martes, 14 de septiembre de 2010

Desde un Palco a Oscuras



A Ernesto Cornejo Bouroncle
que se fue en una nube
 dejándome su sombrero

A Clelia, su compañera,
que se fue llevándole el sombrero
dejándome su recuerdo.




           Por el cauce de un único poema discurren en verdad, indesligables de sus albedríos, los poemas que forman el fondo de este libro.

El singular talento de Guillermo Delgado hace que cada página pase frente a nosotros como pasa la vida, como el tiempo: sin dejar de pasar, y sin pasar.

Sin que de un verso a otro se interrumpa el afluir de imágenes, reflexiones y enigmas que – desde el palco a oscuras de Guillermo – nos vuelve a revelar la poesía.


César Calvo.





Tiéndeme…

Tiéndeme
 tu brazo,
 Hefaístos,
 para forjar
 mis palabras
 en el
 corazón
de los hombres.





Con que sólo perdure…

Con que sólo perdure
 en ti
 uno
 de estos versos,
 hasta
 la muerte
 me sentirá complacido
 de haberlos rescatado
 con nuestra soledad.





Y te juro…

Y te juro
que he de tener
la fuerza
de mil hombres
para aplacar
su ironía
y transformarla en canto.





Porque…

Porque
en este mundo
donde las noches y los días
se hacen
uno,
alguien escarba sobre mi tumba
sin descanso.





Como un niño…

Como un niño
extraviado
en la noche
de un bosque infinito
mi mirada
se busca en tu mirada.

tus ojos,
claros como la bruma
del estío,
me avisan que mañana
te habrás ido,
y qué tierna es la noche
sellada – beso inerte –
que en tu partir dejaste.





Una noche tan grave…

Una noche tan grave
como ésta
donde el alma es instante
que se quiebra.

Una noche imposible
como ésta
en la que busco a Dios
y se me niega.





Veinte años…

Veinte años
amarillados
en el recuerdo,
cual imágenes
pasan.

Páginas desleídas
donde yacen
penas y alegrías
mano generosa
de las personas
cuya bondad resiste
la ingratitud
y el tiempo.




Tras la ausencia…

Tras la ausencia
el amor
vuelve
a desbordar
su cristal
y
otra vez
para siempre
es mediodía
en nuestro corazón.





Bate el álamo…

Bate el álamo
temeroso
de su indiscreción
las hojas
apaciguando
con sigilo
pérfido
el beso de los amantes.





Desde…

Desde
el último puerto
zarpa
todos los días
la misma barca
solitaria
que en tus aguas
anochece.





El bosque…

El bosque
sin término
brota del árbol
que brota de la hoja.

De la hoja
en blanco
brota el silencio
del cual brotan los versos.




Entre árboles…

Entre árboles
tatuados
noche a noche
aguardas
al extraño
sin saber
ni de dónde
te ha llegado
el amor.






Has vuelto como los muertos…

Has vuelto como los muertos
que recogen sus pasos
y alguien
nuevamente
ha llorado
en silencio
sobre mis zapatos.




Cada tarde…
Cada tarde,
cada día,
cada noche…
aquí en mi sepultura
seré
todo
el aire que respiras.



Rocío que adormece…

Rocío que adormece
este silencio, el viento
deje llover su aliento
de aspas que me atenazan.

Eres tú, en él, que pasas interminablemente huracanada.





De un lado…

De un  dado
de caras
infinitas
brotaron las palabras.

La voz retumba
ahora
en el abismo
hasta hacerse imperceptible
a los recuerdos.




Retablo

Soñé una luz angosta, tenebrosa,
y al final
una grey de monjes blancos
llevaban sobre sus hombros
el inmenso féretro
de un entierro prematuro,
demasiado.

Si miraras los rostros
de esos cenobitas
hambrientos
de vida, pálidos, remotos
ojos de enterrados;
o si solo miraras
los astros amargos que irradian
su barba ceñuda y hedionda…


Un cántico extraño
absorbe las  horas
que pasan, del sueño
al camposanto, vacías,
colmando el redil rencoroso
de un Dios esperado
por nadie.


Me arrodillo en las sombras
y escucho, en mis labios, un
rezo tan leve
como el quieto retorno
de la espuma en las olas ausentes…




Bajo Relieve

El mar entre nosotros
Y
Después
la pena que envejece
y la rutina
la rosa ya marchita
tu rostro entre tus manos
los amigos que se fueron
de la noche
a la noche
sin saberlo
el puerto que no llega
y nuestras voces
arrastradas por el viento…



(¿Qué alondra, confundida
en los alisios,
a las mieses retorna
en busca del
reposo,
y sueña que un cuervo la hostiga
y se despierta
sin ojos?)


El mar entre nosotros
y después
el mar
entre nosotros
que no cesa…