domingo, 24 de octubre de 2010

ELEGÍA NOCTURA PARA CÉSAR CALVO



De qué valen vuestros llantos,
cuando la loza del sepulcro
no deja pasar las lágrimas.


Nocturno Primero

Nunca tan cerca al corazón
       rozó la muerte su guadaña.
Nunca a la pena tocó el dolor
       con tal violencia.
Nunca más tu risa indolente
       ni tu voz amada
           poeta divino.


Nocturno Segundo

Nunca más a mi oído
         tus rabietas (niño engreído).
Nunca más el paso lento
           de lascivias coéforas imaginarias
                recorriendo tus insomnios
           amando tu delirio.


Nocturno Tercero

No digas que la muerte
      es un adiós eterno,
pues, de saberte un imposible
      las palomas en mi alma
         de tristeza llorarían.


Nocturno Cuarto

A veces me pregunto, César,
      en que momento el infortunio
               nos quebró la vida.
(Nuestros labios: oscura soledad
           de brumas y vacíos).


Nocturno Quinto

Nuestras voces, César,
        perdidas para siempre
              en diálogos prohibidos;
frases en ciernes o
      noches invisibles
deshojadas en árboles nocturnos
         al compás de nuestro canto.


Nocturno Sexto

¿En qué momento de tu vida turbulenta
           se apagó la luz brillante
  de tus ojos encendidos?


Nocturno Sétimo

¿Por qué pones montañas entre nosotros,
       Guillermo?, me preguntas.

            Amor indefinible, César,
                    pero… al fin y al cabo amor.


        Nocturno Octavo

El eco de un alma avejentada
traspasada de bosques y de noches
invade mi sueño en poesía.

¿Será acaso, César; que no hay paz
      debajo de la tierra?

Venga entonces el fuego
a abrasar mi cuerpo
y que tu canto en una nube
abrase con su rezo
           mi desvelo.


Nocturno Noveno

Tu risa: tan sólo mascarada
       ocultando el desamor
           que te invadía.


         Nocturno Décimo

¿Por qué habrán montañas, Guillermo,
         que separen los ríos?
                me preguntas.

Amor indefinible, César,
        Pero… al fin y al cabo amor.


Nocturno Undécimo

¿En nuestras horas de abandono
               tus ojos en los míos
  colmaron tu alegría?

  Tantas respuestas sin preguntas
   tantas preguntas sin respuestas
           en los labios de la muerte
                   se silencian.


Nocturno Decimosegundo

Ave libre soy ahora,
     viejo Yorick.
Mi corazón insepulto
    al lado de tu ausencia incomprensible
        arroja para ti sus confesiones.
Ya no tengo la ilusión
        de echar tierra sobre tierra:
donde marchitan las ilusiones
se ha empantanado el tiempo.


Nocturno Decimotercero

Nos debíamos, poeta divino, este adiós,
y ahora que transitas con tu encanto
             y con tu canto
el espacio y las estrellas,
el corazón, transido en lo sublime,
te brinda una oración
al darse cuenta que te extraña
y que después del silencio
         de estos años,
sólo le resta decirte
uniéndose a tu voz:
       He vivido sin ti
       pero he vivido.






POEMA PARA ALBERTO

Para Alberto Valcárcel,
ausente y fugitivo.

Es duro despertar, y más lo es
la mañana con su prisa,
con esa urgencia que persigue
al hombre y a su sombra.


Luego ese ruido a multitud
que abruma, agobia, aturde;
el bruto que grita entre una
masa informe que se agolpa
en ruedas, calles, plazas
que hieden a sudor, a mugre,
                 a vértigo.


Vivir se ha vuelto, Alberto,
una forma de morir a plazos
llevando en muerte los bolsillos,
la bolsa en flor de muertos,
la tierra en puño en la cartera.


Una tarde me escribiste que la vida
se arrastra con lluvia, sol o viento;
hoy hay dolor en la memoria
en este anochecer de lluvia ausente,
de viento suave, de sol ardiente
              que calcina.
       

¡Oh, amanecer de sueño frágil,
¡Oh, sed despierta de esperanza,
cautivo soy del desamparo,
sembrando luces, alisando flores.


Te has ido para siempre
y no te has ido;
pena que regresa a curtir la pena;
tú que remontaste el aire
en un poema de amistad
llevabas el color de las auroras
de un sol que nace entre montañas.


¡Oh, soledad transfigurada,
teme dolor en que suspira el alma.


Llevando flores, llevando rezos,
me atrapa la mañana entre ventisca;
bañadas de amistad están mis manos
unidas a la tierra en que dormitas.


Ahora que una rama se ha quebrado
en la soledad infinita de mis tardes,
he besado tus manos transparentes
extasiado en el abrazo que cerró
tus ojos, que apagó tu risa.


¿Fue tu rostro el que llevó
el color de aquel tormento
en que yacías tanto tiempo
              confundido?


Duerme, duerme ya, niño provinciano;
niño que soñaste en la amistad del mar,
niño que lloraste en el cielo azul,
niño que jugaste con la nieve de tu infancia,
duerme, duerme buen amigo,
duerme que Dios está esperando
en las heladas de tu lecho.


Te has ido para siempre
y no te has ido.
devuélveme, tristeza,
ese abrazo interminable en que
suelo llorar desconsoladamente.




DURA BATALLA CONTRA LA  TRISTEZA...


Dura batalla contra la tristeza
fue su partida.


¡Cuánto lloró ese corazón que la quería!
¡Cuánto dolor acumuló su pena!


¡Clamo tu nombre desde
                      las sombras, Señor!


todo fue en vano.


Ningún poder de dios
estuvo en su llamado.





PARÁFRASIS DE UNA CARTA ENCONTRADA

(Carta encontrada en el bolsillo de la chaqueta de Igostorlak Korsinsky, caído en el frente de Stalingrado en febrero de 1943. La misiva estaba dirigida a Alena Petrovich, su esposa.)


Espérame como yo espero que volveré,
sólo que nuestra espera sea dura.
espera cuando te invada la pena
 mientras veas la lluvia caer y
la tristeza sea la tumba
de las aves enmudecidas
por el fragor de la guerra.


Espera cuando los vientos
borren la nieve y los truenos
retumben sobre las montañas
haciéndonos creer que todo
              ha terminado.


Espera en el calor inclemente
cuando los otros hayan dejado
de esperar olvidando su ayer.


Espera incluso cuando mis cartas
amarilladas por el tiempo
sean parte del olvido.


Espera cuando los demás se haya
cansado de esperar;
espera cuando mis hijos hayan
olvidado mi rostro, y mi nombre
sea un recuerdo pasajero que
se mira como un trasto.


Espera aunque el sol se haya ido
y aun cuando en las tinieblas
de nuestra esperanza,
la luna también se ensañe
con nosotros negándonos su luz.


Y cuando aquellos que me conocieron
se sienten junto al fuego a brindar
por mi memoria, espera, no te apresures
a brindar por mi memoria tú también.


Espérame porque volveré desafiando
todas las muertes,
      y deja que los que no esperan
digan que tuve suerte;
ellos nunca entenderán, que en
medio de la muerte, tú, con tu
espera, me salvaste.


Solo nosotros sabemos cómo sobrevivir,
es porque esperaste, y los otros no.





         TRES MOMENTOS DE UN RÍO

Para Henry Moya Iparraguirre

        I
Fuerte el calor,
fuerte el río
  que baja
cañada
abajo,
fuerte las rocas
tenebrosas y
los hayales
que el follaje
en brisa moja
y en hojarasca
arrastra río abajo
este tormentoso fluir
de agua, piedra y lodo.

       II
Ya la luna
solitaria, brillosa
como los cabellos
de algunas mozas,
 ha asomado su rostro
argentino,
luciendo sus lunares:
unos oscuros, otros albinos.
El río apaciguado,
corre tranquilo
como si durmiera,
como un niño que sueña
en una nube de azúcar,
en una roseta de cera,
en una galleta de plata
en una cuneta cualquiera.

         III
El río ha despertado
y viene por el sendero
escarchado,
algo azulino, algo encendido,
de añil sus aguas
van cobrando la bravura,
que duerme de noche
y despierta de día;
atronando entre las rocas
brama, salvaje y altanero,
corcel sin brida y sin jinete
sobre la piedra arremete,
roiendo, sacando de raíz
lo sembrado en la mala tierra.



VISIONES DE LA VIDA
He escuchado silbar al viento /
he visto lagos hermosos de una
claridad inmóvil /
he visto calles, bosques, montañas,
carreteras /
he visto al amor pasar ante mis
ojos y a la vida brillar hasta en
los meses de invierno /
He oído cantar a los pájaros en
la claridad meridiana de un
coruscante horizonte /
He vivido veladas interminables
en la apacible quietud de mi
soledad.




LA CANCIÓN DEL SAUCE


Fui una pequeña semilla
dormida bajo la tierra.
El tiempo abrió sus ojos
y vi la luz del día; la noche
me lleno de estrellas, de luna,
de viento suave que arrulla y adormece.
Bañaron de rocío mis mejillas;
el agua, la cellisca y sus cristales
paliaron la sed de mis raíces.


Un canto transformado en armonía
mis tardes y mañanas alegraron;
de plumas y piquillos fue aquel coro
que en mis ramas se posaron y anidaron.


Vi a los hombres cruzando los senderos,
verdear los campos, buscar mi sombra
refrescante cuando el sol quemaba los caminos.
Vi las yuntas arrastrando su tablado,
al boyero clavando su picana entre la carne
quebrarse la testuz
al duro yugo y la coyunda.


Vibra mi copa, busca el cielo:
y soy madero, y soy brisa
y soy poma y soy follaje
y soy resina y soy goma.


Mis ramas anidadas
dan sus frutos
como un tenue suspiro
posado sobre un sauce.





SÓLO LOS SENTIDOS


Para Sara Sotomayor.


(1)

Cuando no fue posible
materializarnos en el cuerpo
quedaron sólo los sentidos:
en una mano, en una voz,
en el aire, en la rama que cruje,
en el viento que erosiona la roca
y en el agua que disuelve la piedra,
en la visión de un sueño
que es espejo en la memoria.



(2)

Siempre la memoria
deleitándose en tus ojos,
siempre un sueño para huir
y ser azul o ser nube, o
un guijarro perdido en un
camino de peldaños que sube.
Y al viento llamar
y al aura de un destino
pedirle un ángel pequeño
que haga de los sueños
una razón de vivir.



(3)

Sólo en las sombras,
sin ojos, me atrevo a imaginar
tu cuerpo. El brillo, una mirada
en la que amar es una suerte
que no nombras.
Me acerco a la luz
y al rodar y caer 
en el abismo de mis sueños,
no acierto a recordar
ni una letra de tu nombre.



(4)

Nuestros nombres,
cantos de pájaros sin cadenas
que vuelan, voces libres,
piedra en el camino
que rueda sin sentido
en abismos de tinieblas.



(5)

Tiembla el mar
en el vasto atardecer.
La ola puntual
con su blanca espuma,
con sus bancos de sal
en que salina la arena.


La luna, blanca, serena,
redonda de luz y calma.



(6)

De frío, mi corazón,
se cubrió con tu ternura.
Rayo a rayo
lo abrasó el calor,
fuego a fuego,
como una tarde
posada en la llanura.



(7)

Tu sangre y mi mano
asidas en el viento
que ahora es cielo,
que ayer fue lluvia
y mañana cielo.


Atrás la inútil lucha
del terrestre suelo
con los cuerpos sin sentido.



(8)

Ya no tu boca sino tu voz,
el eco tomado de mi oído,
el flujo de mis venas
que corre sin sentido.


Yo que he amado
tus sombras y tus pasos,
soy ahora eternidad
que late en el alba
de tu pecho adormecido.



(9)

Siento el fuego que me dice:
ahora, vencida, huyo
de ti como una soledad
que estando sola
se hunde en el abismo
en que tus manos la tomaron.
Presa de mis años
me oculto entre el orgullo
humillado en que vuelvo
a soñar en ese juego
en que mi piel se entrega
al mismo engaño.



(10)

Desnudo de tus ojos
te visioné por dentro.
Mi alma, mi ser todo,
se iluminaron en la dicha
fugaz, etérea, de ser el centro
en que escribí sus nombres
en tu cuerpo.



(11)

La soledad, ausencia
del cuerpo, abrirse
a la mañana, sin voces,
el recuerdo de un llamado
inteligible. La fría realidad
de palpar el aire
toca el rostro en un espejo.
El vivir tormentoso en una luz
que baja y sentir el pasado
en el humo que sube buscando
unas estrellas que no brillan.
La indivisible luna
en su forma y su color
ya no sueña lo vivido.



(12)

Sentí una mañana
tu presencia como un
hierro candente avivando
mi carne. Sentí tu
llegada en una confusión
de voces de otros tiempos.
Mi alma arribó a la noche
en un velero, mis pies
desnudos, mi hondo cielo.
Cruzó el viento
sin pensar de nuevo
que un viejo fuego
avivara su recuerdo.



(13)

En una primavera de luces
y de formas, tu piel,
deshecha la tarde,
se confundió en las sombras
de los cuerpos de otros sueños.


¿Cuáles tus ojos?
¿Cuál tu boca?
Sólo un beso en la mirada,
un gemido ahogado en el mar
llega como una brisa a mi oído.
Toco el cielo en el atardecer
cuando se quiebran las horas,
y mis manos se humedecen
en un frío amanecer.



(14)

En la profunda vida
de una muerte que nos llama
el tiempo se diluye como
una luz hialina
sin voz, sin materia,
sin ecos que pueblen
las mañanas y las tardes
de trinos y de hojas.



(15)

Perdido estoy sin tiempo,
sin pensamiento,
sin las dos profundas soledades
en tus manos olvidadas
en lluvias y silencios.


Dormido estoy sin cuerpo
que me abrase, en noche
ciega, en soledad de luto,
velando entre tinieblas

la piel desnuda de tu mano.






INVIERNO FRÍO
La húmeda acera
anuncia la llegada del invierno;
fugaz, aterida,
calma estación que llega
medrosa a los árboles tranquilos
y a la verde hierba.

Aguza sus sentidos
mi alma a sus latidos.
Desde el alfeizar miro
en alegría tanta, tu llegada,
viejo amigo.

¡oh! Invierno frío;
la tenue palidez
de nubes fugitivas,
cortan de lleno el suave trino
de aves ateridas de rocío.

Ya no ruge, ni silba
viento alguno, como tú,
dulce amigo.
El nisperal de Junio
se apacigua, se sonríe,
se desnuda de hojas,
de frutos, de flores,
de nostalgia plena
y armonía.





AQUELLA EXTRAÑA FORMA DE TRANSCURRIR EL TIEMPO



Volvió a girar la rueda
del año mudadizo.
ROSSETTI

Jamás el tiempo
borrará de mi memoria,
tu andar divino,
ni tu risa, diosa.
No siempre la belleza
es lo que parece
ni el viento forja
camino entre las hojas.
De ti yo he sido
estatua pasajera,
aquellas que reposa
en soy y arena
aquella que no mira
sino el viejo horizonte,
en donde corren presurosos
los años y los días
y cuanto más recuerdo,
más bello me parece
el tiempo transcurrido
que arrastra el corazón.
Camino hacia la muerte,
el alma y el espíritu,
rosa y espina
en los viejos aromas
van llevando.






ESOS RECUERDOS QUE SILENCIAN LA TRISTEZA
A veces mis recuerdos
llegan tristes/
triste mi casa
y la voz de mi madre/
triste la calle
por donde jugaba/
y también tristeza
entre mis palabras.

A veces mis sueños
llegan tristes
a través de una ventana
que mira hacia el pasado/
entre un viejo nisperal
que florece en primavera/
y la casa natal
salmodiándole a los santos.

A veces mis recuerdos
son sueños y mis
sueños recuerdos/
ambos navegando
por el mismo mar
hacia puertos diferentes/
las olas y las palabras
espuman voces de naufragios/
ayes de ahogados
que brotan del silencio/
cuerpos ateridos de otros mundos
en sales invernales.

A veces mis palabras
en mis ojos cobran vida
y enmudece mi lengua/
el tiempo es un cúmulo
de arena en la clepsidra
cayendo en una eternidad

de voces y silencios.




LAS MAÑANAS DE SÍSIFO
Cada mañana
damos de lleno
con el mundo del ruido
y del todos mienten.

Cada mañana
desayuno conversaciones ajenas,
pulgares alocados
bajo miradas perdidas en la nada,
el caótico hormigueo
de la plebe que se hacina
hasta sudar la gota gorda,
la que hace del vivir
aprisco de carneros,
cenagal de cerdos
en cagadero de gallos y gallinas.

Cada mañana
nos golpeamos con el día,

con la monotonía de la monotonía.




NOCTURNO EN VELA
You know I work all day
to get you money
to buy you things
JHON LENNON

Hoy he corrido las cortinas
y una luz nacarada
ha dado vida a mis ojos
y tu nombre ha caído
como una cascada
en el vacío.

He visto cuadros en la estancia
y sentido tus pasos en un largo camino,
he sentido tu aliento en la vieja cama
donde solías matar el tiempo
viendo envejecer las tardes
oyendo a los pájaros
somnolienta y aburrida.

Esa fue tu vida
y esa mi desdicha.




EL PÁJARO Y LA PIEDRA
Unidos en la muerte/
volverás a renacer
piedra asesina/
a esperar silenciosa
un nuevo crimen.




TIEMPO PERDIDO
De nada vale
cerrarle los ojos al tiempo;
darle en el rostro
un golpe a la memoria;
pegarle un grito
al sordo oído del pasado:
tu ausencia,
polvo en una tumba
tocando lo invisible.




ORUGA
En germinal amanecer
desciendo por tus muslos
como oruga
que devora hojas.




CELEBRACIÓN DEL SOLITARIO
La calle de mis ojos
mis recuerdos
(fruto de mis sueños)
y todas mía palabras
como trinar de pájaro,
raudo y fugitivo,
retornando de la vieja
tierra de surcos y añoranzas.

Y dándole el viento
a las hojas de mi árbol querido,
a las tardes
a la lluvia de nostalgia
que celebra con adioses
mis descansos.




LÍNEAS PARALELAS
¿Sabes qué necesito
para olvidarte?

Una cruz sobre
tu pecho
y otra sobre el mío.




GRAVEDAD
Después
de una ráfaga de reproches
me quedo varado
sobre la tierra seca
sin más sombras
que tus palabras.
Yo y solo yo
aplastado otra vez

por el peso de las palabras.


g