Dear prison´d soul bear up a space,
for soon or late the certain grace;
to set thee free and bear thee home,
the heav only pardoner deater shall come.
Whitman
Et je voudrais mourir, un soir, sous un ciel rose, en faisant un bon mot, pour une belle cause!
Rostand
“¡oh!, ¿Cuándo llegaría el fin?, ¿Dónde estaba el fin?, ¿Cuándo se vaciaría la perdición hasta las heces?, ¿Había un grado, extremo en el creciente silencio? Y le pareció como si ese último silencio acabara de ser alcanzado: vio las bocas de los hombres horriblemente abiertas unas frentes a otras, ni un sonido escapaba de las secas cavidades, y ninguno de ellos entendía ya al otro. Habían perdido el habla por la conciencia de la culpa, sintiéndose culpable por la pérdida del habla; era el último grado de silencio en lo terreno, era el último silencio del hombre y, viéndolo, también su boca quería abrirse, en un mudo grito de horror”.
“La muerte de Virgilio”
Hermann Broch
Para Tatiana Vega Valencia,
en ese camino de lirios
y de luces.
REINOS
1
Mi lucha contra el hombre
comienza conmigo y sólo
quiero el aire, porque cuando
soy árbol y mis hojas pacen
apacibles al capricho del viento,
ansío respirar, gritar que
el destral que corta mi corteza
también sangra.
2
Yo no sé de guerras,
ni de brazos amputados
ni de cuerpos mutilados
o de aldeas derruidas
o piernas gangrenadas;
yo conozco de traiciones,
envidias y mentiras.
3
He luchado como inquieto
río trashumante cortando
la tierra, y he visto vegas
y sembríos marchitados
por huellas y herraduras;
la tierra desolada
en coágulo de sangre
endurece su corteza.
He vibrado con la hierba
en grito enverdecido,
trozo de ser que llora y ríe
celebrando en mis aguas
un no sé qué de rito
sagrado en que los dioses
truncan sus raíces milenarias
como las piedras que arrastro
en mi viaje inevitable
hacia el olvido.
4
Lago imperturbable,
profundo en mis aguas engañosas,
permito que los hombres se me acerquen;
allí, solos y desprotegidos,
los envuelvo en una senda transparente,
ahogando sus voces y haciéndoles
sentir el amargo sabor
de las cenizas de sus muertos.
Invado sus pulmones
privándolos del aire y la esperanza;
así de perverso suelo ser
cuando soy lago.
5
Beso las mañanas con mis cumbres
cuando suelo ser montaña;
y hablo con el sol
que asoma entre mis hombros.
Solitario observador,
veo a las águilas amarse
entre los riscos que escarban
en mi cuerpo,
a las aves anidar en los
farallones y posarse entre
las peñas a la espera de un bocado.
El encuentro de seres majestuosos
- los cóndores y yo -
también es algo místico
que viene desde allende;
desde antes que los ojos
de los dioses decidieran
el destino de los hombres.
En épocas en que el frío
ciñe mis cumbres y el viento
en furia congelada
arremete mis costados,
cubro mi cresta de tímido blancor;
así de calmo suelo ser
cuando quiero ser montaña.
6
Yo no conozco de serenos amores
o labios susurrantes;
he probado la espada del fuego
que enciende corazones,
la hiel amarga y desquiciada
de las turbulentas pasiones.
7
Hoy amanecí pequeño,
una chispa diminuta,
una hoguera tranquila
donde la leña crepita
como una lluvia de suave
luz dudosa.
Por la noche unos insectos
osaron - temerarios - ,
sentir el calor de mis llamas,
rozar el azul de mis crestas polimorfas,
sentir el vértigo del índigo brotado de añil:
la audacia tiene un precio
que siempre se paga.
El viento flirtea conmigo
como una abeja que trisca
entre las flores; un enjambre
de púas encendidas se desprenden
y el infierno es ahora
yesca, rama, flor, pétalo,
espina, tronco, hoja, arbusto,
bosque, pradera, todo;
porque lo devoro todo con el aire.
Soy camaleón, un dragón,
un tizón que remece los maderos
del hogar despertando
las pasiones escondidas;
entonces vislumbro los rostros
encendidos por la ira,
la furia y la iracundia
disfrazada de flor, de corazón,
de promesa no cumplida,
de discursos y presentes
que se dice, se guardan
y se olvidan, quemados
en crisol está el amor y las palabras.
La crueldad es una llama que perdura;
así de cruel suelo ser
cuando soy fuego.
8
Cuando en agua desciendo
sutilmente y soy garúa,
veo al petirrojo alisar
sus alas en son de bienvenida;
cuando su pico
escarba entre sus plumas
siento su piel membranosa,
cálida y protectora; la rosa
y la azalea se unen a esta
suave primavera de agua fina.
Entro en las aldeas y en las villas,
y aun el niño que se acoda
en el pretil de un puente
me festeja con su rostro
angelical hecho de cielo.
Los castaños y los sauces
en la orilla de los ríos
se estremecen a mi paso
al igual que las frondas dispersas,
los valles que declinan;
en tanto que la tarde,
cual borroso cristal,
desdibuja el horizonte
y las líneas intactas
de las cimas.
La breve charla del labriego
se detiene a mi paso monótono,
incesante; en ruta que los siglos
acumulan en milenios
de azul ilimitado,
a todos me entrego,
a todos me doy
a todos llego,
a todas partes voy;
venga la cicuta,
el cilantro y la alcaparra,
la alfalfa, la escarola,
el loto y el jazmín;
a todos doy de beber ahora,
con todos voy a beber aquí.
Los vientos sibilantes me arrastran
a la densidad marina y a bordo
de navíos, siento el ritmo
melancólico de las aguas
bamboleantes en movimiento
perpetuo. Así, mirando
el horizonte infinito y borroso,
cumplo mi ciclo interno
donde nacer y morir se unen
en sagrada comunión divina.
Ya no soy garúa, soy mar;
ya no soy mar, soy nube;
ya no soy nube, soy lluvia;
ya no soy lluvia, nube, mar,
garúa, río, lago, arroyo,
manantial, cenote… porque
todo soy; todo llego a ser
cuando suelo ser garúa.
9
Hoy el cosmos me constriñe
y mi cuerpo, blanco y grávido,
asoma entre las nubes
como un arpón ballenero
buscando la carne de su víctima.
Sé tomar la forma de la muerte,
y en purificadora arremetida,
caigo sobre la especie denigrada,
separo de la cobra la cabeza maligna;
del hombre arranco el corazón
con que engaña, mata y ama.
Yo sé surcar los cielos
cortando el aire,
rasgando el viento, el mistral,
el siroco y el monzón;
se reverdecer la tundra
y a la tierra hundirla
en la ominosa seca;
sé tomar la forma de la bala
que aniquila, de la daga
que sesga, de la pica que perfora;
soy la guadaña escorada de sangre
ennegrecida en busca de lo inerte.
Granizo que destruye las eras
y quema los campos soy ahora;
sobre la desolación suena mi risa;
en la miseria hecha huella
de mi violento trajinar
lloran las madres, los niños
y los viejos. Soy la devastación
que se solaza en la epidemia
y en la carne agusanada; soy
el hedor de los vientres saturados
por el hombre, soy la nieve
endurecida que arranca
las puertas de sus goznes,
soy eso y mucho más
cuando puedo ser granizo.
10
Después de la siesta de la tarde
despierto con ánimo resuelto,
como un gato que se arquea
en un ligero bostezo.
Pienso en el sol
como quien sueña con el cielo
imperturbable que se ha visto
adormecido por la luna;
las estrellas en mi sueño
han brillado como tantas veces
centellean.
He vuelto a ser viento,
brisa, aura, siroco,
mistral, monzón;
a arrullarme con las olas,
con las hojas, con la arena…
suave, apacible, musical.
Al igual que en mis ancestros
(ah, vicio atávico!)
mi ánimo cambiante se
siente perturbado y voy,
desenfrenado en mis instintos,
azotando los villorrios,
las aldeas, las ciudades,
despertando a la tristeza
y al horror.
Soy entonces la muerte
hecha tornado, tifón, huracán;
cola del demonio
que todo purifica,
que todo lo tritura;
el ogro malo que pisotea
la esperanza y se mofa
en la ilusión; una serpiente
que se enrosca una y otra vez
emponzoñando el aire
de cal, azufre y hedor.
Ya con el espíritu calmo
vuelvo a ser la inmensidad;
bajo un cielo teñido
de amaranta y grana,
la luna hipnotizada
tras un hondo silencio,
ve pasar un cortejo
de viento invernal.
Con ánimo resuelto
me tumbo en la noche,
y una brisa soy ahora
en el lecho del mar.
11
El cielo se abre vespertino
en rosada claridad.
En la bóveda azur
una diáfana nube
vierte su sombra
Sobre el verde musgo
De un bosque sombrío.
Soberbio y rencoroso,
quiero cortar la ubres a las vacas
y hacer cenizas de su cuero duro.
¡Anuncia con tu luz, relámpago!
¡Anuncia trueno con tu voz
La furia de este rayo que no cesa!
¡Anuncia el paso de esta luz
perdida en los cendales
de la niebla!
En la oscuridad de una tristeza,
palidece de la luna
su aureola blanca
de flor leve.
Yo no soy un Dios
en el camino de Damasco,
soy el hierro que mata
y se evanesce,
soy la báscula que cae
sobre los hombres
cubriendo losas
de tierras y crespones.
A mi me llama la dura roca
y la copiosa arena,
el musgo verde, el fuego que arde,
la acicalada rosa
y la rosada tarde.
Soy el agua que piensa,
la hoja que llora y la rama
reflexiva; un guijarro
que ríe, una mariposa
que trisca entre las flores,
una rosa que se entristece
cuando una mano enamorada
la arranca del rosal
en que envejece.
Soy el río que baja
y el salmón que sube,
la hueva desovada
y se minada;
la cascada que golpea la roca
y el Iris que se arquea
en la cima de los montes;
soy también la duna trashumante
y el cielo que oscurece
y la estrella fugitiva
que hiende el cielo como
una cuchillada; soy el hombre
que duerme en una vieja cama
sintiendo el calor del cuerpo
de Tatiana, su ronquido suave,
sus quejidos, su corazón enamorado,
su voz entrecortada y dormida.
Soy una paloma mensajera
que lleva un corazón al niño
que juega, al que corre,
al que llora, al que berrincha,
al que escribe en su cuaderno
que mamá es un trozo de Dios
y papá tan fuerte como una patada;
soy también el águila que coge
la mentira con sus garras
y a la envidia picotea;
soy la pompa de jabón
con que el niño juega
y donde la ilusión se rompe
como un jarrón de porcelana.
Soy del perro la pulga
y del piojo, la cabeza
que se rasca; del caballo
la oreja que orejea de impaciencia,
de la oveja de lana
y de la oreja su amorosa seda;
todo eso soy cuando muero
de tristeza.
12
La noche envuelve mi
existencia de un manto
invisible y soy pisada
del que anda de prisa,
del que espera y desespera,
del que busca una moneda,
del que fuma inquieto
mientras tiembla,
del que tiene sangre y respira;
del que tiene dos veces
cuatro patas y camina;
del que se aferra a la vida
como un guante;
del que habla latín entre la hierba
y la espesura;
del que hace una cruz sobre su
frente; del que predica la bondad
con sotana y solideo;
del que tiene cascos,
del que tiene garras,
del que se posa en una rama
y canturrea,
del que tiene cuaderno,
del que se arrastra, del que salta,
del que nada, de aquel que deja
huellas cuando caza;
del que no tiene pisadas;
de aquel que por su pierna subo
hasta llegar a la cabeza
y ser cabello que alisa,
peine que rastrilla,
mentón que se frota,
lengua humedecida,
palabra que vuela, ama,
hiere y no se agota.
Soy también la huella
del que aprueba, juzga, titubea;
del que gasta la almohada
y suda a gruesa gota:
soy conciencia.
13
Soy una paloma con el ala
rota,
un águila con el curvado
pico lacerando el alma;
una pátina de hiel,
un tenue luz brillando
en el alcor de la esperanza…
Qué contradictoria es mi existencia
cuando quiero ser un hombre.
POESÍA Y VIDA
“No se puede encontrar poesía en nada cuando no se lleva consigo”
J. JOUVERT
“Pensamiento”, XXI, XLVI
He hecho de mi vida un poema /
en ella hay atardeceres y
estrellas fugaces / aromas
de manzanas / el agreste sabor
de la asmachilca cuando
la tos en humo raspa
en mi garganta / En ella he aprendido
que la guerra es la esencia
de los hombre viles / y que la
alegría es una moneda que cae
con ternura en una lata acorazonada.
Bella es la risa de los juegos
de mis hijos (no sentida ni vivida
por mis largas ausencias).
Yo sé enfrentarme a los hombres
que carecen de emociones; el amor
envilece al ánimo perverso
de los hombres malos.
PELÍAS
“Si las piadosas divinidades, una vez que han devuelto un Augusto a las tierras, / te dieran a ti, Roma, un mecenas”
MARCIAL
Epigramas (XI 3, 9-10)
Apiádate ¡oh, Frixos!, de este
tu yo amigo que a vuestra generosidad
dobla la goznes, solicitando conduzcas
su alma, prisionera de un cuerpo ya inerte,
a su suelo amado, grecia, de donde
no, sin lágrimas, fue desterrado.
Allí encontrarás el sepulcro familiar,
en donde sus ancestros yacen en plácida
armonía.
Un salmo sobre la tierra que le dé
cobijo será preciso para que su errabunda
alma no dé tormento a tu existir.
PAN DE LA PALABRA
He sentido las caricias
sumido en los recuerdos
de unas manos.
No me aterra la soledad
ni sus silencios,
ni sus sombras,
ni sus ecos,
ni las paredes que se juntan
asfixiando las horas y los días.
El pan de la palabra
yace ya en mi amado e ingrato
invierno que va calando mis huesos.
TÚ QUE HUYES
Aún muriendo, te llamo,
te llamo aun muriendo.
aunque mi voz sea un
murmullo de silencio.
Te voy llamando en un
clamor desesperado;
en un gemido ahogado
donde mi cuerpo
privado de su fuerza,
aún mantiene un hálito
de ardor. te llamo
aunque no vengas;
aunque cierres tus oídos
al llamado de mi voz
y de mi aliento. no
vienes, pero te amo;
aunque lo niegues, te amo.
sé que me hiere tu recuerdo,
sé que no vienes aunque
tu pensamiento está en mí
mente. En esta carne que
muere en soledad y en
silencio, aún hay fuerzas
que te gritan que te amo.
OTRA VEZ ESE DESEO
No voy a pedirte que regreses,
estás en otros mares donde
no navega mi voz;
ya no eres la arena
en que orillo en las mañanas
resumiendo en azul la mar entera.
No voy a pedirte ese diario
donde duerme tu ausencia,
o que seas la barca en que
navego en una singladura
de lágrimas y sueños.
Ahora que el rocío
que sonroja mis mejillas se
ha hecho nube,
yo te llamo en áureo fuego,
en luna llena, en una exacta
dimensión de turbulencias y sosiego.
ESE VIENTO QUE VIENE, ESE VIENTO QUE VA
Una ráfaga de viento
tocó mi corazón
llevándose mi nombre,
llevándose tu voz,
una calle, una plaza,
el tierno recuerdo
de una madre cociendo
el chuño de la tarde,
el rostro de un niño
que no aprendió a llorar.
¿Qué más te has de llevar
brisa vespertina?
¿un libro, una hoja,
un trino de un canario,
un beso de amor bajo un olivo...
las ganas de vivir?
tuve que morir para volver
a nacer, a sonreír,
a caminar por esas calles
en que la memoria se
impacienta de tristezas;
tuve que volver a nacer
para morir de nuevo
en otros brazos,
para morir de nuevo
en un fuego que se apaga.
y bien lo sabe esa muchacha
a quien llame Tatiana muchas veces
para que ayude a caminar al desvalido,
para que diga al sordo porque
los ruidos son lo mismo en sus oídos,
para que guie al ciego
hacia el camino en que
los hombres lloran a sus muertos.
¿Qué más te has de llevar
cuando solo de cenizas
está hecha la existencia?
Y TODAVÍA, AUN LA CASA
Pasas por la casa en la
que ya no estás,
pero sabes de las sombras
que aun trasminan las paredes
de una infancia solitaria
que jaspea en tus cabellos,
como el eco sordo de unos
muertos que se fueron con
el tiempo.
Un yace tu cuna, tus llantos,
de niño cubierto de juguetes
que mamá escondía inútilmente:
un muñeco de estopa, una
pelota veteada de gritos y alegrías,
ese blanco clarinete que quisieras
olvidar y que siempre está
en tus tardes de Chopin, Schumann
o de Mozart.
Todo lo que quedó de ti
en esa envejecida casa
trasunta el aroma que
ahora invade tu vejez
inexorablemente,
y recuerdas esa infancia
con guerras, con hambre, con dolor,
sin ese amor que ahora te aterra.
FRISO
AGUA
Escrito
está en tu nombre
en
cada onda,
en
cada ola
en
cada espuma
y en
la marea que trae tu voz.
TIERRA
De
ahí saliste,
jugaste,
amaste
y
ahí regresaras.
CIELO
Tumbada en la hierba,
oliendo a campo
tus cabellos,
miras azul,
sueñas azul.
FUEGO
Fuego en tu corazón,
fuego en tu sangre
fuego en tu mirada,
fuego en el gualda
de tus ojos de fuego.
TUS LABIOS...
Tus labios
al par de tu sonrisa
tentadores.
Tus labios
yesca encendida
que abraza y devora.
Tus labios
cubiertos de una llama
inflaman corazones
con su flama.
Fuego que bajo el agua
aprisionan las palabras.
Tu labios
en plomizas nubes
atraen la luz
de arrobados ojos encendidos.
Tu labios
carne de amor
que se hace voz
en fino fuego.
SOBRE LAS HOJAS VERDES, SOBRE LAS DURAS RAMAS
La noche engalanada
de estrellas y de luna
sombra engarzada
en finas fibras de plata.
De luz enmarañada
la altiva luz que baña,
delira en su esplendor
sobre las hojas verdes
sobre las duras ramas.
La blonda claridad
duerme a las dalias que cantan;
con dos melodías suspiran:
tu boca volandera, tus dientes de armiño
y ese beso mío
que tu boca atrapa.
RECUERDOS LEJANOS
He sentido en el aire suave
de la tarde, el rumor
profundo... He trinado con
el ave vespertina... Quise sentir
tus manos en mis manos
a la luz de la luna.
Quise en vano
el aroma de tus senos
en la risa infantil
de los años transcurridos.
Una luz incandescente
iluminó el frescor
de tus cabellos,
las carnales rosas,
el fino destello
de tus ojos tristes.
BALADA DEL ENSUEÑO
Soñar contigo, niña,
es vivir un sueño
prohibido,
soñar con ese ceño
fruncido
dormido siempre en tu
frente.
Árbol del paraíso en
que florecen
tus labios prohibidos
es mi sueño.
Árbol para ser visto
como una fruta
sagrada;
árbol en que me veo
como un roble en su
recuerdo
lágrima que humedece
una sonrisa
es este gustar de ti
sin poder nombrarte.
Sin poder decir que
te amo
sumido en un vago
sueño.
Imagen de espanto
es amarte en
silencio.
Sólo cargo en mi
conciencia
el haberte besado en
mis sueños.
MILLSTONE
Cuantiosas veces me
he buscado
en el pasado, y no sé
si soy
ese niño que juega o
la soledad
de ese joven que
camina con un
libro bajo el brazo
por las calles
mojadas entre la
brisa invernal
que tanto ama.
Pero ese tiempo
transcurrido
tiene las caras de un
dado
que los dioses han
lanzado interminables
años. Rostros de
haces y de espadas
en que los tréboles nunca
han de
tener la suerte de la
mano que baraja.
Y así me seguiré
buscando
sin saber si soy el
que me busco,
o el buscado por
aquel que con tanto
empeño busco en mi
pasado.
ESPERA
Yo sé esperar en el
alba,
caminar sin rumbo por
la luna en luna
llena,
escuchar a los perros
cuando ladran en la
noche
cerrada,
contar la garúa
como se contar
también el trigo
entre
las mieses.
Yo sé llorar por un
amor
que me ha dejado
solo,
se de mis lágrimas,
de mis alegrías brotadas
a cuajos en mi
infancia,
se esperar al corazón
de su retiro.
DESCANSO ETERNO
Mi
madre reposa, descanso eterno
que
en su nívea frente marca la
señal
del fin de un camino
que
se abre a otro, misterioso,
fecundado
de estrellas y de cera.
Cera
derramada en otros tiempos
en
que Dios dormía, y mi madre,
piadosa
al pie de sus santos,
rezaba
por las almas, de quién
sabe,
qué muertos que partían.
Ella
reposa en el ara en que
Dios
la ha postrado; duerme
como
un ángel que vela sus
recuerdos,
sus penas y alegrías.
Su
frente nívea, sus ojos sin luz,
sus
manos yertas, blancas, inmóviles
de
todo signo de vida
clama
al fuego que purifica.
Todo
es silencio ahora; no hay
risa
en ella ni pena en llanto.
Solo
una brisa de amor y de
recuerdo
corona su frente
en
mirtos y laureles.
No,
Adiós, Madre, tan solo
un
hasta pronto.
SOMNOLENCIA
La
guerra es paz,
la
libertad es esclavitud,
la
ignorancia es fuerza
ORWELL, 1984.
Llegará
el día en que la naturaleza
sea
solo un sueño;
un
árbol, un palio embarnizado;
un
río, el brandi de un añoso
viejo
reaccionario;
una
hierba, un cirial que humea
rancias
oraciones;
una
semilla, la aureola de un santo
de
escayola…
Llegará
el día en que la vida
ya
no sea más un sueño.
PUEDES
HACER CIEGOS A LA FEALDAD DE LIMA...
Puedes
hacer ciegos
a
la fealdad de Lima,
y
caminar por su calles
cayado
en mano,
entrar
en una librería de viejo,
donde
Cullanco o Valenzuela,
y
dejar correr las hojas como
lo
hacías en la época de La Católica
donde
Mejía Baca o Benavente,
o
donde ese viejo Lagunas
que
era agua reposada
pasando
siempre entre los libros.
Recuerda
que siempre
se
encuentra alguna joya,
de
esas que Alberto Valcárcel
llamaba
tentación sublime.
Luego
puedes detenerte en el Carbone
y
cambiar sonrisas con César Calvo,
mientras
llega la butifarra y la cerveza...
el
maridaje ideal, según esa opinión
que
asoma entre tus labios en esa hora.
Las
tardes, ese saco de piedras
que
llevas en la espalda, son
las
horas más tristes de tus días.
Entonces
Lima y su fealdad
irán
quedando tras tus pasos.
¡Oh!
Ciudad impresentable,
rama
seca que se quiebra,
sin
hojas, sin trino, sin tiempo.
Ya
en tu cama hojearas
uno
de esos diarios
que
aún se pueden leer
sin
una muesca de asco,
esos
que se digieren lentamente
a
medida que las páginas
se
diluyen en las manos.
Un
cigarro antes de la siesta
es
una rutina que heredaste
de
tu madre en la soledad de Lima.
Algunas
lejanías acudirán sin prisa
en
ese leve momento en que los ojos
se
cierran en una paz lejana
donde
la bondad es un canto de Mozart
a
la vida.
VIAJE
La
poesía es un tortuoso camino
donde
a veces te detienes
matando
el tiempo
entre
seres que desprecias
y
calles sucias y siniestras.
Cuando
la tierra se mueve
bajo
tus pies, florece una alegría,
pan
de la palabra
en
que se regocija el espíritu…
y
la flor es un poema
que
va desarraigando sus versos,
y
la vida solo es pájaros,
mariposas,
viento, insectos,
hojas,
ramas, aroma, paz
y
música del alma.
ABANDONO
Que
terrible
es
comenzar el día,
viendo
la soledad
de
tus vestidos.
SOLEDAD TENAZ Y PASAJERA
Este
darle a mis sueños
sus
frugales pasos/
a
mis venideros días
sus
espacios/
pintando
cuadros
de
espejismos
y
despertar por la mañana
sin
recuerdos
ni
vacíos.
Y
la noche como grumos
indescifrables
golpeando
el tiempo
detenido
en la memoria.
Y
tú, Dios de dioses,
cubierto
con esa negra tristeza
que
acompaña a los muertos
entre
ayes y pasos silenciosos.
Todo,
en un instante,
hiriendo
la tarde
en
el ocaso.
g