miro estoy en la matriz,
nostálgico, herido
hastiado de soledad y pena.
Yo se que el hijo
necesita de su madre
junto a su agonía.
Yo se que la noche
no es noche sin el día.
Yo se que nací hijo
y moriré hijo
y que tú, naciste madre
para morir
como madre
te lloro, te invoco, te vivo, te recuerdo.
¡Oh Señor, ayúdame
a calmar esta agonía
Convierte mi guerra
en paz duradera,
hagamos una canción
de aves mensajeras
y que los cielos sean ventanas
de alegría para el hombre.
Te pido ante la atalaya de la vida
que me ayudes al gran cambio
del paisaje de las cosas,
no permitas que los hombres,
se maten entre hombres
que los perros se coman a los perros,
Que las mujeres se entreguen
por un puñado de monedas.
Impongamos desde ahora
un sistema  en el cual reine
el amor y la alegría.
Revaloremos las pocas cosas
que quedaron después de la batalla,
devolvámosle al hombre
sus esencias y valores;
hagámoslo ya,
antes que mi voz se calle
y sea carcomido por el hambre.



LA SILLA QUE AHORA NADIE OCUPA
 Evaristo Carriego
Argentino

         Con la vista clavada sobre la copa
se halla  abstraído el padre desde hace rato:
pocos momentos hace rechazó el plato
del cual apenas quiso probar la sopa.

De tiempo en tiempo, casi furtivamente,
llega en silencio alguna que otra mirada
hasta la vieja silla desocupada
que alguien, de olvidadizo colocó en frente.

         Y, mientras se ensombrecen todas las caras,
cesa de pronto el ruido de las cucharas
porque instintivamente, como empujado

         por esta idea fija, que no se va
el menor de los chicos ha preguntado
¿cuándo será el regreso de la mamá? 



SOL Y LUNA
José Santos Chocano
Peruano

         Entre las manos de mi madre anciana
la cabellera de su nieto brilla:
es puñado de trigo, áurea gavilla,
oro de sol robado a la mañana...

         Luce mi madre en tanto –espuma vana
que la ola del tiempo echó a la orilla...,
a modo de una hostia sin mancilla,
su relumbrante cabellera cana...

         Grupo de plata y oro, que en derroche
colmas mi corazón de regocijo,
no importa nada que el rencor me ladre:

         Porque para mis días y mis noches,
tengo el sol en los bucles de mi hijo
y la luna en las canas de mi madre...



EL ABUELO
Arturo Corcuera
Peruano

Aún profiero gruñidos

y lacios pelos me crecen en la cara,

oh, quijarudo abuelo mío,
gacho de andar y pómulos salientes.

Eres el cabeza de la familia,
de tu corvo espinazo, padre,
hemos, enhiestos,
retoñados todos.

Sin paraíso, desnudo vagabundo,
persiguiendo, perseguido,
¡cómo olvidar las naves de tus pies
cuarteadas, tus refugios
de piedra, tu carcaj,
tus asaditos de bisonte!

En busca de tu fémur magullado
el eslabón he roto que me ataba a la tierra,
y hoy que de caza parto a las estrellas
beso tu cráneo de oro, abuelo,
viejo cazurro, mono sabio.



TOITO TE LO CONSIENTO

Rafael De León

Español

¿Te acuerdas de aquella copla
que escuchamos aquel día
sin saber quién la cantaba
ni de que rincón salía?
¡Qué encanto!, ¿verdad?...
¡Qué duende, qué sentimiento,
pero qué estilo, qué voz!
Creo que se nos saltaron
Las lágrimas a los dos.

“Toito te lo consiento
menos faltarle a mi mare,
que una mare no se encuentra
y a ti te encontré en la calle”

No vayas a figurarte
que esto va con intención;
tú sabes que por ti tengo
grabao en el corazón
el querer más puro y firme
que ningún hombre sintiera
por la que Dios, uno y trino,
le entregó por compañera.
Pero es  bonita la copla
Y entra bien por soleares:
“Toito te lo consiento
menos faltarle a mi mare”

Y me he enterao casualmente
De que la faltaste ayer.
Y nadie me lo ha contao;
Nadie, pero yo lo sé.
Que tengo entre dos amores
mi corazón repartío;
si encuentra al uno llorando
es que el otro lo ha ofendió;
y, mira; nunca me quejo
de tus caprichos constantes:
¿Quieres un vestío? ... Catorce
¿Quieres un reloj? ... Con brillantes.
Ni me importa que la gente
vaya de ti murmurando
que si soy pa ti un muñeco,
que si me has quitao el mando...
Que en la diestra y la siniestra
tienes un par de agujeros,
por donde se va a  mares
el río de mis dineros.
Que yo con tal de que nunca
de mi lao te separes...
“Toito te lo consiento
menos faltarle a mi mare”

Porque ese mimbre de luto
que no levanta la voz,
que en seis años no ha tenío...
contigo ni un sí ni un no,
que anda como una pavesa,
que no gime ni suspira,
que se le llenan los ojos
de gloria cuando nos mira.
Que me crió con su sangre,
y me guiaba de la mano
para que me persignara
como tó fiel cristiano;
y en las candelas del hijo
consumió su juventud
cuando era... cuarenta veces
mucho más guapa que tú;
tiene que hacerte la cuenta
que la has visto en los altares
e hincártele de rodillas
antes que hablarle a mi mare.,
Porque el amor que te tengo
se lo debes a su amor.
Que yo me casé contigo
porque ella me lo mandó.

Con que a ver si tu conciencia
se aprende esta copla mía,
muy semejante a aquel cante
que escucháramos un día
sin saber quién lo cantaba
ni de qué rincón salía:

“A la mare de mi alma
la quiero desde la cuna.
Por Dios no me la avasalles,
que mare no hay más que una
y a ti te encontré en la calle”     



VEINTE AÑOS AMARILLADOS...

Guillermo Delgado

Peruano

Veinte años
amarillados
en el recuerdo,
cual imágenes
pasan.

Páginas desleídas
donde yacen
penas y alegrías
mano generosa
de las personas
cuya bondad resiste
la ingratitud
y el tiempo.



CORDARME...
Jorge Díaz Herrera
Peruano

Yo no quiero acordarme de la muerte;
pero a veces se ponen tristes mi corazón,
mi ventana...
y sucede que me acuerdo de la muerte
- Se que vendrá con sus cuencas en blanco,
con su frío.
Nunca me cansaré de tus ojitos buenos,
de tus cuentos.
Y porque te quiero grande,
del tamaño del viento,
nunca quiero que venga  la muerte,
nunca quiero morirme.
Quiero que seas siempre mi mamá buena
sin ninguna distancia.
Pero sucede que me acuerdo de la muerte que viene con sus cuencas en                                                                                                                                  
                                                      /blanco,
con su viento
y pienso que te quedarás en nuestra casita del barrio
sola,
triste.
También se quedarán solas mis ovejas,
mis palomas blancas,
mi río.



SIEMPRE SOÑABA CON UN PAPÁ...
Jorge Diaz Herrera
Peruano

Siempre soñaba con un papá,
un amigo bueno,
una hermanita.
me ponía a esperarlos por el río,
por los árboles,
por el mar.
A veces pensaba que caerían del cielo
y me ponía al pie de tus manos como un gatito alegre.
El cielo era más bueno que ahora,
más amigo.
Yo sabía que Dios se alegraba con mis cartas.
Mis navidades tenían siempre una carta pidiendo un papá,
un amigo bueno...
Pero ellos nunca bajaron del cielo,
nunca llegaron por el río,
ni por los árboles,
ni por el mar.
Y nuestra casa se fue poniendo pálida,
callada,
grande.

LAS MANOS DE MI MADRE

José María Egas
Ecuatoriano

         ¡Señor, si es la inicial de mi destino!
¡Si no puedo olvidarla!... Sin es tan buena
como el azul de este paisaje andino...
Si es una hermana que salió del camino
como una bendición para mi pena!

         Hecha de ritmo, aromas y cristales,
 ella es quien hace despertar el día...
Por ella hay en la fuente madrigales,
amanecen con perlas los rosales
y tienen las alondras melodía!

         Yo quiero hacer, en mis ensueños vanos,
dos hemistiquios de sus labios rojos,
y traer de mis líricos arcanos
albura de marfil para sus manos
y nostalgia de mar para sus ojos...
         Mi vocación azul se la ofreciera...
¡le he dado toda mi melancolía!
Por ella se agostó mi primavera,
y sin embargo, en mi dolor, quisiera
tener algo que darla todavía!



LA NIÑA DE LA LÁMPARA AZUL

José María Eguren

Peruano
         En el pasadizo nebuloso
cual mágico sueño de Estambul,
su perfil presenta destelloso
la niña de la lámpara azul.

         Ágil y risueña se insinúa
y su  llama seductora brilla,
tiembla en su cabello la garúa
de la playa de la maravilla.

         Con su voz infantil y melodiosa,
con fresco aroma de abedul,
habla de una vida milagrosa
la niña de la lámpara azul,

         Con cálidos ojos de dulzura
y besos de amor matutino,
me ofrece la bella criatura
un mágico y celeste camino.

         De encantación en un derroche,
hiende leda, vaporoso tul;
y me guía a través de la noche
la niña de la lámpara azul.



YO PIDO PARA MI MADRE

Antonio Gandia

Español

         Pidiendo para su madre
un joven va por la aldea,
y aunque el dolor le taladre,
sufre, calla y no se queja.
Cuando después de rodar
por las calles y las plazas,
se arrodilla ante el altar;
Y así le sorprende el cura,
y al ver que una mano falta
del brazo de aquel mozuelo,
con voz que es todo dulzura
le dice:...¿Cómo te llamas?
¿qué haces, di por este pueblo?
--Antón, yo me llamo, padre,
y le pedía a la Virgen
que me den una limosna
para que coma mi madre.
...¿Cómo perdiste tu mano?
...le  dice el cura piadoso. —
Fue en el taller, fue en el campo,
o algún reptil venenoso
te dejó, Antón, desgraciado
y te ha dejado, hijo mío,
pobre, triste y mal parado?
No, padre, no fue un reptil
lo que mi mano cortara.
Años ha que voy pidiendo
con lágrimas en los ojos
y el rubor cubre mi cara.
Joven y fuerte fui un día,
mis brazos fueron sostén
de una madre de alma pura.
¡Madre!, palabra sagrada,
ya que madre sólo hay una.
¡la que en sus besos nos baña,
la que nos canta en la cuna,
la que jamás nos engaña,
mujer que es todo ternura!
¡Qué malo, qué malo fui
para con mi madre amada!
Una noche, padre mío,
tiemblo sólo al recordarla,
llegué borracho a mi casa,
y al encontrar a mi madre
que amorosa  a mí venía
a darme un beso en la cara,
con mi mano encallecida
le di tan fuerte en el rostro,
que cayó desvanecida.
Y aquella mujer bendita,
que tantos besos me dio,
estaba en el suelo herida,
y vi una mancha de sangre
que la mente me turbó.
¡Maldito, maldito yo,
que a mi madre escarnecía.
Yo no sé lo que pasó,
sólo sé que aún vivía,
alcé a mi madre del suelo
y al punto curé su herida.

¡Malhaya el hijo maldito
que comete tal afrenta,
y maldito aquel cobarde
que en su pensamiento alberga
pegarle a su propia madre!
Y salí de su aposento
dispuesto para vengarla;
quien la ofendió fue mi mano,
pues mi mano pagará,
porque la había ultrajado.
Y ciego y lleno de ira
cogí el hacha enloquecido,
y la mano envilecida
que tal afrenta causara
al ser que me dio la vida
y tan ruin me porté,
de un fuerte y certero golpe
de mi brazo la corté.
¡Por eso voy con mi pena
y voy por los pueblos, padre,
pidiendo de puerta en puerta
para que coma mi madre!




LA FUGA QUIETA

Juan Gómez Rojas

Peruano

Tengo –como todos-
una silla
y un café en la mañana.

Tengo una sonrisa en la mirada
                            que olvida que hablan
y no tenga
la exacta azucena
que debo a mis hijos.

Tengo para ellos
la estatura del otoño,
la rosa blanca,
la rosa oscura,
la canción de agua
                   mi guitarra
                            mi corazón de pez
                                      mi mejor amigo.

Y mi esperanza.



A ellos proyecto
la lucha en la isla
entre amaneceres de estrellas
y el corazón lleno de rosas.




DAR A SOMBRA

Ricardo González Vigil

Peruano

Acaban de volar
para siempre
las palabras de tu rostro

sin que termine de descifrarlas
bebiéndolas
continuamente
desde mi concepción.

Aferrado a tus mejillas,
apretado a tu pecho,
hasta dolerme
hasta anular el dolor
anestesiando la orfandad sonámbula
de mi corazón,
                   mareado
                   estupefacto
no consigo acostumbrarme
a la insensible placidez de tu semblante.

Madre, pienso;
         madre, siento;
                   ¡MADRE!, grito
con todo el cuerpo, con toda el alma.

Sólo me responde tu rostro demudado,
esa frialdad
que te envuelve,
que torna el hogar dulcísimo de tu cuerpo
en ataúd, y termina por modelar de nuevo
mi existencia
en el parto más doloroso, el de la sombra:
hijo como nunca
de tu ausencia
y sin remedio.


MI PADRE

Pablo Guevara

Peruano

Tenía un gran taller. Era parte del orbe.
Entre cueros y sueños y gritos y zarpazos,
él cantaba y cantaba o se ahogaba en la vida.
Con Forero y Arteche. Siempre Forero, siempre
con Bazetti y mi padre navegando en el patio
y el amable licor como un remo sin fin.
Fue bueno, y yo lo supe a pesar de las ruinas
que alcancé a acariciar. Fue pobre como muchos,
luego creció y creció rodeado de zapatos que luego
fueron botas. Gran monarca su oficio, todo creció
con él, la casa y mi alcancía y esta humanidad.
Pero algo fue muriendo, lentamente al principio;
su fe o su valor, los frágiles trofeos acaso su pasión;
algo se fue muriendo con esa gran constancia
del que mucho ha deseado.
Y se quedó un día, retorcido en mis brazos,
como una cosa usada, un zapato o un traje,
raíz inolvidable quedó solo conmigo.
Nadie estaba a su lado. Nadie.
Más allá de la alcoba, amigos y familia,
qué se yo, lo estrujaban.
Murió solo y conmigo. Nadie se acuerda de él.      



A MI MADRE

Heinrich Heine

Alemán

         Siempre he llevado la cabeza erguida,
siempre fue mi carácter recio y bravo;
y aún frente a frente del Monarca mismo,
nunca mis fieros ojos se bajaron.

         Mas, confesarlo  debo, ¡oh madre mía!:
si en tu presencia angelical me hallo,
mi soberbia altivez desaparece,
y humilde tiemblo a tu amoroso lado.

         Es tu alma,, acaso, que en secreto impulso
me rinde... tu alma noble que a lo alto
el vuelo tiende, y lo penetra todo?

         O es quizás, el recuerdo de que, ingrato,
herí una vez tu corazón sensible,
el tierno corazón que me ama tanto?

         Loco, una vez, abandoné tu lado,
y al mundo me lancé, tras la divina
ilusión del amor, que en mis ardientes
amantes sueños realizar quería.

         Busqué el amor por todos los caminos;
lo mendigué con alma adolorida
de puerta en puerta; y sólo obtuve, sólo,
frío en el corazón, y odios y risas.

         Seguí, seguí buscando, y nunca, nunca
logré encontrarlo, hasta que al fin un día
volví al hogar... Saliste a recibirme,

         y ¡oh sorpresa feliz, madre querida!...
vi en tus ojos brillas, eterno y puro,
el santo amor con que soñado había.



SI TIENES UNA MADRE TODAVÍA
Heinrich Heine
Alemán

         Si tienes una madre todavía,
da gracias al Señor que te ama tanto,
que no todo mortal contra podría
dicha tan grande ni placer tan santo.

         Si tienes una madre... se tan bueno
que ha de cuidar tu amor su paz sabrosa,
pues la que un día te llevó en su seno
siguió sufriendo y se creyó dichosa.

         Veló de noche y trabajó de día
leves las horas en su afán pasaban,
un cantar de sus labios te dormía,
y al despertar sus labios te besaban.

         Enfermo y triste, te salvó su anhelo
que sólo el llanto por su bien querido
milagros supo arrebatar al cielo,
cuando ya el mundo te creyó perdido.


         Ella puso en tu boca la dulzura
de la oración primera balbucida
y plegando tus manos con ternura,
te enseñaba la ciencia de la vida.

         Si acaso sigues por la senda aquella
que va segura a tu feliz destino,
herencia santa de la madre es ella,
tu madre sola te enseñó el camino.

         Más si al Cielo se fue... y en tus amores
ya no la harás feliz sobre la tierra,
deposita el recuerdo de tus flores
sobre la fría loza que la encierra.

         ¡Es tan santa la tumba de una madre,
que no hay al corazón lugar más santo:
cuando espina cruel tu alma taladre,
ve a derramar, allí, tu triste llanto!




CANCIÓN DE AMOR PARA MAGARI
Martha Isarra
Peruana

Tu rostro breve. Aliento de leche y luz
Me traes noticias del paraíso
Tus frases cortas. Verbo de cuchillo y miel.
Hueles a mar recién inventado
Sigo la pista de las gaviotas
que anidan en tus sueños

         ¿Cómo serán tus sueños?

De qué aromas me has vestido
al abrirme los párpados
hacia tu reino de chicharras.

Deberías soñarme para siempre.

Pero no. Una luciérnaga te distrae.
No puedo sostenerme.
Y me devuelves
cotidiana y sin memoria
a la indiscreción de la noche,
a  sus interminables preguntas.

Las gaviotas han partido
ahora estás borrando sus huellas.
Qué dulcísimo alivio
el de tus manecitas
confirmando mis mejillas.

Algo tienes del paraíso. Yo no lo conozco
pero estoy segura que algo tiene de él
la magia está de tu lado
y del mío sólo queda un teléfono enmudecido.

¿En qué segundo nace una mañana?

Las gaviotas parecen  embriagados puntos
en tenue azul recién pintado.
Despiertas y me abrazas
con la fuerza del guerrero victorioso...
Exiges el botín de mi alegría. Es lo justo.
Has conquistado indecibles planetas
que nadie más que tú conocerá.
Las gaviotas se embriagan de azul
abro las cortinas. Les doy la bienvenida.



ELEGÍA A LA MUERTE DE MI PADRE
Carlos Augusto León
Argentino

                            I
               
Muy lentamente, padre, te nos ibas muriendo.
Poco a poco nosotros recibíamos tu aliento.
Como esa lenta espera por el nacer de un niño,
así era de larga la espera de tu muerte.
Nadie lloraba recio, ni movíase siquiera:
del hilo de tu aliento pendían las miradas
el hilo de tu aliento amarraba las manos.
Te vimos forcejeando con la muerte, y a veces le ganabas.
Ella se alzaba luego con su puñal en alto
y sentíamos de nuevo su violenta llamada.
Nadie podía ayudarte en el morir tan fiero,
al sitio donde estabas no alcanzaba mi mano:
estabas solo, solo, luchando con la muerte,
que solo se está siempre para ese amargo trago.


                            II

¡Y que fuera preciso, oh padre, que murieras
para yo ver el rostro exacto de la Muerte!
La Muerte es esta mesa donde a diario comemos,
en ella colocamos a diario pan y fruta.
El amor, la tristeza, nuestra tierna alegría,
están sobre esta mesa de madera desnuda.
La Muerte es la tiniebla que sostiene al lucero:
en su fuente de sombra nos trae la lumbre pura.
La Muerte va aquí cerca, a diario la tocamos.
La Muerte está en la vida: en un luchar constante
el corazón la rosa con su terco latido.
La Muerte es simplemente como el árbol que cae,
como la noche al día; es el agua de lluvia,
en retorno armonioso a la yerba y al limo.
¡y sin embargo, Muerte –Oh, Muerte—nos conmueve!
Aquí se encuentran el hombre y el cadáver.
Uno viene de lejos: del sitio recordado
donde echó a andar, de un pueblo perdido entre los días
en donde conoció su mujer alta y clara;
viene desde el nacer, pasando por los hijos,
viene desde su fuente lo mismo que los ríos.
Y el cadáver le espera, de su exacto tamaño,
una tendida ausencia, un frío barco anclado.
Aquí se encuentran el hombre y el cadáver.
Aquel deja su carga, éste le da la mano
y parten  quedamente hacia la tierra madre.


                            III

Ahora empiezan de nuevo a contarte los días,
dicen  “un día de muerto, dos días ya, tres días
como cuentan al niño el tiempo de nacido,
sin pensar que tu muerte dormida sobre el tiempo
no podemos medirla con toda nuestra vida.
Ahora marcha tu muerte en nuestro cuerpo viva,
la llevamos adentro en un recuerdo breve
e inmenso como el árbol dormido en la semilla.
Es el recuerdo, padre, de tu clara agonía,
mas también tu sonrisa de los tiempos de antes
y el aire de aquel campo donde fui cuando niño.
Entonces yo crecía bajo tu buena sombra,
tú me  diste los días con juguetes y cantos,
un arroyo, un amigo, un rifle, luego un libro.
Ahora ya estamos solos tus hijos en la tierra,
solos con nuestra madre –la madre es tierno río—
mientras a nuestro lado crecen los nuevos niños.

                            IV

Con un hijo te pago la vida que te debo.
Yo soy ahora el padre, ¡Oh padre compañero!
Tú formaste mi cuerpo con tierra de tus venas.
Tú me diste estos ojos y encendiste su luz
con la brasa que en ti había puesto el abuelo.
¿Cómo pagarte, padre, esa deuda tan viva,
cómo dar a la tierra lo que de ella tomaste
para alzarme en el mundo igual que espiga altiva?
Con un hijo te pago la vida que te debo,
porque creo ciertamente que no hay otra manera.
Yo le daré el juguete, los días que me diste
la alegría de los campos, el libro, el arroyo,
como le doy mi sangre, mi mirada y mis huesos.
Él crecerá a mi lado y ha de llegar un día
en que yo también parta como ahora has partido
y él me dirá su adiós profundo y encendido.



ELEGÍA
Miguel Ángel León
Ecuatoriano

El padre de la casa ha muerto...
Hoy le llevaron en la carroza;
los ojos dieron lágrimas y el huerto
dio su mejor rosa.

Lívidos espectros andan por la casa
El perro, el silencio hiere con aullidos.
Nadie va al mercado ni enciende la brasa.

Todo lo acabaron en droguería;
hoy día
nadie va al mercado ni enciende la brasa.
Va a morir de astenia su mejor hija.

Ayer llevaron  a la prendería
la última sortija
el reloj de la mesa y hasta los espejos.

Y busca y busca la absurda mirada
qué llevar hoy día...
¡Oh los muebles viejos!  ¡Oh los muebles viejos!
ya no valen nada.

La hermana mayor cogida de sus hermanas
más pequeñas mira sin rosa el huerto
y gime al ver cómo las campanas
que lloran, no lloran por el recién muerto.


LA MAESTRA RURAL

Gabriela Mistral
Chilena

                                      A Federico de Onís

La Maestra era pura. “Los suaves hortelanos”,

decía “de este predio que es predio de Jesús,
han de conservar puros los ojos y las manos,
guardar claros sus óleos, para dar clara luz”

La Maestra era pobre. Su reino no es humano,
(Así en el doloroso sembrador de Israel)
Vestía sayas pardas, no enjoyaba su mano,
¡y era todo su espíritu un inmenso joyel!

La Maestra era alegre. ¡Pobre mujer herida!
Su sonrisa fue un modo de llorar con bondad.
Por sobre la sandalia rota y envejecida,
Tal sonrisa, la insigne flor de su santidad.

¡Dulce ser! En su río de mieles, caudaloso,
¡largamente abrevaba sus tigres el dolor!
Los hierros que le abrieron el pecho generoso,
¡más anchas le dejaron las cuencas del amor!

¡Oh, labriego, cuyo hijo de su labio aprendía
el himno y la plegaria, nunca viste el fulgor
del lucero cautivo que en sus carnes ardía:
pasaste sin besar su corazón en flor!

Campesina, ¿recuerdas que alguna vez prendiste
su nombre a un comentario brutal o baladí?
Cien veces la miraste, ninguna vez la viste,
¡y en el solar de tu hijo, de ella hay más que de ti!

Pasó por él su fina, su delicada esteva,
abriendo surcos donde alojar perfección.
La albada de virtudes de que lento se nieva
es suya. Campesina, ¿no le pides perdón?

Daba  sombra por una selva su encina hendida
el día en que la muerte la convidó a partir.
Pensando en que su madre la esperaba dormida,
a La de Ojos Profundos se dio sin resistir.

Y en su Dios se ha dormido, como en cojín de luna;
almohada de sus sienes, una constelación;
canta el Padre para ella sus canciones de cuna,
¡y la paz llueve largo sobre su corazón!


Como un henchido vaso, traía al alma hecha
para volcar aljófares sobre la humanidad;
y era su vida humana la dilatada brecha
que suele abrirse el Padre para echar claridad.

Por eso aún el polvo de sus huesos sustenta
púrpura de rosales  de violento llamear.
¡Y el cuidador de tumbas, como aroma, me cuenta,
las plantas del que huella sus huesos, al pasar!



NOCTURNO DE LA CONSUMACIÓN
Gabriela Mistral
Chilena

                                      A Waldo Frank

Te olvidaste del rostro que hiciste
en un valle  una oscura mujer;
olvidaste entre todas tus formas
mi alzadura de lenta ciprés;
cabras vivas, vicuñas doradas
te cubrieron la triste y la piel.

Te han tapado mi cara rendida
las criaturas que te hacen tropel;
te han borrado mis hombros las dunas
y mi frente algarrobo y maitén.
Cuántas cosas gloriosas hiciste
Te han cubierto a la pobre mujer.

Como Tú me pusiste en la boca
la canción por la sola merced;
como Tú me enseñaste este modo
de estirarte mi esponja con hiel,
yo me pongo a cantar tus olvidos;
por hincarte mi grito otra vez.

Yo te digo que me has olvidado,
pan de tierra de la insipidez,
leño triste que sobra en tus haces,
pez sombrío que afrenta la red.
Yo te digo con otro que “hay tiempo
de sembrar como de recoger”

No te cobro la inmensa promesa
De tu cielo en niveles de mies;
no te digo apetito de Arcángeles
ni Potencias que me hagan arder;
no te busco los prados de música
donde a tristes llevaste a pacer.

Hace tanto que masco tinieblas,
que la dicha no se responder;
tanto tiempo que piso las lavas
que olvidaron vellones los pies;
tantos años que muerdo el desierto
que mi patria se llama la Sed.

La oración de paloma zurita
ya no baja en mi pecho a beber;
la oración de colina divinas,
se ha raído en la gran aridez,
y ahora tengo en la mano una nueva,
más seca, ofrecida a mi Rey.

Dame Tú el acabar de la encina
en fogón que no deje la hez;
dame Tú el acabar del celaje
que su sol hizo y quiso perder;
dame el fin de la pobre medusa
que en la arena consuma su bien.

He aprendido una amor que es terrible
y que corta mi gozo a cercén:
he ganado el amor de la nada,
apetito del nunca volver,
voluntad de quedar con la tierra
mano a mano y mudez con mudez,
despojada de mi propio Padre,
rebanada de Jerusalén.



AL OÍDO
Ernesto Noboa y Caamaño
Ecuatoriano

¡Cuéntame la historia que amargó tu vida,
cuéntame que embate del dolor sufriste,
que tu faz ha vuelto mustia y dolorida
y hace tu mirada tan vaga y tan triste!

Quiero que abandones tus exangües manos
en mis manos ávidas de consolaciones,
y abramos las puertas de nuestros arcanos
para oír qué dicen nuestros corazones.

Las horas pasemos rimando esas hondas
semioscuridades de nuestros destinos,
mientras bese el viento tus guedejas blondas
y copien mis ojos tus ojos divinos.

Y al morir la tarde mientras las pavesas
de la roja hoguera del sol contemplemos,
tal vez se confundan nuestras dos tristezas...
¡quizás nos amemos!... ¡quizás nos amemos!



ADIOS A LA MAESTRA

Pedro B. Palacios
Argentino

Obrera sublime,
bendita señora:
la tarde ha llegado
también para vos.
¡La tarde, que dice:
descanso!... La hora
de dar a los niños
el último adiós.

Mas no desespere
la santa maestra;
no todo en el mundo
del todo se va;
usted será siempre
la brújula nuestra,
¡la sola querida
segunda mamá!

Pasando los meses,
pasando los años,
seremos adultos,
geniales, tal vez...
¡Mas nunca los hechos
más grandes o extraños
desfloran del todo
la eterna niñez!








... Y UNA NOCHE HERMANAS...
Enrique Peña Barrenechea
Peruano

... Y una noche hermanas, cuando estéis leyendo
mis versos, acaso veréis una sombra...

Se abrazarán todas, caerán de rodillas
Mudas por el pánico. Ah, ¿por qué teméis?
Os dirá l sombra. Y en la voz,  hermanas,
Al hermano ido reconoceréis.

En empeño inútil de querer palparla
¡cómo vuestras manos se habrán de agitar!
Media hora hermanas, una hora hermanas
Quedaréis llorando sin poder hablar.

La sombra que visteis estará ya lejos,
mil millas, mil millas adentro del mar.







MADRE

Mario Poma Curi
Peruano

Madre,
bajo el viento frío
te divisé
aterida
desolada
iban mis manos a acariciarte,
a consolarte,
a buscar la ternura de Dios
en tu mirada,
en tu triste compañía;
donde tus pasos viejos
han sembrado la ruta,
         el sendero,
                            la plegaria.

Madre,
el polvo
ha bañado tu alma,
la ha cargado de lágrimas
                            las nubes.



En tu alzada mirada
me has visto en el horizonte
allá a lo lejos
muy cerca a tu corazón.
Hoy quiero redimirme,
alzar el sol a tus ojos,
buscarte una avecilla del cielo
y llevarla
                            a tus enojos.



A LO LEJOS
Fernando Sánchez Olivencia
Peruano

Lejos, amiga mía,
lejos del alma.

Van y vienen tus ojos
como las olas en esta playa.
Como lejanas olas,
desesperada,
derramas tu hielo sobre mi llama.

Lejos, amiga mía,
que cerca estás amada.



LO TARDÍO

Medardo Ángel Silva
Ecuatoriano

         Madre: la vida triste y enferma que me has dado
no vale los dolores que ha costado;
no vale tu sufrir intenso, madre mía,
este brote de llanto y melancolía!
¡Ay! ¿Por qué , no expiró el fruto de tu amor,
así como agonizan tantos frutos en flor?

         ¿Por qué, cuando soñaba mis sueños infantiles
en la cuna, a la sombra de las gasas sutiles,
de un ángulo del cuarto no salió una serpiente
que, al ceñir sus anillos a mi cuello inocente,
con la flexible gracia de una mujer querida,
me hubiera libertado del horror de la vida...?

         Más valiera no ser a este vivir de llanto,
a este amasar con lágrimas el pan nuestro santo,
al lento laborar del dolor exquisito
del alma ebria de luz y enferma de  Infinito!




PARA MI HIJO

      (cuando yo muera)
Zoraida Torres Bouroncle de Rivero
Peruana

Hijo: Quiero dejar cuando yo muera
grabados para ti,
mis pobres signos,
donde voy a volcar
por vez primera,
mis consejos de amor
en unos versos.

Al partir hoy,
no pienses que te dejo
¡las madres nunca mueren!
¡desde el cielo
protegen a sus hijos!

¡Cuando yo sufro y lloro
siento sobre mi frente
como un bálsamo
las manos de mi madre bendecida!

La vida te ha de herir,
¡hijo querido!
la vida que es dolor
y que es falsía...
¡tiemblo al pensar,
que te ha de herir la vida!
Pero yérguete altivo
y no te hará sangrar
si tu levantas
en alto la bandera
triunfante de tu hombría.

Se valeroso,
fuerte,
justo,
honrado.
Por todo,
ante todo,
sobre todo,
defiende el pensamiento,
el sentimiento,
la idea luminosa.
¡tu ideal!.
Si tienes un amor,
¡qué noble sea!
que sea sentimiento,
no ambición,
ama lo que te dicte el corazón
y no te cuides
de lo que piense el mundo.
¡Nada iguala
a la dicha de amar...
defiéndela del mundo
y sus traiciones,
se tú su protector,
y su escudero.
defiéndela,
aconséjala.
¡Es tan débil
en una mujer el corazón!

De tu padre, en la vida se sostén
sé su báculo hijo,
su consuelo.
¡Tú tienes un placer
que yo no tuve,
el cariño de un padre
y su desvelo!

No ambiciones riqueza
¡hijo querido!
¡Es más sabroso
el pan del pobre,
que el manjar del rico!

Dije que fueras libre
niño amado,
libre como la idea luminosa,
si,
vuelvo a repetirte,
libre,
sin trabas
ni cadenas
¡Sólo sujetan
a los hombres en su vuelo,
dos brazos amorosos
y dos ojos divinos
como un cielo!
Dos brazos que te ayuden a luchar
dos ojos que te muestren los espacios.
¡una mujer,
que suba con tus alas
en busca del Parnaso
a las estrellas!






La tierra sólo es buena
para aquellos que como yo
cayeron de lo alto
del pensamiento azul
¡El ideal!
¡Y tristes, cansados ya reclaman,
un lugar en su seno,
para en él,
poder ya
para siempre
descansar...!



EPÍSTOLA A MARÍA POR EL 15 DE JUNIO
Alberto Valcárcel
Peruano

Mamá,
ayer la vida
nos entregó otro año más hermoso
para sumarlo al mundo que soñamos
inmensa tu bondad
azul tus ojos con que nos miras
infinita y buena.

(Una mirada tuya un breve gesto
y el dolor que habito se evapora)

La tierra
dignifica su existencia
cuando la siembra el hombre
y lo sustenta amable,
así tu grácil eternidad
hacha materia
cuando nos hablas y nos mimas
amor nos das confianza y armadura
para pelear los días que se vienen
valor como el pan diario
de tu santo querer y tu presencia.

Cuando me falta el aire o la paciencia
es porque estás triste (se presiente)
Papá también lo ha confirmado.

A 36 años de ese día
en que la luz me diste para verte
con mis hermanos la querida fuente
a besar tus pies solo me inclino
y ya erguido adorar tu nombre.

Mamá Maruja mundo vivo
                                      Madre
que nunca dejo de escribir.



A MÓNICA ANTES DE TIEMPO
Alberto Valcárcel
Peruano

Niña de nieve
amor
de huérfanas pupilas
¿en qué río de fuego
se consumió tu infancia?

¿en qué nido de agua
se evaporó tu nombre)

niña de luna
lejana y siempre luminosa
amor
de tiempo a la nostalgia
niña de cuarzo
tangible pero incierta
de tez violeta

amor
niña extasiada
sin juegos

niña infinita
del mundo en despertar continuo

¿qué arco iris nocturno
se acomodó en tu cuerpo?

dime

                            ¡cantora!



TRISTITIA
Abraham Valdelomar
Peruano

         Mi infancia que fue dulce, serena, triste y sola,
se deslizó en la paz de una aldea lejana,
entre el manso rumor con que muere una ola
y el tañer doloroso de una vieja campana.

         Dábame el mar la nota de su melancolía,
el cielo la serena quietud de su belleza,
los besos de mi madre una dulce alegría,
y la muerte del sol una vaga tristeza.

         En la mañana azul, al despertar, sentía
el canto de las olas como una melodía
y luego el soplo denso, perfumado, del mar...

         y lo que él me dijera, aún en mi alma persiste:
mi padre era callado y mi madre era triste,
y la alegría nadie me la supo enseñar.



LOS PASOS LEJANOS
César Vallejo
Peruano

Mi padre duerme. Su semblante augusto
figura un apacible corazón;
está ahora tan dulce...
si hay algo en él de amargo, seré yo.

Hay soledad en el hogar; se reza
y no hay noticias de los hijos hoy.
Mi padre se despierta, ausculta
la huida a Egipto, el restañante adiós.
Está ahora tan cerca;
Si hay algo en él de lejos, seré yo.

Y mi madre pasea allá en los huertos,
saboreando un sabor ya sin sabor.
Está ahora tan suave;
tan ala, tan salida, tan amor.

Hay soledad en el hogar sin bulla,
sin noticias, sin verde, sin niñez.
Y si hay algo quebrado en esta tarde,
y que baja y que cruje,
son dos viejos caminos blancos, curvos.
Por ellos va mi corazón a pie.



AMOR DE MADRE

Jacinto Verdáguer
Español

                            I
         Te daré rico tesoro,
de mi eterno amor en prenda;
mas pide mayor ofrenda
que los diamantes y el oro.
-Pues darás cuanto me cuadre,
cumplido el anhelo sea:
quiero de amor en presea,
el corazón de tu madre.

                            II
         Dijo la dama al doncel,
que ciego al punto corría
a donde su madre dormía,
acaso soñando con él.
Ebrio de insana pasión,
se acerca trémula al lecho,
y arranca del santo pecho
de su madre el corazón.
Mas, ya en el umbral sombrío
de su amada cruel, cayó,
y aquel corazón gritó:
-¿te has hecho daño, hijo mío?



EL CANTO MATERNO

Jacinto Verdáguer

Español

         Postrado el padre en miserable lecho

está por espantosa y cruel dolencia:

cercano halla el final de su existencia

y sollozos exhala de su pecho.

         Piensa, que, bajo el hoy paterno techo

mañana su familia en indigencia

por siempre llorará su eterna ausencia,

de duelo horrible el corazón deshecho.

         Allí, mientras se queja el infelice,

la dulce esposa canta y él le dice:
--¿Cómo cantas, mujer, mientras me aflijo?

         Muestra el niño que tiene entre los brazos,
y dice –con el alma hecha pedazos:
--Canto... porque no llore nuestro hijo...




 MI MADRE ES UNA SANTA
Percy Vílchez
Peruano

         Mi madre es una santa
aunque al Papa
         le importe un bledo
y no quiera canonizarla.
         Ella es una santísima vernácula
y milagrosa
         cuando no le agarra de repente la fanfurriña
como a la tuya. Yarinacocha.
         No es bruja por más que compre amuletos
que a veces  le ofrecen en el mercado,
         ni adivina la suerte con barajas
gitanas
         y es que tiene la costumbre de jugar
casino en los divertidos
         velorios del vecindario.
No abusa del aguardiente pero de vez en vez
         corta la mañana
con una maravilla de esas.
         Santa madre del ajetreo sin sosiego,
la lavandería por las noches
         y el tacacho preparado en casa.


Nunca los monseñores la adoran
         de rodillas
ni los fieles la pasean en andas
         por las calles
cantando letanías, pero es una santa
         aunque a ella le importe un rábano.
No llora sangre sino lágrimas,
         lo cual es una bendición para sus ojos.
         Y ejerce la santería
desde que me trajo a la ciudad
         en un tiempo en el que no podía oponerme.
Para no ahogarse en el mundanal bullicio,
         trajo del caserío el pate con su San Antonio.
Y adquirió más sabiduría en plantas serviciales
         para combatir males urbanos.
Ahora se empeña en decorar sus sueños
         con las flores criadas en la huerta.
Y hay días en que ni toda su santísima estampa
         puede alejarla de la nostalgia que siente
por las veladas donde su comadre del alma,
         del idioma de la lluvia en las tinajas
y de los ladridos a los barcos de Shipiranga.




MAESTRO

Horacio Zeballos
Peruano

Maestro,
en tu libro de lucha
he aprendido
que no traicionar es un mandamiento.

Me enseñaste a vencer montañas
y ciudades
a no retroceder como el agua constante.

Vives en mi sangre
y el pueblo abraza tu esperanza.

Eres el Huascarán que de puro hermoso causa espanto.

En ti aprecio al Urubamba que baja vivando
y al amanecer pareces el Titicaca que se ahoga
en las orillas de mis ojos.

Nada importan abrojos y enemigos
para vencer requiero tu ternura
la transparencia humana
tus brazos de cóndor.

Quiero lealtad
como los niños que siembras con tus palabras.

Un ideal color de lirio un país como tú
donde el fusil hable y derrame cantos.

Maestro,
cuando te miro me acuerdo que estoy venciendo
y no tengo miedo a los descuartizadores
de la luz y el canto.